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Desde Karachi, Pakistán , donde quemaron banderas de Dinamarca e Israel, pasando por múltiples capitales musulmanas

oriente medio

El choque de las caricaturas

Las protestas de los musulmanes contra Occidente por los dibujos de Mahoma, que se basan en la incomprensión mutua, podrían haber sido manipuladas políticamente.

11 de febrero de 2006

Las llamas se propagaron rápidamente y pronto envolvieron todo el mundo árabe. El sábado, las embajadas de Dinamarca y Noruega en Siria fueron quemadas, y al día siguiente fue incendiada la representación diplomática de Copenhague en Beirut. En todos los casos, furiosos manifestantes pedían la muerte para los ciudadanos de esos países, para George W. Bush, para Estados Unidos y para Israel. A lo largo de la semana, las protestas por las caricaturas de Mahoma en un diario danés se generalizaron, mientras se extendía un boicoteo a los productos de Dinamarca.

En Pakistán, los manifestantes quemaron en efigie al primer ministro danés. Incluso en la lejana Malasia, mientras un líder moderado como el primer ministro Abdullah Badawi, se quejaba del tratamiento que los musulmanes reciben de Occidente, los manifestantes, en la calle, gritaban "Viva Osama Ben Laden" y "ataca, Al Qaeda". Al asesinato de un sacerdote católico en Turquía se sumaron el lunes las muertes de al menos 10 manifestantes a manos de las fuerzas de seguridad en Afganistán. Las escenas de rabia y odio se multiplicaron a lo largo de la semana sin que, al cierre de esta edición, la temperatura hubiera comenzado a bajar.

El asunto se convirtió en una nueva expresión del enfrentamiento entre los pueblos musulmanes, de una parte, y Estados Unidos y Europa, por la otra. Muchos en ambos lados de la controversia trataron, a lo largo de la semana, de desentrañar la verdadera naturaleza del conflicto. Los siguientes son algunos de los factores en juego.

La ignorancia mutua

Claramente, los editores del Jyllands Posten no sabían lo que estaban haciendo cuando publicaron las caricaturas. Y es que para la mayoría de los europeos resulta difícil entender la verdadera razón del rechazo de los musulmanes a la representación física de Mahoma. Aunque en los medios se ha dicho que se trata de una norma obligatoria, como manifestó a SEMANA el imam Arturo Zapata, (Alí Reza Colombia) "no existen en el Corán prohibiciones expresas referidas al naturalismo. El musulmán siente que la representación con imágenes es engañosa. Su vocación abstracta es la consecuencia de una actitud ante la realidad, antes que el fruto de una prohibición. Y es que el pensamiento europeo debería tratar de comprender que el Islam no es una religión en el sentido grecolatino, sino una manera de vivir y sentir la realidad".

Pero, por el otro lado, para la mayor parte del mundo musulmán resulta difícil entender el concepto de libertad de expresión. Por un lado, porque desconocen los siglos de sangre y sacrificios que antecedieron esa conquista, que constituye el fundamento mismo de las sociedades libres. Y por el otro, porque nunca la han gozado. En los países del mundo musulmán lo usual es que los medios de comunicación dependan del Estado o estén estrechamente controlados por éste. Por eso recibieron con incredulidad las palabras del primer ministro danés, Anders Fogh Rasmussen, cuando explicaba que su gobierno no podía aplicar la censura a los medios de comunicación de su país.

Incongruencia de lado y lado

La defensa de la libertad de expresión ha sido el caballo de batalla de los medios europeos en esta controversia. Sin embargo, los musulmanes apuntan, no sin razón, que ese derecho no sólo tiene límites de carácter general, algunas veces impuestos por la ley, sino que se aplica al Islam con un rasero diferente. Hedi Ben Aicha, doctor en historia islámica de la Sorbona, explicó a esta revista que "aun en la más liberal de las democracias occidentales hay temas tan tóxicos que nadie los toca, como por ejemplo el holocausto judío". Y que, en cambio, en lo concerniente al islamismo, los medios no asumen una actitud tan prudente.

Eso puede ser cierto, dicen los antagonistas. Pero también lo es que en los países islámicos no es extraño que se publiquen ataques virulentos contra las otras religiones, en particular contra el judaísmo y el cristianismo, a veces también con caricaturas muy ofensivas. Argumentan que, por ejemplo, cuando los talibán destruyeron las imágenes milenarias de los Budas de Bamiyán, situados en Afganistán y considerados una herencia cultural de la humanidad, ellos siguieron adelante, sin el menor respeto por una religión ajena, a pesar del clamor mundial, que no fue respaldado por la comunidad islámica.

El resentimiento islámico

Aunque la comunidad islámica europea se ha mantenido más bien al margen de la controversia, y sus líderes han llamado a la prudencia, lo cierto es que en sus integrantes hay un gran resentimiento contra las sociedades que los acogen pero no los integran. Y en el mundo musulmán existe, cierta o no, la percepción de que Occidente lo ataca constantemente.

No sólo se trata de la existencia de Israel, ni de la presencia de tropas gringas en Arabia Saudita, o la invasión a Irak. También, como dijo Ben Aicha, "no es sino mirar la forma como se gobiernan los países árabes, tiranizados por su propia dirigencia, que es, en la mayoría de los casos, sostenida por Estados Unidos y Europa".

Los intereses particulares

Resulta diciente que aunque los disturbios se produjeron en países muy variados, y algunos fueron espontáneos, el número de manifestantes en cada caso no fue precisamente multitudinario. Lo más preocupante es que las caricaturas se convirtieron en un instrumento de clara manipulación geopolítica por parte de algunos gobiernos interesados en agitar el avispero.

Siria, escenario de las más duras protestas, es un Estado policíaco en el que no se mueve una hoja sin el consentimiento del gobierno. Que el régimen de la familia Assad, que ha asesinado a miles de miembros de la fundamentalista Hermandad Musulmana, aparezca ahora como defensor del Islam, es algo que muchos ven con sospecha. Sobre todo ahora cuando, luego del asesinato del ex premier libanés Rafik Hariri, está en la mira de Estados Unidos, que sigue insistiendo en que forma parte del eje del mal. Y su cercano aliado Irán está enfrascado en una dura disputa por su programa de energía nuclear (ver siguiente artículo), en la cual los países europeos han tomado, como nunca antes, la voz cantante.

Para esos países, y otros que tienen también asuntos pendientes, las ofensas a Mahoma resultaron una oportunidad de galvanizar al mundo musulmán, de por sí tradicionalmente dividido por líneas profundas, ante la 'amenaza' occidental. Como publicó The New York Times, ahora se sabe que el origen de las protestas se remonta a una reunión de 57 países musulmanes celebrada en diciembre (las caricaturas fueron publicadas en septiembre) en La Meca. El evento contó con la presencia del presidente de Irán, Mahmoud Ahmadineyad, y consideró las quejas de la comunidad islámica de Dinamarca, que al mando del imam Abu Laban ya llevaba algunas semanas tratando de conseguir la atención de varios países musulmanes, sin mayor éxito. Esa delegación habría incluso presentado un dossier de 43 páginas con las caricaturas aparecidas en el Jyllands-Posten, condimentado con otras mucho más ofensivas que habrían 'recibido' por Internet.

Fue solo después de esa reunión cuando se comenzaron a desencadenar los acontecimientos, mediante una intensa campaña mediática desde Irán y Siria y con la colaboración de la cadena televisiva Al Manar TV, que se ve en todo el mundo árabe. Eso llevó a que, el 26 de enero, se produjera el retiro del embajador de Arabia Saudita en Copenhague, lo que es visto como un momento crucial.

Los resultados

Como consecuencia de este monumental enredo, las líneas de confrontación entre Europa, Estados Unidos y el mundo islámico han cambiado. Alguien debe estar frotándose las manos con satisfacción en Washington ante el inesperado giro de los acontecimientos. Porque los ataques de los musulmanes y las amenazas de muerte, si bien no dejan de centrarse en Estados Unidos (el 'Gran Satán'), nunca como ahora se han dirigido tanto hacia los europeos y han borrado las diferencias entre éstos y su aliado del otro lado del Atlántico. Si hasta ahora la visión europea ha sido hostil a la intervención norteamericana en el mundo islámico, estos disturbios, combinados con los de Francia el año pasado, y el asesinato del cineasta Theo Van Gogh en Holanda en 2004, han hecho que los europeos hayan ido perdiendo la paciencia. Para el presidente norteamericano George W. Bush ahora será mucho más fácil convencer a los europeos de que la amenaza terrorista del extremismo musulmán no es en realidad una respuesta puntual, sino una amenaza latente que puede dispararse en cualquier momento.

Aunque ese resultado es contraproducente para los intereses del extremismo islámico, el otro gran beneficiado es Irán. En momentos en que este país se encamina a un enfrentamiento sobre su supuesto programa de armas nucleares, el escándalo de las caricaturas ha logrado unir a su alrededor al mundo musulmán, que lo ve como el líder de las protestas contra lo que perciben como una nueva manifestación del ataque secular del mundo no islámico contra el Islam.

Pero ¿cuál sería la salida a esta situación que parece insoluble, pues ni Occidente puede renunciar a la libertad de expresión, ni el Islam puede tolerar insultos inaceptables? No es, como hicieron algunos diarios franceses, republicando las ofensas, ni como hacen los manifestantes en las calles, amenazando de muerte a los ofensores. La solución, dicen los analistas, sólo podrá pasar por la redefinición de la forma como Occidente trata a los países musulmanes, y porque éstos, lejos de ser instrumento de sus gobiernos, dejen la actitud victimista que parece permear su conciencia colectiva. n?

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