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El presidente saliente, Vicente Fox y el entrante, Felipe Calderón, son ambos del mismo partido, el PAN. Entre ellos, sin embargo, no existe una relación cercana.

México

El desmadre mexicano

A 20 días de que Felipe Calderón se posesione como Presidente, la situación política de México no parece resolverse. Reportaje de Catalina Gómez Ángel, enviada especial de SEMANA.

11 de noviembre de 2006

"Esto es un desmadre, señorita", dice el taxista del aeropuerto al hotel. Le había preguntado por la situación política mexicana después de las elecciones presidenciales del 2 de julio, el día cuando comenzó a suceder una serie de acontecimientos que tienen al país con un panorama complicado. Un Presidente de derecha, Felipe Calderón, que ganó por 250.000 votos y se posesionará el primero de diciembre. Un ex candidato de izquierda, Andrés Manuel López Obrador, que argumenta que hubo fraude electoral, que se declara Presidente legítimo, que ya nombró gabinete alterno y que se 'posesionará' el próximo 20 de noviembre en el Zócalo (plaza principal) de Ciudad de México en el marco de lo que él ha llamado segunda convención democrática. Y una ciudad, Oaxaca, en medio de una turbulencia social que puede tomar dimensiones incontrolables.

Esta situación no sólo tiene al país polarizado como pocas veces se ha visto, sino que todos se hacen la mismas preguntas: ¿Hasta dónde podrá gobernar Calderón, del oficialista Partido Acción Nacional (PAN), con un López Obrador que lo perseguirá como perro guardián? ¿Hasta dónde le llegará el capital político a López Obrador, del partido de la Revolución Democrática (PRD), para mantener sus movimientos de protesta?

Si López Obrador dejará gobernar a Calderón no es la única causa del desmadre al que se refiere el taxista. A esto se suman los enfrentamientos entre las bandas mafiosas que constantemente dejan muertos a lo largo del país; una serie de explosiones en la capital la semana anterior que hacen prever que algunos débiles movimientos guerrilleros buscan sacar tajada de toda esta confusión y, en especial, el conflicto en Oaxaca que lleva más de cinco meses y que cada vez toma dimensiones más graves. La capital de Oaxaca, una de las ciudades más turísticas de México, se ha convertido en un campo de batalla entre los miembros de la Asamblea Popular de Pueblos de Oaxaca (Appo), que piden la renuncia del gobernador del Partido Revolucionario Institucional (PRI) Ulises Ruiz, y las fuerzas de seguridad. Hasta el momento van 120 detenidos -40 de ellos se encuentran desaparecidos- y 15 muertos.

Lucía Jiménez, maestra de preescolar en Oaxaca, hacía parte del gran grupo de oaxaqueños que caminaron hasta el Distrito Federal para hacer un plantón (así llaman al lugar donde se asientan los manifestantes) frente al Senado. Protestaban contra los atropellos de Ruiz y pedían su destitución. Contó que lo que está pasando comenzó el 14 de julio con el desalojo a la fuerza de los maestros del zócalo de su ciudad y mostró fotos donde se ve a policías disparando y golpeando a los manifestantes que pedían, entre otras cosas, que sus salarios fueran iguales a los de las zonas más pudientes del país.

De poco sirvió que los desalojaran del zócalo de Oaxaca porque los maestros siguieron protestando con el apoyo de la Appo, un grupo conformado por personas de diferentes sectores sociales en el que se ha llegado a afirmar que se han infiltrado guerrilleros, lo que le ha dado otro matiz a la protesta. Para ese entonces, a finales de julio ya no sólo exigían sus derechos laborales sino la destitución de Ruiz, a quien también acusan, entre otras cosas, de haber robado fondos para financiar la campaña en las elecciones presidenciales de Roberto Madrazo, el candidato del PRI. Esta agrupación, que gobernó por 71 años en este país en lo que fue llamado por Mario Vargas Llosa la "dictadura perfecta", pasó de ser la primera a la tercera fuerza política, después del PAN y del PRD.

Como nada se solucionaba, integrantes del movimiento, como Lucía, decidieron viajar hasta Ciudad de México para que sus protestas tuvieran más eco. Hace unos días los maestros lograron que se les prometiera que iban a tener sus rectificaciones salariales. La mayoría ha vuelto al trabajo, aunque no muy convencidos. Esto se debe a que Ruiz sigue en su cargo, aunque con cero gobernabilidad. No puede aparecerse por su oficina porque los miembros de la Appo siguen en su lucha. Los enfrentamientos entre ambos bandos son pan de cada día y la incapacidad del gobierno de Fox para solucionar el problema es evidente.

Este conflicto terminó por convertirse en una muestra de la situación política que vive actualmente México. Ruiz, considerado un típico cacique priísta al que se le acusa de haber llegado a la gobernación gracias a un fraude electoral, se convirtió en la pieza clave de su partido para negociar su posición en el rompecabezas político que se avecina. Calderón necesitará el apoyo del PRI en las Cámaras para sacar adelante las reformas, especialmente económicas, pues es claro que no podrá contar con el PRD.

Durante estos últimos meses el PAN trató de mantenerse al margen, a la espera de que el propio PRI presionara a Ruiz para que se fuera. A estas alturas ya lo exige con más vehemencia, pero no es mucho más lo que puede hacer. Su situación política no se los permite. El PRI ha seguido sin tomar una posición firme hacia Ruiz porque, al fin y al cabo, es uno de sus gobernadores, y perder uno de sus bastiones políticos en esta época de decadencia sería visto como una gran derrota. En México no hay poder legal para intervenir en los estados. Los gobernadores son autónomos, lo que los convierte en una especie de virreyes todopoderosos, y más cuando sus tentáculos políticos llegan hasta el Congreso, como es el caso de Ruiz.

Largo camino

Así como están las cosas queda claro que durante los próximos seis años las cosas para Felipe Calderón serán bastante complicadas. Una de las dificultades a la hora de gobernar será precisamente que tendrá que coquetear constantemente con el partido al que se opuso por años. Y es que ante esta situación se podría pensar que el PRI será la pieza clave en el próximo gobierno, a pesar de haber tenido el peor resultado posible: quedar relegado al tercer lugar. "Es cierto que el PRI podrá tener influencia para los dos partidos. Pero también se encuentra en una situación critica porque en el horizonte no se ve que pueda recuperar el poder en corto plazo. Puede haber más fugas y lograr una unidad interna será difícil. Por eso creo que el PRI se puede venir para abajo gradualmente", dijo a SEMANA José Antonio Crespo, analista político del Cide.

A diferencia de Vicente Fox, que viene del sector empresarial, Calderón viene del mundo político y tal vez logre manejar esta situación con algo de destreza. Hace 10 años, a los 34, fue presidente de su partido, y conoce muy bien el Congreso, no como su antecesor, que nunca logró entenderlo. Nadie tira cohetes por él ( "es una buena persona, perfecto para administrar una comunidad de vecinos", dice el escritor Juan Villoro), pero son pocos los que tienen una imagen clara de él. Al fin de cuentas, es un hombre gris, sin carisma, que no proyecta ninguna imagen concreta fuera de la de ser tranquilo. De todas maneras, muchos analistas políticos le auguran mayor margen de maniobra política que la que tuvo su antecesor, a pesar de que el 64 por ciento de los mexicanos no votó por él y que tendrá que lidiar con problemas tan complejos como el muro que construirá Estados Unidos en la frontera para detener la inmigración ilegal, la pobreza -40 millones de pobres-, la desigualdad y la inseguridad, por sólo citar algunos de los enormes retos que le esperan.

A esto se suma que dentro de su partido no todos están con él, empezando por el propio Fox, que no pensaba en Calderón como opción para candidato oficial. "Gané a pesar de mi partido", dijo en alguna ocasión. Mientras Calderón pertenece a un ala más política y, según algunos expertos, a una derecha más moderada, Fox viene del ala industrial y más moldeada por la religión católica. En México se habla con insistencia de la relación del PAN con el Yunque, que sería una organización de extrema derecha de raíz católica cuyo objetivo supuestamente es "ordenar el Estado para instaurar la Ciudad de Dios conforme al Evangelio", según dice el periodista Álvaro Delgado, autor del libro El Yunque: la ultraderecha en el poder.

Fox, dicen los expertos, creyó que con su popularidad iba a lograr sacar adelante las reformas que necesitaba México después de tantos años de gobierno priísta, y no pudo. Si el balance económico de su gestión es positivo, en otros aspectos como la seguridad y la lucha contra el narcotráfico es poco menos que un desastre. Aun así, deja el poder con una alta popularidad. Toda una incógnita para muchos. Según Jesús Silva-Herzog Márquez, uno de los analistas más reconocidos de la prensa del país, "esto se explica por un reconocimiento que se le hace a él en lo individual y no tanto como Presidente. Se le reconoce como hombre que hizo una contribución histórica importante a México, concretamente el haber ayudado a dar el paso simbólico de la alternancia y dejar atrás el reinado del PRI". Por su manera de hablar despreocupada y directa, por su manera de vestir, queda la sensación de que la gente lo sentía como un Presidente cercano.

El terror

Fox era algo así como el patrón de la finca al que se le respetaba. "Cállate chachalaca", le gritó López Obrador durante la campaña, y sus encuestas empezaron a bajar. Muchas personas creen que esta fue la vuelta de tuerca para el futuro del entonces favorito candidato del PRD. "Un candidato no puede transmitir violencia, y mucho menos insultar al Presidente", dijo José, quien tiene un puesto en el mercado de Coyoacán. Y es que la campaña presidencial mexicana estuvo marcada por fuertes agravios que polarizaron al país. Fox no se quedó al margen, hizo fuertes pronunciamientos a favor de Calderón y ayudó a mostrar que México iba a retroceder años si López Obrador llegaba a la Presidencia y que incluso podría causar una devaluación, una palabra que causa temor en México. "Fue un discurso para asustar a la clase media, donde están la mayor parte de los indecisos, y en México no se puede ganar sin el apoyo de ésta", explicó Joaquín Ibarz, corresponsal del diario La Vanguardia, de Barcelona. La participación del presidente Fox fue tan evidente, que el comité electoral le ordenó detener sus intervenciones.

Por ello, algunos analistas piensan que las supuestas irregularidades no se dieron el día de las elecciones, sino durante la campaña electoral. "La campaña fue injusta", explica Villoro, quien apoyó a López Obrador pero quien a su vez ha tenido la fortaleza para criticarlo. Y es que la situación de polarización y de crispación ha llegado al punto de que dentro de la izquierda y la derecha se defiende el lema "estás conmigo o estás contra mi". No hay puntos medios. Hay muchas familias donde no se puede hablar de política y amigos que no han vuelto a verse porque no están de acuerdo con el pensamiento del otro."En esta ocasión había la conciencia clara de que se jugaba el destino del país como en ninguna otra ocasión", explica Raúl Cremú, escritor y editorialista del periódico El Universal.

Villoro argumenta que aunque no se puede asegurar que ha habido fraude, aun así habría que probar que no lo hubo para limpiar la elección. Y es que la manera confusa como procedió el comité electoral en la noche de elecciones y como se hizo luego el recuento de los votos en 9.000 casillas de las miles impugnadas por el PRD, dejó un manto de duda sobre la limpieza de las elecciones. Sobre todo si se tiene en cuenta que la diferencia de votos fue tan estrecha. López Obrador ha aprovechado esto para crear la sensación de fraude. Ibarz explica que hubo una cantidad de mensajes falsos del PRD, que acusaron incluso a miembros de su mismo partido, que crearon el fantasma del fraude."Estoy convencido de que no hubo fraude, pero cuando hay un actor importante como López Obrador que sostiene que sí lo hubo, encuentra una memoria muy cerca de los mexicanos que durante muchas décadas vieron que se cometió una cantidad de abusos", explica Silva-Herzog.

Según una encuesta reciente, el 44 por ciento de las personas cree que sí hubo fraude. En la calle es fácil comprobar que la creencia es real. "Todos los que yo conozco en mi barrio votamos por él, y muchos de los que se montaban en el taxi también lo hicieron y ahora resulta que perdió", argumenta José. Pero también está claro que la gente no quiere quedarse en esta discusión y quiere seguir adelante. El plantón de la avenida Reforma, en el que miles de personas que protestaban por el fraude bloquearon la principal avenida de México durante 40 días, desgastó la imagen de López Obrador. "Está obsesionado por el poder, tendría que haberse retirado y no perjudicar al pueblo", dice Ignacio, que se vio afectado por el plantón. Las consecuencias económicas fueron inmensas: miles de personas perdieron su empleo, los hoteles vieron reducida su ocupación al 10 por ciento, cientos de taxistas endeudados hasta los dientes...

"Si sufres una derrota injusta tienes que revertirla en tu favor demostrando que fuiste víctima -afirma Villoro-, pero ser víctima no te faculta a protestar de cualquier manera. Puedes perder la facultad moral". Porque López Obrador tiene actuaciones desconcertantes. Después de pedir que se recontaran los votos y antes de conocer el resultado, realizó la primera convención democrática en el Zócalo, donde un millón de sus seguidores levantaron la mano y aprobaron que fuera el Presidente "legítimo". Y el 20 se posesionará como tal. "Lo que Andrés Manuel hizo fue reafirmar en cuanta oportunidad tuvo de que nosotros ganamos la elección. En una elección donde se presume fraude e igual se presentan las evidencias, cuál es lo malo de que digamos que ganamos la elección", argumenta Jesús Ortega, uno de los principales líderes del PRD.

Pero todo parece indicar que a López Obrador no le ha funcionado su estrategia, pues su popularidad ha descendido vertiginosamente. La gente, además, ha terminado por percibirlo como un hombre que no sabe perder y que no respeta las instituciones. Nadie sabe cuál será su futuro político durantes los seis años de gobierno de Calderón. Por ahora no hay vaticinios. Sólo se dice que ésta será una de las transiciones más complicadas que ha tenido México.