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El dictador desafiante

Quién es Kim Jong II, el 'gran líder' de Corea del Norte, que se ha atrevido a retar a una confrontación militar a la mayor potencia del planeta.

18 de diciembre de 2003

Yo odio a Kim Jong Il. Es visceral, tal vez es mi religión, pero me siento pasional al respecto". Cuando George W. Bush lanzó la frase en una entrevista a The Washington Post, hace cerca de seis meses, era poco lo que se sabía del líder norcoreano que hoy desafía al mundo al retirarse del tratado contra la proliferación de armas nucleares y amenazar con un "mar de fuego" en caso de que alguna sanción le sea impuesta.

A juzgar por la desconcertada reacción de Estados Unidos ante la altanería norcoreana Bush tiene muy buenos motivos para odiar a Kim. El dictador se ha plantado en su posición en un momento en que Washington no quiere distraer sus esfuerzos, centrados contra Irak, y le está haciendo pasar un muy mal rato. Con el paso de los días se hace más extraño el contraste de la aproximación de bajo perfil de Estados Unidos ante Norcorea y la de guerra ante el país de Saddam Hussein. Y se evidencia que Kim parece estar ganando el pulso.

La antipatía de Bush tiene que ver también con la historia del norcoreano, un personaje de atractivo más que dudoso. Desde hace más de medio siglo, con la división de Corea, la República del Norte, bajo la dirección de Kim Il Sung, padre del actual dictador, ha estado aislada del mundo. Se trata del último régimen estalinista del planeta y el sistema se sostiene, en gran medida, gracias al culto a la personalidad que Kim heredó de su padre.

Aunque Kim afirma que casi no duerme, por trabajar para su gente, se le conoce como un playboy que vive en el lujo mientras su pueblo se alimenta de raíces. Hennessy, la marca de licores, confirmó en 1994 que su líder era el mayor cliente individual durante dos años seguidos. Cada botella de su coñac favorito cuesta 630 dólares en un país donde el salario es 900 dólares al año.

Rara vez se le ve con otro atuendo que no sea la chaqueta estilo Mao y se dice que su particular peinado, siempre hacia arriba, se debe a su obsesión por lucir más alto. El "más grande de los grandes hombres hechos por el cielo", como se le llama en la radio oficial, mide menos de 1,60 metros y usa plantillas de 10 centímetros cuando se va a fotografiar con otra persona.

La gente ha sido enseñada a adorar la imagen de Kim. Inmensos carteles con él, acompañado por su padre, adornan los edificios gubernamentales en Pyongyang, la capital. En un país donde escasea no sólo la comida, sino también la calefacción y la electricidad, numerosos alumnos tienen que estudiar bajo la luz de los proyectores que iluminan las colosales estatuas del 'gran líder' levantadas en cada plaza mayor.

Los medios han tenido un papel importante en la exaltación de su figura. En casi todos los hogares hay un radio, permanentemente prendido, pero sin otras estaciones, que transmite todo el tiempo canciones heroicas, denuncias contra los norteamericanos y tributos a Kim Jong Il. El control de la información es total y Reporteros Sin Fronteras lo considera uno de los "predadores" mundiales de la prensa. Sus críticos son enviados a campos de concentración, las noticias sobre la hambruna y la represión se difunden de manera clandestina y están prohibidos los medios de comunicación internacionales.

Kim ya era la cabeza del ejército y había sido anunciado como sucesor antes de que su padre muriera en 1994. Por mucho tiempo se le conoció como el 'querido líder' pero hacia 1997, cuando fue nombrado jefe del partido comunista, se le comenzó a llamar 'gran líder', un título hasta entonces reservado para Kim Il Sung.

Uno de los detalles más conocidos de Kim Jong Il es su pasión por el cine. Posee una colección de 20.000 películas, se dice que es fanático de James Bond y en alguna ocasión afirmó que si no hubiera sido presidente de su país se habría convertido en crítico o productor e incluso escribió un libro titulado Sobre el arte del cine.

El único funcionario norteamericano de importancia que se ha reunido largamente con él es Madeleine Albright, quien visitó Pyongyang en octubre de 2000. Después de su visita la secretaria de Estado de la administración Clinton lo definió como un duro negociador, no tan demente como podría parecer, que se encuentra "aislado pero de ninguna manera desinformado". Kim navega por Internet y permanentemente se informa a través de CNN. De acuerdo con Albright, incluso llegaron a conversar sobre la entrega de los premios Oscar y el regreso del basquetbolista Michael Jordan.

Ese hombre mundano y vanidoso dirige con mano de hierro un país que requiere la ayuda humanitaria internacional para alimentar entre seis y ocho millones de sus ciudadanos al año -un tercio de la población-. Durante los 90 más de dos millones de norcoreanos murieron de inanición. Sus credenciales como terrorista tampoco son despreciables. La desaparición de sus potenciales opositores y la práctica del terrorismo de Estado son algunas de las acusaciones en su contra. Se cree que ordenó en 1983 el bombardeo de una delegación surcoreana en Burma y en 1987 el de un avión donde murieron 115 personas. Y su maquinaria militar es enorme. Los multitudinarios desfiles militares, en los que se rinde tributo al 'gran general', otro de sus títulos, son frecuentes. El cuarto ejército del mundo, con más de un millón de soldados y 4,7 millones de reservistas, es un eslabón clave en el sostenimiento del régimen y uno de los factores que permiten a Kim mantener una posición desafiante frente a Washington a pesar de depender de la ayuda externa.

Corea del Norte podría tener hasta cinco armas nucleares y, en caso de no tenerlas, podría fabricarlas en menos de un año. Su industria militar ha fabricado misiles de corto y mediano alcance y está desarrollando el Taepo Dong-2, que podría alcanzar Alaska, Hawai y posiblemente California. Aunque es poco probable que Kim llegue a lanzar un misil se teme que decida vender la tecnología armamentística a otros dispuestos a hacerlo, o a alguna organización terrorista.

Pese a que muchos lo consideran un excéntrico con demasiado poder, para otros la actitud de Kim es perfectamente lógica. Ha logrado aprovechar el momento a tal punto que el propio secretario de Estado de Estados Unidos, Donald Rumsfeld, ha llegado a omitir las menciones al pasado terrorista del norcoreano. Los norteamericanos no omiten oportunidad de afirmar que Saddam Hussein, con su ejército de pacotilla y sus viejos misiles, es una amenaza mucho más apremiante que la de Corea del Norte.

Derek Mitchell, ex funcionario de la administración Clinton que trabajó en el Pentágono, se alinea con el segundo grupo cuando afirma: "La gente dice que Corea del Norte está siendo irracional, pero no lo es. Es completamente racional para una nación amenazada por el mayor poder mundial, sin ninguna oportunidad, desarrollar un seguro contra un ataque".