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EL ENIGMA DEL SUPERESPIA

El caso del número 5 de la KGB coloca a Reagan en posición incomoda en vísperas de la cumbre con Gorbachev

9 de diciembre de 1985

Pasados los últimos ventarrones del incidente Yurchenko, surge la pregunta: ¿estuvo en peligro por él la cumbre entre Ronald Reagan y Mikhail Gorbachev? Por lo que se ve, no. Estados Unidos apretó lo dientes y aguantó el garrotazo sin hacer mayores aspavientos. El Departamento de Estado, después de una entrevista en sus oficinas con el funcionario diplomático soviético, se contentó con impartir la "autorización" para que éste regresara a su país. Poco después, Vitaly Yurchenko el extraño hombre de bigotes estilo Walesa, emprendía camino a casa en un avión de Aeroflot.
Sin embargo, el acontecimiento, que comenzó el lunes con una espectacular rueda de prensa en la embaja da soviética en Washington, trajo a la memoria de muchos otra conferencia de prensa no menos cargada de signos ominosos: la que realizó el piloto norteamericano, Gary Powers, en 1960 en Moscú y que terminó frustrando otra cumbre que prometía ser histórica, la anunciada entre Nikita Khrushchev y Dwight Eisenhower.
En aquella ocasión, las cosas marcharon bajo la impetuosa batuta del Secretario General. Abatido el avión U-2, Khrushchev pidió a Estados Unidos prometer públicamente que no volvería a realizar vuelos espías sobre territorio de la URSS. Ante la negativa de Eisenhower, el dirigente moscovita abandonó París y la reunión quedó de hecho suspendida.
Hoy nadie espera que Gorbachev haga un desplante sernejante en Ginebra la víspera de su encuentro con Reagan, pues la gambeta de Yurchenko a todas luces tenía un alcance limitado: desacreditar el discurso reaganista sobre los derechos humanos desnudar a la CIA.
Según Yurchenko, él nunca desertó, sino que fue secuestrado, drogado, torturado y retenido por la agencia norteamericana. "A principios de, mes de agosto de 1985--declaró- cuando me encontraba en viaje de negocios en Italia, fui secuestrado por desconocidos. Fui trasladado en estado de inconsciencia de Italia a Estados Unidos Allí fui encerrado y aislado, obligado a tomar drogas, por esto no pude entrar en contacto con las autoridades soviéticas. Hasta el 2 de noviembre, en un momento de descuido de mis guardianes, pude escapar y acudir a la embajada soviética ( )
Por el momento, mi único deseo es regresar lo más rápido posible a mi país volver a ver a mi familia, a mis parientes y amigos Villa Abamelek, la embajada soviética en Roma, está ubicada en la colina de Janiculo. De ese lugar, a las 9 de la mañana, salio Yurchenko el 1 de agosto anunciando que haría una visita al Museo del Vaticano.
Fue cuando se esfumó. Veinticuatro horas después, Alexander Toepil, vicecónsul soviético, denunciaba en la comisaría de Borgo Pío muy cerca de la Plaza de San Pedro la desaparición del funcionario, quien había llegado a la capital italiana el 24 de julio. Las investigaciones policiacas jamás arrojaron resultado alguno. El 11 de octubre, el gobierno norteamericano revelaba que Yurchenko, "el número 5 de la KGB", estaba en Estados Unidos, había pedido asilo político, y colaboraba con la CIA.
Desde el comienzo de la desaparición, los soviéticos demostraron mucho interés por su empleado. El mismo canciller, Eduard Shevardnadze, envió un mensaje personal al respecto a su homólogo italiano. La misión oficial encomendada a Yurchenko en Italia, no era--aparentemente-de gran importancia: verificar el sistema de seguridad de la Embajada. La futilidad del encargo contrastaba con el rango y experiencia del funcionario. Yurchenko había ocupado ya un cargo diplomático en Washington y otro más en París, de donde fue expulsado en 1982 con otros 41 funcionarios bajo una acusación de espionaje. Para los servicios secretos de Occidente, él era, ni más ni menos, que uno de los altos responsables de la KGB moscovita.
La CIA estaba, por lo tanto, orgullosa de tenerlo en sus manos. La agencia, que jamás comenta con periodistas sus negocios, comentó esta vez, cuando Yurchenko apareció el lunes en la embajada soviética, que las informaciones recibidas de él eran de "primera calidad" y que con ellas incluso habían identificado al agente de la CIA, Edward Lee Howard, como espía soviético (hoy oculto en alguna parte), quien había denunciado a un coronel de la URSS que estaba traicionando a su país, en beneficio norteamericano. También les confirmó la muerte hace 10 años en Viena de Nicolás Shadrin, un agente doble norteamericano.
Esa euforia se transformó en ira cuando Yurchenko, un hombre alto y ágil, casado y con un hijo de 16 años que vive en la URSS, levantando las manos en la conferencia de prensa en Washington describió cómo había cenado una noche con William Casey, el director de la CIA: "Me llevaron drogado al encuentro Me dijeron que fuera educado y que discutiera de política" Más tarde, en la versión del soviético, la CIA le propuso firmar un contrato por un millón de dólares exonerados de impuestos, más una renta anual de 62.500 dólares, incrementables según la inflación, así como un seguro médico gratuito. A cambio, él tendría que convertirse en "consultante" de la agencia.
"Me dijeron: "si huyes, te aguardan la prisión y la muerte Daremos a la KGB todo lo que no has contado" ( ) Fueron tres meses terribles en manos de torturadores"
La embajada soviética en Washington dirigió de inmediato una nota de protesta al Departamento de Estado calificando el secuestro y detención de Yurchenko como una operación que constituye una"flagrante violación de los derechos humanos" Tambien exigió a la Casa Blanca presentar excusas. Un cable de Tass empleó las palabras "terrorismo de Estado" para describir el asunto.
Para la administración norteamericana, las declaraciones del funcionario soviético son "completamente falsas y sin fundamento" El Departamento de Estado insiste en sostener su versión de octubre: Yurchenko se había pasado al bando norteamericano "por su propia voluntad " "Consideraríamos muy grave que Yurchenko regrese a su país, sin antes hablar con nosotros", señaló un vocero de esa dependencia.
Para explicarse lo que estaba pasando, funcionarios de Washington tejieron dos teorías. La primera plantea que el soviético desde el comienzo era un agente doble, infiltrado mediante una falsa deserción para obtener información sobre los métodos del contraespionaje norteamericano y desacreditar ulteriormente la agencia enemiga. William Casey, participaría de esa teoría. La segunda pretende que Yurchenko desertó realmente, pero que más tarde decidió regresar a casa por una nostalgia amorosa o temor a represalias contra su familia.
Ninguno de los dos planteamientos acepta la posibilidad de que lo que afirma Yurchenko sea la verdad. La discusión más viva es entre quienes piensan que nada perdió Estados Unidos con esto y los que piensan que Yurchenko ahora conoce algunos secretos que serán de valor para Moscú. Caspar Weinberger, secretario de Defensa, replicaba: "El nos dio basura; nosotros no le dimos nada No hay el menor peligro para nosotros"
Menos seguro estaba el presidente Reagan. Dijo estar perplejo por el sincronismo de otras acciones, al lado de la de Yurchenko, en la que ciudadanos soviéticos buscaron refugio en Estados Unidos y luego cambiaron de opinión. Se refería al caso de Miroslav Medvid, marinero de 22 años que saltó al agua dos veces el 24 de octubre, cerca de Nueva Orleans, porque aparentemente quería "vivir en un país honesto". Al cabo de varias diligencias se quedó entre su gente. Y al de Alexander Sukhanov, soldado de 19 años que entró a la embajada norteamericana en Kabul y ocasionó un incidente que hubiera podido ser mas grave. Las tropas soviéticas rodearon la sede diplomática, cortaron la luz y tras 5 días de tensión, el muchacho regresó a filas. Reagan olvidó un cuarto hecho: las revelaciones del Washington Post sobre la aventura de la CIA en Libia. Ninguno de esos hechos logró dañar los preparativos de la cumbre en Ginebra. No obstante, un hecho es cierto: a solo 15 días de esa reunion, el Kremlin ha dado una bofetada al espionaje norteamericano y puesto una dificultad adicional a Reagan en su empeño por utilizar allí, como elemento central, las violaciones de los derechos humanos en la URSS. No se olvide que este piélago de incidentes estallaba cuando la esposa del disidepte Andrei Sakharov, en un aparente gesto "humanitario" de Moscú, obtenía un permiso para viajar a Occidente y se le permitía a Sakharov mismo telefonear a su familia, por primera vez en seis años. Y que lo de Yurchenko revivió el caso Bitov, un periodista soviético que aparentemente fue secuestrado en Italia en septiembre de 1983, y pudo regresar el 20 de agosto de 1984, refugiandose en la Embajada de su país en Londres. En Moscú, Oleg Bitov declaro: "He sido drogado, secuestrado y torturado" por los servicios secretos británicos.
Por algo un funcionario de la Casa Blanca decia lo siguiente, al comentar estas cosas: "Nosotros todos estamos obviamente bien conscientes de que bajo Gorbachev las cosas son bastante diferentes" · --