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El enredo del general

Escándalo de drogas evidenciaría la más atrevida infiltración del cartel de Cali en el gobierno gringo.

11 de octubre de 1993

SI LA DEA (AGENCIA FEDEral Antidrogas de Estados Unidos) está diciendo la verdad, el mejor aliado de Estados Unidos en la lucha contra la droga en Venezuela era, al mismo tiempo, colaborador del cartel de Cali en ese país. Se trata del ex general de la Guardia Nacional Ramón Guillén, contra quien un juez venezolano dictó auto de detención por narcotráfico.
Una investigación interna de la DEA, en la que se basó gran parte del proceso judicial venezolano, afirma que el general enviaba drogas a Estados Unidos por su cuenta, a tiempo que se reunía con los funcionarios de esa agencia y de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) para coordinar operaciones antinarcóticos .
La decisión contra Guillén y otros militares de la Guardia Nacional que trabajaron para la jefatura antinarcóticos produjo un escándalo en Venezuela.
Guillén ostenta un récord de cinco mil detenidos y 37 toneladas de cocaína incautadas, y fue el hombre que detuvo el secuestro de sospechosos de narcotráfico por parte de la DEA en territorio venezolano. Por esa fama no es raro que los miembros de la Guardia hayan cerrado filas en solidaridad y hayan donado un día de sueldo para pagar los costos de la defensa. Por su parte, Guillén dijo ser víctima de una confabulación de agentes de la Disip (policía política venezolana), para quienes él se convirtió en un estorbo en el negocio de cobrar a la DEA recompensas, gastos y viáticos por vigilar envíos de cocaína para ser incautados en Miami.
Si eso es o no cierto, solo se sabrá al culminar el proceso, pero de prosperar los cargos contra Guillén, este sería el caso de infiltración a más alto nivel que ha logrado la organización de Cali dentro del gobierno de Estados Unidos.
Ello parece demostrado por cuanto tras descubrir que el general estaba jugando en el equipo contrario, la DEA provocó un remezón en sus oficinas de Caracas, sin precedentes en Latinoamérica.
La jefe de la misión en esa ciudad, Anabell Grimm, y la agente especial Hilda Serna, que trabajaron con el militar, fueron transferidas a otros cargos y terminaron desvinculadas de la agencia, en tanto que un funcionario de la CIA también fue trasladado. Aunque los funcionarios gringos no fueron acusados de narcotráfico, la DEA halló indicios de un exceso de confianza, y en algunos casos de confraternización entre los oficiales de ambos países, lo que pudo haber propiciado el debilitamiento de los controles. El propio Guillén dijo que fue interrogado por la DEA a fin de saber si él había tenido relaciones sexuales con Serna y si conocía las preferencias sexuales de Grimm. Guillén dijo a The Miami Herald que respondió que no haber tenido ninguna relación sexual con Serna.
El juez dictó, además, auto de detención contra el general Orlando Hernández Villegas, quien reemplazó a Guillén en su cargo de jefe de antidrogas de la Guardia Nacional. Hernández, hoy comandante de la Policía Metropolitana, es acusado de simulación de hecho punible. Según los cargos, el militar hizo un simulacro de confiscación de un cargamento de cocaína que, supuestamente, estaba en poder de Guillén.
En la boleta de captura aparece también el nombre de un ex agente del F-2, quien hizo una vertiginosa carrera en los organismos de seguridad de Venezuela hasta convertirse en el hombre de confianza del general Guillén y de la DEA. Su último alias conocido es Adolfo Romero, a quien la prensa venezolana llama "el espía de los mil nombres". Fue informante de la Guardia Nacional para infiltrar los carteles de Colombia.
Pero la DEA cree que Romero era el compañero de Guillén en la partida doble que le jugaban a ambos gobiernos.
Durante varios años la DEA y la Guardia Nacional vivieron una apacible luna de miel. Para el gobierno de Estados Unidos era lógico aliarse con la fuerza de mayor presencia territorial en un país que se ha convertido en un paraiso del trasiego de drogas.
Esa fuerza era Ia Guardia Nacional y el hombre clave el General Guillén. Las relaciones institucionales funcionaron bien hasta fines de 1990, cuando un agente encubierto de la Disip descubrió que una droga que debía recibir de Cali estaba custodiada nada menos que por oficiales de la Guardia Nacional. El incidente ocurrió cerca del hotel El Cid, de Caracas. Guillén explicó que sus hombres estaban alli porque la Guardia Nacional también seguia la operación. La DEA no creyó la versión y la sumó a otros incidentes sospechosos.
Después de más de un año de investigaciones el gobierno de Estados Unidos ofreció a Guillén la opción de responder bajo inmunidad a todas las dudas que tenía la DEA sobre su conducta. Guillén aceptó y viajó a Miami en noviembre de 1991. Las sospechas quedaron confirmadas, según la DEA, durante un interrogatorio de tres días al que fue sometido en el hotel Hilton del aeropuerto de Miami.
Según el documento que resume el interrogatorio, "después de confesar y admitir su culpabilidad a su esposa, que lo había acompañado a Miami, él dijo que efectivamente estaba involucrado en el envío de cocaína". Pero Guillén asegura que viajó a Estados Unidos, siete veces y que 14 tribunales han ratificado que no hay ningún proceso en su contra.
Sostiene que la conclusión de la DEA es falsa y que los documentos aportados "están llenos de contradicciones".
La justicia venezolana dirá la última palabra cuando decida si son ciertas las conclusiones que indican que, desde el punto de vista del gobierno estadounidense, la DEA y la CIA habían sido infiltradas por su peor y más astuto enemigo: el cartel de Cali. n