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EL GENERAL EN SU LABERINTO

El embargo de las cuentas en dólares de Panamá en EE.UU., primer golpe realmente fuerte contra Noriega.

4 de abril de 1988

El pasado miércoles 2 de marzo, todo parecía indicar que el hombre fuerte de Panamá y jefe de las Fuerzas de Defensa, general Manuel Antonio Noriega, había capeado con relativo éxito la semana de protestas y paros que sucedió a la salida del presidente Eric Delvalle. Ese día, en los sectores más populosos de ciudad de Panamá como el barrio "El Chorrillo", que rodea el cuartel general de las Fuerzas de Defensa y que está poblado por obreros y gentes de bajos ingresos, las cosas no sólo estaban tranquilas sino que los habitantes se dedicaban a poner afiches a favor de Noriega con los viejos lemas del torrijismo como "Proceso revolucionario, ni un paso atrás hasta 1999", fecha en que, según los acuerdos Torrijos-Carter, el Canal será devuelto a Panamá. Mientras tanto, el paro general convocado por la Cruzada Civilista y que había afectado al 70% del comercio y al 50% de la industria, iba en declive y las protestas estaban circunscritas a barrios de clase media alta como "El Cangrejo". Allí, sobre la elegante "Vía Argentina", los inconformes esperaban pacientemente a que sus choferes parquearan los B.M.W. o los Mercedes y sacaran del baúl las llantas viejas que ellos iban a arriesgarse a prender para bloquear las calles.
Lo cierto es que, hasta ese momento, nada parecía inquietar profundamente al general o poner en peligro su permanencia al frente de las Fuerzas de Defensa. La presión interna, resultado del paro general, no lo iba a acorralar en la medida en que no obtuvo ningún respaldo popular y fue levantado el pasado jueves por la noche para, según sus promotores, "evaluar sus resultados" y planear las estrategias futuras.
Sólo quedaba esperar los efectos de las medidas externas, especialmente las tomadas por los Estados Unidos. Noriega le restaba toda importancia al bloqueo a las exportaciones panameñas por parte de los gringos, puesto que la medida afectaba básicamente a la burguesía empresarial, opositora del régimen, y no al gobierno. El retiro de la ayuda económica y militar tampoco desvelaba al general si se tiene en cuenta que ese tipo de medidas ya se habían tomado desde junio del 87 y se asumieron sin detrimento del poder de Noriega. Una de las sanciones más fuertes era la del cierre de los créditos futuros a Panamá, medida que lo afectaría a largo plazo y que, teniendo en cuenta que el general es una persona con amigos poderosos en todo el mundo, podría ser subsanada cuando bajara la marea y no quedaran dudas sobre la legitimidad del gobierno del recién instalado presidente Manuel Solís. En fin, todas las medidas contra Noriega tomadas por los Estados Unidos, especialmente por el Departamento de Estado, no habían sido más que una metida de pata tras otra. Y en cuanto al paro general, éste sólo afectó parcialmente a la capital mientras que en la provincia, donde el respaldo a las Fuerzas de Defensa es incondicional gracias a las obras sociales que han realizado y al sentimiento nacionalista que ha alentado todas sus acciones, las manifestaciones que se presentaron fueron de respaldo al general con el estribillo de "Noriega, amigo, el pueblo está contigo".
Pero no todo podía ser color de rosa, y los Estados Unidos tenían un clavo que sacarse. La posición de Noriega no podia ser del todo inexpugnable y sólo era cuestión de encontrarle el "talón de Aquiles". Curiosamente, el punto débil era más que evidente, pero apenas el miércoles pasado los norteamericanos dieron con él. Una de las cosas más curiosas que tiene Panamá, aparte del Canal, es que se trata de un país sin moneda. El Balboa no existe, fuera de algunas monedas de 25 centavos, iguales en tamaño y forma a los quarters gringos, y que sólo sirven para llamar por teléfono. De resto, la moneda nacional panameña es el dólar y el Banco Nacional de Panama, el equivalente del Banco de la República en Colombia, cumple todas las funciones que tienen los bancos centrales en el resto del mundo menos una: la de emitir moneda.
Esta carencia de la economía panameña se hizo evidente la semana pasada cuando, a raíz del paro general, la gente se lanzó casi que masivamente a los bancos para hacer retiros en efectivo ante la perspectiva de que las cosas empeoraran y el paro se mantuviera. Esto desembocó en una situación de iliquidez que obligó al cierre de las entidades bancarias por parte del gobierno, al menos mientras llegaban nuevas remesas de circulante.
Y fue ahí donde los gringos acertaron. El procedimiento normal que si que el gobierno panameño en este tipo de situaciones es el de pedir el dinero a los bancos norteamericanos en los que tiene cuentas. Pero el pasado jueves, cuando el gobierno de Solís pidió a los bancos norteamericanos que le enviaran una remesa en efectivo para conjurar la crisis, se encontró con que el gobierno norteamericano reconocía como legitimo presidente a Eric Delvalle y por lo tanto, Solis no podía manejar las cuentas panameñas en los Estados Unidos. Además, para desgracia de Noriega, el único diplomático que le volteó la espalda en el momento de la crisis fue su embajador en Washington, Juan B. Sosa, quien, de acuerdo con lo expresado por el Secretario de Estado encargado John Whitehead, "es el legítimo representante panameño y sólo él tiene autoridad para manejar los fondos de ese país en Norteamérica", como quien dice, es el único que tiene la firma autorizada y registrada ante los bancos gringos y ante la Reserva Federal. Phyllis Oakley, vocero del Departamento de Estado, no ocultó los fines que persigue la medida y claramente afirmó que lo que busca es "que los fondos del gobierno panameño en Estados Unidos no sean retirados por el régimen de Noriega".
Con esto, la situación para el general se pone más difícil a medida que pasa el tiempo. Sosa no está dispuesto a entregar el manejo de alrededor de 50 millones de dólares que tiene el Estado panameño en bancos norteamericanos y que por orden del embajador están siendo transferidos a la Reserva Federal. Al finalizar la semana a Noriega le fue negado un envio de 10 millones de dólares solicitado al Citibank, mientras Panamá se acercaba rápidamente a un colapso financiero. La escasez de circulante afectará directamente el bolsillo de los más pobres. Los tenderos, por ejemplo, que viven de la venta al menudeo deberán cerrar sus negocios sin lograr conseguir lo mínimo para su sustento lo que golpeará abiertamente a las mayorías que hasta ahora han apoyado al gobierno de Noriega. Otro grave problema se presentará a la hora de pagar la nómina de los 40 mil empleados oficiales que laboran en el istmo.
El panorama, de un día para otro, pareció oscurecerse para el general.De acuerdo con el desarrollo de los acontecimientos, lo que han logrado los Estados Unidos es acorralar al hombre fuerte y polarizar la opinión internacional, en un episodio cuyo desenlace es hoy una incógnita, y en el que algunos no descartan un enfrentamiento militar entre las Fuerzas de Defensa y los 10 mil efectivos norteamericanos acantonados en el Comando Sur en la Zona del Canal.
Pero independientemente de las posibilidades de una confrontación armada, lo único que está claro es que si los Estados Unidos le siguen apretando las tuercas a Noriega, Panamá puede terminar buscando en el bloque comunista lo que ha perdido en Occidente. De hecho, Cuba y Nicaragua son los únicos que han salido claramente a respaldar al general en el plano internacional. Respaldo que no soluciona el problema de los dólares, pero que insinúa desde ya las graves consecuencias que las equivocaciones
de Elliot Abrams, subsecretario de Estado para asuntos latinoamericanos, pueden desencadenar en uno de los puntos del planeta donde, por cuenta del Canal, se juegan intereses más vitales.