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EL GENOCIDA DE SRI LANKA

LA HISTORIA DE LOS TIGRES TAMILES, LOS REBELDES QUE VOLARON PARTE DE COLOMBO, CAPITAL DE SRI LANKA, ESTA LLENA DE SANGRE Y DESTRUCCION.

4 de marzo de 1996

El tipo de camión, la forma como actuaron los sicarios suicidas, el lugar escogido, la hora, todo llevaba la firma de Vellupillai Prabhakaran en el atentado perpetrado la semana pasada en Colombo, capital de Sri Lanka, que causó más de 100 muertos y, hasta el cierre de esta edición, unos 3.000 heridos. Porque ese sonriente hombre de 43 años, líder de los Tigres Libertadores del Tamil Eelan, gusta de los explosivos para desarrollar la carnicería que tiene postrada a esa isla paradisíaca que hasta hace unos 15 años, cuando se llamaba todavía Ceilán, era una potencia turística y una sociedad ejemplar en el Tercer Mundo.Y es que Prabhakaran es un hombre despiadado que ha demostrado su crueldad en múltiples ocasiones, a veces contra su propia gente. Tal es su fama que se le ha comparado con Pol Pot, el líder del Khmer Rojo, el movimiento comunista que causó millones de muertos en Camboya en el decenio de 1970. Lo que los Tigres Tamiles buscan es la independencia de un territorio al norte del país para que allí habite la minoría tamil, de religión hindú, separada de la mayoría singalesa, que es budista. La razón es que desde mediados de los años 50, cuando nacionalistas sinaleses exigieron que su idioma se declarara oficial del país, la confrontación entre ellos, que son el 75 por ciento de la población y los tamiles, que son el 18 por ciento, ha ido ganando en ferocidad. Los Tigres Tamiles lanzaron la guerra en 1983 y desde entonces han mostrado una singular predilección por los atentados con bombas. No han sido pocas las ocasiones en que mujeres tamiles, conocidas como el 'Escuadrón de aves de la libertad', han hecho volar cinturones explosivos. Han sido casi siempre exitosas en dar muerte a sus objetivos civiles y militares, pero también para matar a cientos de transeúntes inocentes.Y la saña de Prabhakaran no se dirige solamente contra sus enemigos. Hasta diciembre pasado _cuando el ejército los desalojó a sangre y fuego_ los Tigres Tamiles fueron amos de la ciudad de Jaffna, en la península del mismo nombre, al borde del país. Entonces se confirmaron las historias según las cuales muchos colaboradores del dirigente habían sido torturados y asesinados por supuestas traiciones o hasta por los motivos más baladíes, como criticar en broma al máximo líder. Otros terminaron en calabozos, sobreviviendo en condiciones infrahumanas. El prontuario de los tamiles es amplio. Entre sus víctimas está el primer ministro Rajiv Gandhi, quien murió con otras 18 personas cuando una de las 'aves' detonó su cinturón a menos de un metro en Madrás. Otros que sufrieron la misma medicina fueron el presidente de Sri Lanka, Ranasinghe Premadasa, con otras 22 víctimas, en mayo de 1993, y el principal candidato de oposición Gamini Dissanayake, víctima número 56 del atentado. El movimiento de los Tigres Tamiles nació, paradójicamente, con la ayuda de India, que apoyaba su causa por solidaridad étnica y religiosa. Pero pronto se salió de madre cuando una fuerza india 'pacificadora', que reemplazó a las tropas de Sri Lanka en el norte del país, se encontró de manos a boca luchando contra el inmanejable Prabhakaran. Luego del atentado de la semana pasada, es de esperar que la presidenta Chandrika Kumaratunga haya abandonado sus esperanzas de un acuerdo negociado con un hombre a quien los analistas indios llaman 'megalómano patológico'. Un hombre que fue capaz, en el colmo del cinismo, de enviar una nota de condolencia al gobierno norteamericano por la bomba de la ciudad de Oklahoma.