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El segundo período de Obama ha sido un permanente dolor de cabeza para él. Sus índices de popularidad están en un punto muy bajo. | Foto: AP

ESTADOS UNIDOS

El momento de la verdad para Barack Obama

Si la oposición republicana consigue el control de las dos cámaras en las elecciones de este martes, Obama lo tendrá muy difícil en los dos años que le restan.

1 de noviembre de 2014

El futuro de Barack Obama puede dar un giro notable este martes 4 de noviembre. Ese día tendrán lugar las elecciones legislativas de cuyo resultado dependerán los planes que ha diseñado para los 310 millones de estadounidenses un presidente que fue reelegido a finales de 2012 y al que le faltan dos años y tres meses en la Casa Blanca.

En los comicios, llamados ‘de medio término’, se renovarán los 435 escaños de la Cámara de Representantes y un tercio de los 100 del Senado, y también se votará por 36 gobernaciones de un total de 50. Todas las miradas se centran, no obstante, en lo que puede pasar con el Senado porque en la Cámara, según las encuestas, la oposición del Partido Republicano mantendrá una mayoría más que cómoda. En cambio, en el Senado, donde el Partido Demócrata al que pertenece Obama cuenta con una leve ventaja, las cargas cambiarían esta semana.

En efecto, un cálculo de la página web FiveThirtyEight difundido el jueves 30 de octubre sostiene que las posibilidades de que los republicanos superen a los demócratas son del 63,2  por ciento contra el 32,8 por ciento de que los demócratas sigan por encima. La cifra corrobora el último sondeo de CBS News, todavía más preocupante para las toldas obamistas, según el cual el 50 por ciento de los ciudadanos apoyará este martes a los republicanos mientras que apenas el 42 por ciento lo hará por los demócratas.

¿Qué significa eso? Que si esos pronósticos se cumplen, lo que resta de la presidencia de Obama no será precisamente un camino de rosas. ¿La razón? Los republicanos, fieles a su estrategia de bloquearle todo, no solamente le harían operación tortuga a la hora de aprobarle los nombramientos del alto gobierno sino que le frenarían proyectos como el del salario mínimo. Con ello, Obama quedaría convertido tempraneramente no solo en un lame duck (pato cojo), como se les dice a los presidentes salientes en Estados Unidos, sino en un inválido de marca mayor. 

De por sí, Obama pasa por horas bajas. En esta campaña ni siquiera les ha sido útil a los demócratas. Aunque mantiene el desempleo en el 5,9 por ciento su índice de desaprobación es del 52 por ciento en tanto que el de aprobación marca un 41 por ciento de acuerdo con Gallup. Obama no seduce al electorado. Como dijo recientemente un columnista, “el presidente prefiere confiar en el raciocinio de profesor de derecho que en la pasión que requiere un líder político”. Ha habido más críticas en su contra. “Obama no pasará a la historia. Así como ha habido un FDR, un JFK y un LBJ (en referencia a Franklin Delano Roosevelt, John F Kennedy y a Lyndon Baines Johnson) no habrá un BHO (en alusión a Barack Hussein Obama)”, subrayó en The Washington Post el analista David Aaron Miller del Centro Woodrow Wilson. “A Obama no solo no le tocaron desafíos tan grandes como la crisis del 29 o la de los misiles; no interpretó bien la realidad, y carece de carácter”. Fuera de eso, ha incumplido promesas de campaña como la reforma migratoria que les daría un camino a la legalidad a 11 millones de hispanos sin papeles. Y eso, cuando siete de cada diez latinos votaron por él hace dos años, lo deja mal parado.

De cualquier manera, este martes se despejará la incógnita y se sabrá qué rumbo tomará la política gringa. Y sucederá otra cosa: al día siguiente, el miércoles, empezará, aunque no oficialmente, la carrera hacia las elecciones presidenciales que se celebrarán en dos años. Campaña pura y dura.