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El mundo se seguirá cocinando a fuego lento

Los países desarrollados evadieron un compromiso para reducir sus emisiones de gases invernadero y mitigar el cambio climático. Quizás lo hagan dentro en una década, dijeron. Por Lorenzo Morales, enviado especial de SEMANA a Durban.

12 de diciembre de 2011

Tres millones de damnificados y 500 mil familias que tendrán que ser reubicadas es hasta ahora el áspero balance que han dejado las tres olas invernales que han azotado a Colombia en un año. La gente trata de navegar entre el desastre y el Gobierno pone parches aquí y allá. La tragedia devela cuán vulnerable es Colombia a un clima más extremo.
 
Tragedias similares se repiten en otros países. Pese a los gigantescos daños a los que está expuesto el planeta, este domingo en la mañana se sellaron en Durban (Sudáfrica) las conversaciones en las que los países del mundo ofrecieron avances mínimos para un acuerdo global para reducir las emisiones de carbono, principales causantes del cambio climático.
 
La “plataforma de Durban”, como fue bautizado el acuerdo de dos páginas, surge después de dos semanas de amodorradas conversaciones y una frenética jornada final que se prolongó hasta la mañana del domingo.
 
China, el principal emisor de gases, e India accedieron a hacer parte de las conversaciones que el próximo año darían forma a un nuevo acuerdo que obligaría a todos los países del mundo, por primera vez, a mermar sus emisiones. Estados Unidos, el segundo emisor de gases de efecto invernadero en el mundo y uno de los más renuentes a hacer parte de un acuerdo obligante, acogió la nueva “hoja de ruta” propuesta por la Unión Europea que debe ser ratificada en 2015 y prevé la entrada en vigencia de nuevas metas en 2020.
 
El acuerdo alcanzado a última hora salvó la cara tras dos años de conversaciones fracasadas en Cancún y Copenhague que anticipaban que en Durban se sellaría el colapso de las negociaciones al no alcanzar acuerdo alguno. Sin embargo, los pactos logrados siguen siendo declaraciones de buena voluntad -en un lenguaje laxo que permite reinterpretaciones- y que posponen las acciones concretas por varios años, pese a que la ciencia ha reportado que la reducción de gases de efecto invernadero no da espera si se quiere evitar un punto de no retorno climático.
 
“No podemos seguir reuniéndonos todos los años para llegar a acuerdos que se quedan cortos para responder a lo que la ciencia, y no la política, nos está exigiendo”, dijo Ruth Davis, asesor político de la organización no gubernamental Greenpeace del Reino Unido.
 
Los países en vía de desarrollo y en particular los más vulnerables, como Colombia, Pakistán, Centroamérica y algunas pequeñas islas, traían mayores ambiciones en particular sobre la inyección de fondos por parte de los países ricos para la adaptación al nuevo régimen climático. La principal expectativa estaba puesta en el Fondo Verde para el Clima, para el que los países desarrollados prometen aportar 100 billones de dólares anuales a partir de 2020 pero que sigue siendo un cascarón vacío.
 
“El sistema de consensos no funciona; solo nos lleva a la inacción o a la mediocridad”, dijo el ministro de Medio Ambiente, Frank Pearl, minutos antes de entrar a una de las reuniones a puerta cerrada el viernes en la que se discutiría una propuesta que hubiera eliminado cualquier obligación de reducción de gases por parte de los países desarrollados.
 
La ansiedad de la mayoría de las organizaciones civiles que participaron como observadoras en Durban se hizo evidente a medida que el cierre de las conversaciones se acercaba. Los corredores entapetados de complejo fueron varias veces bloqueados por manifestantes que exigían, con cantos y pancartas, resultados a los delegados reunidos a puerta cerrada en diferentes salones del centro. Afuera miles de indignados del medio ambiente ocuparon las calles.
 
Una de las riendas invisibles detrás de las negociaciones en Durban fue el precario estado de la economía mundial y la ansiedad por una crisis financiera que sigue contagiando a las naciones más ricas. Enfriar el mundo es muy caro y cada país se declaró dispuesto a hacer avances pero sin comprometer sus pocos centavos. Los países desarrollados en bancarrota -como buena parte de Europa- tratan de salvar el euro mientras que Estados Unidos sigue tratando de enderezar su maltrecha economía. Los en desarrollo -como Brasil, China, India, y Sudáfrica- no quieren compromisos amarrados a los tobillos y quitarle impulso a su carrera por una mayor prosperidad.
 
Kioto: ¿un vestido estrecho?
 
El nuevo cronograma de Durban le extiende por unos años la vida al Protocolo de Kioto, el único pacto que obliga legalmente a los países desarrollados a reducir sus emisiones. Además de Estados Unidos, que nunca lo ratificó, ahora tampoco harán parte ni Japón ni Rusia ni Canadá, que anunciaron su retiro.
 
Aunque para muchos ambientalistas desmantelar las metas y obligaciones del Protocolo de Kioto suena a herejía, quizás sea una bendición para el mundo. Aunque el acuerdo logrado en 1997 fue una resonante victoria política de los países en vía de desarrollo (empujados por Estados Unidos) sobre los más ricos, en la práctica ha sido también un sonoro fracaso: durante sus 12 años de vigencia, las emisiones globales no sólo no se redujeron sino que el año pasado alcanzaron su pico más alto.
 
El intento de los últimos tres años por mantener con vida artificial un pacto que ya lucía en coma ha desviado la atención sobre alternativas más eficaces, concretas y baratas para mitigar el cambio climático como por ejemplo reducir la deforestación (responsable del 20 por ciento de las emisiones), estimular la transición a energías limpias como la producida por el viento o las mareas, e, incluso, concretar ayudas económicas y en tecnología para la adaptación de países muy vulnerables al nuevo clima.
 
Los compromisos bajo Kioto se hicieron para países que hoy no existen. China, India y Brasil ya no son economías en desarrollo que puedan ser eximidas de reducir sus emisiones. Un tratado sin Estados Unidos a bordo sigue siendo inocuo. Las reducciones dentro del marco de Kioto sólo cubren hoy algo menos del 20 por ciento de las emisiones globales.
 
“Mientras Kioto divide el mundo en dos categorías ahora vamos a tener un sistema que refleja la realidad de un mundo más interdependiente”, dijo Connie Hedegaard, la delegada europea quien lideró la firma de la nueva hoja de ruta para nuevos compromisos. “Como somos interdependientes, nuestras promesas deben tener el mismo peso legal para todos”.
 
Insistir en avanzar haciéndole arreglos y actualizando las metas bajo Kioto es seguir, como dijo un negociador, “atorados tratando de instalarle una caja de cambios automática a una vieja carreta jalada por caballos”.