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Hugo Chávez lleva tres años seguidos visitando Bielorrusia. El presidente Alexander Lukashenko, considerado el ‘último dictador europeo’, es un socio privilegiado del venezolano

diplomacia

El mundo según Chávez

El Presidente venezolano regresó a lo que más le gusta: reunirse con los adversarios de Estados Unidos y estrechar sus relaciones con los gobernantes más controvertidos del planeta.

26 de julio de 2008

Si se suman todas sus giras, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ha gastado más de un año por fuera de su país. Según los cálculos del ex diputado de oposición Carlos Eduardo Berrizbeitia, quien se ha dedicado a hacer las cuentas de los gastos presidenciales, en los casi 10 años que lleva en el poder, Chávez ha pasado más de 450 días fuera de Venezuela. Es conocido en rincones del planeta insospechados y la semana pasada, cuando una vez más se encontró a miles de kilómetros del palacio de Miraflores, las fotos y las declaraciones del autoproclamado socialista del siglo XXI le dieron de nuevo la vuelta al mundo. El venezolano visitó Rusia, Bielorrusia, Portugal y España. Y aunque la visita al rey de España monopolizó la atención, las visitas clave se dieron más en Moscú y Minsk que en la península ibérica.

Es que, más allá de los conocidos lazos con gobiernos latinoamericanos de izquierda, lo más sorprendente de la diplomacia viajera del gobierno de la boina roja son sus destinos por fuera del continente. Chávez ha llegado donde ningún otro presidente venezolano había ido. En los últimos años ha visitado Vietnam, donde habló de la resistencia a la agresión estadounidense en los 60 y 70; conoce media África; ha recibido un doctorado honoris causa en relaciones internacionales de la Universidad de Damasco y es popular en el mundo árabe por hacer las declaraciones contra Israel de las que sus líderes no son capaces.

Todo enemigo de Estados Unidos es un potencial socio. En medio de su constante enfrentamiento con el país más poderoso del planeta, el Presidente venezolano busca posicionarse como un líder antiimperialista. Incluso si eso implica lazos con gobiernos parias: Chávez fue el último líder occidental en visitar al iraquí Saddam Hussein, en 2000, y en 2004 condecoró con una réplica de la espada de Bolívar al dictador de Zimbabwe Robert Mugabe, a quien comparó con el libertador y exaltó como un luchador de la libertad.

En ese contexto se enmarcan las dos visitas 'soviéticas' de este semana. A finales de febrero, golpeado en la política doméstica por su derrota en el referendo de diciembre y en medio de la expectativa por una nueva entrega de rehenes de las Farc, Chávez anunció que suspendía una gira programada por China, Rusia y Bielorrusia. Después, había prometido telefónicamente intercambiar visitas con el nuevo mandatario ruso, Dimitri Medvedev, investido en mayo. Chávez ve la renaciente Rusia como un "aliado estratégico" contra el imperio norteamericano desde los tiempos de Vladimir Putin y esta fue su sexta presencia en el Kremlin.

Según reportes de prensa, en tierras moscovitas Chávez habría asegurado que las bases militares rusas serían bienvenidas en territorio venezolano, lo que fue enérgicamente desmentido después por el Palacio de Miraflores. En cualquier caso, el episodio le imprimió una reminiscencia de Guerra Fría a la llegada de Chávez.

Al final los dos gobiernos estrecharon la cooperación en asuntos energéticos y compra de armamento. Venezuela es el mayor cliente suramericano de la industria de guerra rusa, con contratos en marcha por 4.000 millones de dólares. Chávez ha comprado fusiles Kalashnikov, helicópteros y aviones cazabombarderos Sukhoi. "Lo que no sabemos es si en Rusia lo ven como un aliado o simplemente como un cliente", dijo a SEMANA la internacionalista venezolana Maruja Tarre. Mucho se ha especulado sobre la frialdad del Kremlin. El año pasado, por ejemplo, la visita de Chávez fue devaluada para no enturbiar el viaje de Putin a Estados Unidos.

Fue mucho más efusiva la recepción en Minsk, la capital de Bielorrusia, otra ex república soviética a donde llegó por tercer año consecutivo. No sólo recibió el premio 'Amistad de los Pueblos', sino que Alexander Lukashenko no ahorró elogios: "Ningún presidente de otro país ha hecho tanto como este hombre por nuestro país desde la independencia. Nadie merece este reconocimiento más que tú, Hugo, por favor, cuídate".

Su gratitud es justificada. Chávez ha roto el aislamiento contra el gobernante que Washington etiqueta como "el último dictador europeo", quien tiene prohibida su entrada a Estados Unidos o la Unión Europea por cuenta de unas elecciones, que son consideradas fraudulentas, pero fue recibido con honores en Caracas el pasado diciembre. Los dos países tienen un proyecto para producir 640.000 toneladas de crudo este año y durante la visita firmaron un convenio para la explotación de tres nuevos depósitos. Para el venezolano, Bielorrusia y Venezuela son "hijas del mismo parto de la historia".

La revolución bolivariana tiene una vocación continental y el proyecto de Chávez, aseguran sus críticos, es expansionista. Según un informe del Congreso norteamericano divulgado también la semana pasada, Chávez ha gastado unos 33.000 millones de dólares para influir en la política regional. Aunque para el subsecretario de Estado para América Latina de Washington, Thomas Shannon, existe una "creciente percepción internacional de que Venezuela ha llegado a los límites de su influencia internacional", la ambiciosa política exterior del mandatario bolivariano no descansa.

La explicación oficial es que la política exterior venezolana siempre ha sido multipolar, según explicó a SEMANA Mari Pili Hernández, quien fue vicecanciller de Chávez, y parte de "la claridad de que tenemos un adversario en Estados Unidos". En su opinión, Venezuela necesita un sistema de defensa para proteger sus intereses y los de América Latina.

Aunque en Venezuela algunas lecturas opositoras interpretaron la gira como una búsqueda desesperada de enviar el mensaje de que Chávez todavía es un líder poderoso militar y políticamente, su travesía corresponde a una línea trazada hace mucho tiempo. De hecho, las "alianzas estratégicas" de Venezuela también cobijan otros países, entre los que destacan China, a quien Caracas aspira a vender más petróleo en detrimento de Estados Unidos, e Irán, uno de los más cercanos socios del venezolano. Desde cuando Chávez se propuso "refundar" la Opep con la cumbre de Caracas en el año 2000 surgieron los lazos privilegiados con el país de los ayatollas, que consideran a Estados Unidos el gran Satán. Chávez se ha esforzado en hermanar la revolución bolivariana con la islámica. Ese vínculo se ha profundizado desde la llegada de Mahmoud Ahmadineyad al poder en el país persa y el venezolano es el defensor más entusiasta del programa nuclear iraní.

Los problemas domésticos de Venezuela son suficientes para mantener ocupado a cualquier gobernante. En diciembre, el descontento popular por primera vez pasó factura a Chávez en unas elecciones cuando perdió el referendo constitucional. Pero los que creyeron que ese resultado iba a mantener al socialista del siglo XXI en casa estaban equivocados. Donde Washington es percibido como un agresivo poder imperial, el líder de la revolución bolivariana, y sus petrodólares, será siempre bienvenido.