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El nido vacío

Los chinos son más de mil millones de solitarios en potencia. El sinólogo Guillermo Puyana analiza el resultado de décadas de control natal.

2 de mayo de 2004

Después de 25 años de estricto control natal, China es el país más poblado del mundo, pero también el de mayor número de ancianos solitarios. Sin hijos y sin nietos, sus hogares tienen el 'nido vacío'. El último ajuste al censo revela tendencias dramáticas de envejecimiento. Hay más de 140 millones de mayores de 60 años y 24 millones de hogares solitarios. En los próximos 15 años esta población crecerá a una tasa del 3 por ciento anual; los mayores de 80 años crecerán al 5 por ciento anual mientras la población total, sólo al 0,6 por ciento anual. Para 2010, el 80 por ciento de las familias de mayores de 60 años tendrán nidos vacíos. La urbanización acentúa el fenómeno: el 25 por ciento de los mayores de Shanghai y el 60 por ciento en Tianjin están solos. El dirigente Deng Xiaoping pensaba que el poder nacional requiere el desarrollo, que es imposible sin control natal. China suma 16 millones de personas a su población cada año y este es un problema supremo. Las cifras son contundentes. En 1980 China tenía 980 millones de habitantes y una tasa de crecimiento del 1,7 por ciento. Veinticinco años después son 1.300 millones y la tasa de crecimiento es del 0,9 por ciento. Esto se ha logrado con medios compulsivos e incentivos económicos, pero sobre todo con una estrategia cultural inducida por el Estado chino. Todos los métodos de control natal son de fácil acceso, desde los condones hasta el aborto; se ofrecen incentivos económicos a las mujeres que retrasan matrimonio y preñez, y se promueve un estereotipo de mujer. Para las autoridades el control natal no sería eficaz si persistiera la mentalidad tradicional sobre la mujer. A principios de los años 50 causó revuelo la expedición de la Ley de Matrimonio, que les permitió a las mujeres elegir libremente sus parejas. En los 60 se promovió un ideal de mujer igual al hombre. Tan igual que todas las chinas parecían varones. La mujer del "socialismo con características chinas", cuyo ideal promueve el gobierno desde los años 80, es moderna y urbana, independiente, sofisticada y educada. Las jóvenes acogen este ideal lejos del concepto confuciano de felicidad de "tres generaciones bajo un mismo techo". La mujer educada es el primer filtro del control, pues es más probable que permanezca soltera o que demore su maternidad hacia los 25 años o más. Las "beldades urbanas" son parte del escenario citadino con su forma de vida y su estilo. Pero a la vez enfrentan la presión de tradiciones milenarias. Antes de la revolución, hace sólo 60 años, la mujer era una escoria, tener hijas era un desastre y las niñas sólo servían para venderlas. En el sistema patrilineal, las niñas salían de su familia y se integraban a la de su esposo. Como la seguridad de los abuelos dependía de los nietos varones, tener hijos era importante. En el nuevo modelo de máximo un hijo por pareja son inevitables los nidos vacíos, pues sólo hay un nieto para cuatro abuelos. Pero la política natal no tiene reversa. El problema es que cada vez más mayores salen del sistema productivo para vivir como pensionados o dependientes de un hijo único, y cada vez menos gente tiene que proveer por más personas. Lo cual, en las cifras de China, significa muchos millones. Se ha debilitado el valor de responsabilidad colectiva que sustentaba la seguridad social de los ancianos. Aunque el pensamiento chino sigue siendo colectivista por tradición, el individualismo se ha fortalecido. Hace 10 años, en China no existían como fenómeno ancianos que morían solos en sus apartamentos. El reto de las autoridades es adoptar medidas para que los nidos vacíos no se conviertan en un grave problema de abandono sin debilitar el imprescindible control natal.