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El nuevo del barrio

El traslado de las oficinas neoyorquinas de Bill Clinton a Harlem ha provocado reacciones encontradas entre los vecinos.

8 de octubre de 2001

Se trata de una de las calles más bulliciosas de Harlem. Su ambiente popular y tercermundista recuerda algunos sectores del centro de Bogotá. En ese lugar una torre de vidrio sin ningún mérito arquitectónico, el número 55 West de la calle 125, alberga al inquilino más conocido del barrio: el ex presidente Bill Clinton. Sus oficinas ocupan el piso 14 desde julio y, por lo visto, desde entonces las cosas no son iguales en ese deprimido sector del noroeste de la isla de Manhattan.

De toda la calle este es el único edificio con más de cuatro pisos y con ascensor. En la acera los vendedores ambulantes, inmigrantes africanos, ofrecen sus mercancías a voces. En un perímetro hay cinco peluquerías especializadas en trenzar el cabello a la manera del Caribe o de Africa.

Según cuentan los lugareños, Clinton de vez en cuando se toma un receso para caminar a Wimp’s, una panadería que se especializa en postres del sur de Estados Unidos. Ahí el nativo de Arkansas compra su merienda.

Al salir de la Casa Blanca todos los presidentes reciben oficinas por cuenta de los contribuyentes. Clinton estaba decidido a tomar una oficina en el piso 56 de las lujosas Torres Carnegie, en el corazón de la ciudad, a un costo de 811.000 dólares por año. Ante las críticas decidió irse a Harlem, un área desde la calle 98 hasta la calle 140 que esta viviendo un renacer económico y cultural. La oficina de Clinton mide 770 metros cuadrados y el arriendo cuesta 261.450 dólares por un año, casi 500.000 dólares menos.

“Clinton se cree negro. Algunos le creen el discurso mientras que otros no”, dijo a SEMANA el guarda afroamericano de la droguería Rite Aid, que colinda con el edificio. Los partidarios de Clinton dicen que Harlem es el lugar ideal para un ex presidente que luchó por los derechos civiles y se ganó el apoyo de las comunidades negras.

Pero su presencia en Harlem ha sido contraproducente. Tras ser uno de los barrios más exclusivos a comienzos del siglo XX Harlem se convirtió en un gueto donde vive la población más pobre, principalmente negra y puertorriqueña. Pero desde 1998 varios proyectos de revitalización fueron aprobados, incluyendo 65 millones de dólares para un centro deportivo y 15 millones de dólares para un supermercado Pathmark. En el último año muchos constructores se han aprovechado de la recesión económica para comprar y remodelar edificios en Harlem, concentrándose cerca de la Universidad de Columbia, en el oeste, y en la vecindad de Spanish Harlem en el este.

Ese proceso comenzó a desplazar a los habitantes tradicionales pues elevó el costo de los alquileres. Y la llegada de Clinton agudizó ese fenómeno que ha sacado a muchos negros hacia el norte, al Bronx, según los miembros del Nuevo Partido de Panteras Negras, un grupo afroamericano de lobbying.

Tal vez por eso no es coincidencia que Clinton comparta el edificio con el Departamento de Vivienda de Nueva York, que se encarga de encontrarles una nueva casa a los mismos desplazados económicos de Harlem. Organizaciones que trabajan con familias sin techo dicen que en el último año más de 6.000 personas en sólo Nueva York se encuentran sin vivienda a causa de la recesión económica.

Pero una cosa queda muy clara: Clinton es un político excepcional. Varios días después de haber llegado al vecindario aceptó ser miembro honorario del gimnasio local del Ymca y aprovechó la ocasión para tomarse fotos con sus miembros. Al mismo tiempo que se trasteaba al edificio el mes pasado un sondeo determinó que Clinton ganaría la elección a alcalde de la ciudad de Nueva York si decidiera postularse. Quién quita que Harlem le traiga un futuro nuevo a Clinton.