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EL OCASO DE UN PUEBLO

El asesinato del Primer Ministro recrudece la interminable guerra del Líbano

6 de julio de 1987

Un mes antes de que lo mataran, Rashid Karami había decidido abandonar definitivamente el cargo que había ocupado en diez oportunidades distintas, durante sus 37 años de vida política.

Ser Primer Ministro del Líbano se había convertido para este hombre de 65 años, musulmán sunnita, en un reto que había afrontado con carisma y liderazgo cada vez qúe el Presidente de turno, siempre un católico maronita, acudía a él. Visto por sus coterráneos como el hombre para todas las crisis, Karami había sido múltiples veces la tabla de salvación que había impedido el hundimiento definitivo de este país que antes fuera una especie de Suiza del Oriente Medio y desde hace doce años vive una guerra civil que lo ha convertido en el centro de la más encarnizada violencia política de los últimos tiempos.

Después de un último período de más de tres años, Karami había renunciado a su cargo el cuatro de mayo pasado, argumentando el fracaso de su gobierno en la solución de la crisis económica y política. Cuando la bomba colocada bajo el asiento del helicóptero en que viajaba con veinte personas más desde su casa campestre hacia Beirut acabó con su vida, el presidente Amin Gemayel no le había aceptado aún la renuncia.

Las diferencias entre Gemayel y Karami, reconocido como un árabe nacionalista e independiente con una fuerte tendencia prosiria, habían surgido desde meses atrás y se habían agudizado en febrero, cuando el Primer Ministro le solicitó a Siria enviar tropas al sector musulmano de Beirut Occidental para que controlaran las milicias. Ni Gemayel ni los cristianos más ortodoxos estuvieron de acuerdo con Karami, que entonces ofreció su dimisión. Gemayel, sin embargo, no tenía alternativa inmediata y decidió tratar de conciliar puntos de vista.

El asesinato de Karami, que los musulmanes no tardaron en atribuirle a los cristianos, lejos de aminorar la crisis la hace más patente. Si bien tanto musulmanes como cristianos se unieron para realizar una huelga nacional en protesta por el asesinato de uno de los pocos líderes reconocidos por los dos sectores en conflicto, las diferencias que los han mantenido en lucha por años siguen estando ahí, y ahora sin un elemento conciliador como Karami. Las primeras luces sobre lo que se avecina ya se dejaron ver tras la renuncia el viernes pasado del presidente del Parlamento Libanés, Hussein Husseini, un musulmán chiíta moderado quien acusa a Gemayel y a su ejército, encargados de la seguridad del helicóptero en que viajaba Karami, de ser los artífices del atentado. Husseini aseguró que el asesinato del Primer Ministro fue consecuencia de haber permitido que cristianos ultraderechistas opuestos a los contactos con Siria penetraran el ejército libanés. Mientras, Gemayel ha ordenado una investigación exhaustiva del crimen sin tener hasta ahora algún resultado. En palabras de Husseini, el asesinato de Karami es sólo el anuncio de que "han vuelto esos días negros de nuestra historia que amenazan con extinguir al país y desintegrar a su pueblo". --