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EL OCASO DEL TIRANO

Erich Honecker escapa a la URSS entre protestas oficiales. Pero muchos políticos suspiran con alivio.

22 de abril de 1991

El traslado secreto del último líder de la desaparecida República Democrática Alemana tuvo, de alguna manera, los ingredientes de una trasnochada novela de espías de la Guerra Fría.
Honecker desde 1971 manejó al país con mano de hierro hasta el año pasado, cuando tuvo que entregar el poder ante las protestas populares. Gravemente enfermo, fue operado de cáncer y confinado en un hospital militar soviético, cerca de Berlín, donde le sorprendió la unificación de Alemania. Las autoridades comenzaron un proceso para enjuiciarle por sus excesos, incluidos el refugio a terroristas, la corrupción y, sobre todo, por la muerte de 172 personas bajo las balas de guardias fronterizos durante la época del muro.
Pero desde el año pasado exista una orden de arresto contra el ex líder. Aunque el establecimiento donde estaba capitalizado carecía de inmunidad diplomática, la policía nunca quiso ingresar ponerlo preso.
Esa complacencia ha llevado a algunos observadores a pensar que el gobierno de Helmut Kohl no estaba realmente interesado en enjuiciar al anciano de 78 años. No importa que los voceros oficiales dijeran que el traslado de Honecker a Moscú