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EL ORO DE MOSCU

En materia financiera, los rusos demostraron ser más salvajes que cualquier banquero capitalista.

23 de octubre de 1995

ANTON DOLGOV ES UN COnocido banquero ruso cuya reputación de honestidad y seriedad era de tales proporciones que logró que a su banco, el Moskovski Gorodkskoi Bank -MGB- consiguiera numerosos préstamos sin firmar ni una letra. Pero los tiempos cambian: hace un par de semanas el respetado Dolgov se quedó hasta la salida de todos los empleados. Giró cuanto dinero pudo a cuentas en el exterior, se embolsilló valiosos documentos y desapareció, cubierto por el escudo de honorabilidad. La Interpol lo busca, mientras que entristecidos clientes hacen cola frente a una sucursal para recuperar sus ahorros de toda una vida.
La caída del MGB es una baja más de la provocada por la crisis bancaria del 24 de agosto. Ese día el mercado de préstamos interbancarios se paralizó: un modem del nuevo sistema de computación del Mosbusinessbank no transmitió un pago de 90 millones de dólares. El pánico cundió, los bancos reaccionaron en cadena y se dejaron de prestar entre ellos mismos. La tasa de interés interbancario llegó al 1.000 por ciento anual. El gobierno acudió en rescate del sistema, liberó 600 millones de dólares y compró títulos estatales que los establecimientos, en el afán de conseguir efectivo, comenzaron a vender. Pero su ayuda fue selectiva, sólo para los grandes bancos. Los pequeños fueron abandonados a su suerte.
El sistema bancario ruso está en pañales. De ser totalmente controlado por el Estado, quedó a la merced del mercado. Dos mil 500 bancos nacieron como hongos que primero jugaron con las diferencias entre los precios oficiales y el mercado negro, luego especularon con la tasa de cambios y con la inflación. Hicieron su agosto con la intermediación: recibieron créditos estatales con intereses negativos y prestaron ese mismo dinero a tasas altísimas. A su vez con la recolección de los vouchers -bonos de privatización- que el Estado ruso repartió entre la población, compraron las empresas estatales que se estaban privatizando. Muchos de los nuevos bancos y de las compañías financieras fueron fundados por las viejas organizaciones del poder, como la Juventud Comunista, o por empresas para prestarse a sí mismas. Millones de dólares corrieron a través de estos establecimientos de crédito, pero pronto quedó al descubierto la fragilidad del sistema.
Compañías que se hicieron famosas en un abrir y cerrar de ojos, como MMM, en cuyas propagandas aparecía la actriz mexicana de Simplemente María, igualmente desaparecieron de la noche a la mañana. Los ahorradores, esperanzados en recibir las ventajas del capitalismo naciente, se encontraron con un capitalismo salvaje que les arrebató su dinero. El negocio no les duró para toda la vida. Ahora que el gobierno le fijó un tope al dólar y que la inflación bajó de tres dígitos, muchos bancos perdieron la fuente de sus beneficios.
En esta historia no sólo ha habido fuertes sumas de dinero y estafas, sino asesinatos y sangre: banquero que no presta o no paga, recibe su comisión con balas. Durante los últimos tres años y medio hubo 83 ataques armados contra banqueros, 45 de ellos murieron y 23 recibieron graves heridas. El más reciente fue el de Iván Karalmpievich Kivelidi, presidente del Rosbusinessbank. La muerte de Kivelidi sorprendió al mundo financiero, pues no ocurrió a manos de un sicario, sino que fue envenenado con sales de metales pesados.
El saldo al final de la crisis no puede ser peor. Tan sólo en Moscú más de 100 bancos están en quiebra -entre ellos el MGB y el Aeroflot- y sus empresas satélites totalmente descapitalizadas.
Sin embargo no todos saldrán perdiendo de este revés. Para los sobrevivientes, los más fuertes, el premio será muy grande. El presidente Boris Yeltsin firmó un decreto en el que aceptaba la propuesta de un grupo de banqueros que esperan hacer el negocio del siglo. El gobierno les otorgará las acciones en las empresas más importantes del país, y, a cambio, los bancos le darán al gobierno un crédito para cubrir su déficit. El presupuesto para este año preveía unos ingresos por la venta de acciones estatales en las empresas de alrededor de 2.000 millones de dólares. Esta cifra no pudo ser lograda, y el Fondo Monetario Internacional exigía cubrir el déficit.
El consorcio de bancos se hará cargo de las acciones y organizará su venta en pública subasta. El secreto del negocio está en una cláusula que establece que si, al final de 1995 los medios que se reciban por la venta de acciones no son suficientes para garantizar los ingresos planeados, los bancos pueden ellos mismos comprar las acciones, convirtiéndose en flamantes propietarios de una buena parte de las mejores empresas del país. Y para culminar, el consorcio dice que no se someterá a las cortes rusas, sino a la Corte Arbitral Internacional en Estocolmo.-