Home

Mundo

Artículo

EL ORO NEGRO

La huelga de 340 mil mineros presiona la eliminación del apartheid.

14 de septiembre de 1987

De todos los ataques que ha sufrido el régimen surafricano del apartheid éste resultó siendo el más efectivo. Por eso, cuando la semana pasada 340 mil mineros de raza negra abandonaron una treintena de minas de oro y de carbón, en medio de la huelga más grande en la historia de Sudáfrica, no faltó el observador que pronosticara que esta iba a ser la forma de cambiar el actual estado de cosas en ese país. En un movimiento sin precedentes, por lo menos la mitad de las explotaciones de oro -primer productor de divisas del país- quedaron paralizadas al romperse las negociaciones entre empresarios y mineros negros sobre mejoras salariales y condiciones de trabajo.
La movilización se efectuó el lunes pasado cuando los miembros del National Union of Mineworkers, el sindicato de mineros negros, salieron de sus barracas en dirección a sus sitios de origen con el fin de evitar choques con la policía. Según el sindicato, más de la mitad de los 600 mil trabajadores de color en las explotaciones de carbón y oro, dejaron sus puestos de trabajo en perfecta calma.
La razón de semejante abandono es clara. Frente a una petición de aumento en los salarios del 30%, la cámara de minas, que representa a los empresarios, aprobó uno que va del 15% al 23%. Tal actitud obligó al rompimiento de las negociaciones, en un país donde el salario promedio del minero negro es de 245 dólares mensuales, cerca de una quinta parte de lo que recibe -por un trabajo similar- un minero de raza blanca. Así mismo, hay peticiones sobre mejoría en las condiciones de trabajo. Los mineros de color están sometidos a un sistema de migraciones obligatorias que los obliga a trabajar entre 9 meses y un año en una mina para ser después transferidos a otra. Se alojan en barracas donde impera una disciplina cuasi militar y sólo tienen entre 14 y 18 días de salida al año, mientras que los 26 mil mineros blancos disfrutan de 35. Adicionalmente, los socavones son inseguros. En promedio, unos 600 mineros mueren al año como resultado de accidentes dentro de las instalaciones de la mina.
Son esas las razones que explican el éxito del sindicato. Creado en 1982 y dirigido por Cyril Ramaphosa, un activo líder de 35 años, la entidad ha obtenido un poder impresionante. Tanto, que aún los más escépticos aseguran que la huelga va a acabar rindiendo sus frutos.
Y es que Suráfrica se encuentra contra la pared. El país recibe cerca del 60% de sus ingresos de divisas por la venta de 660 toneladas de oro al año, que le colocan como el primer productor mundial del metal. Bajo presión interna y externa, debido al régimen de separación racial que existe, el gobierno debería ceder pronto a las demandas de los huelguistas. Claro que eso no sucederá sin incidentes. A pesar de que la salida de los mineros de los campamentos fue definitiva para minimizar los choques con la policía, a mediados de la semana pasada ya se había presentado una muerte y el arresto de 78 miembros del sindicato.
Curiosamente, la declaratoria de huelga coincidió con el paso por el parlamento surafricano de una ley que elimina una disposición establecida en 1911, en que se prohibía el acceso de gentes de color a 13 tipos de puestos claves dentro de las minas, incluyendo el manejo y control de los explosivos. Aunque todavía falta que las nuevas condiciones entren en escena, los interesados insisten en que se dio un paso hacia adelante en la lucha contra el apartheid.
Ese objetivo debería alcanzarse más fácilmente si el resultado de la huelga de mineros es exitoso. Los comentaristas internacionales han subrayado que el ejemplo de los mineros puede ser definitivo para acabar con una serie de prácticas discriminatorias. En 1986 el número de huelgas en Suráfrica llegó a cerca de 800, más del doble que en 1985. Ahora, todo parece indicar que ese número va a ser superado en medio de una nueva tendencia que está probando ser más efectiva que los boicots y las sanciones internacionales.