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El 3 de diciembre, miles de personas salieron en Mumbai, frente al Hotel Taj Mahal, para protestar contra los atentados . Antes de la marcha las autoridades desactivaron dos bombas en la estación de tren de Chhatrapati Shivaji.

PAKISTÁN

El país problema

La tragedia de India ha convertido a Islamabad en principal sospechoso. Pero los intereses más siniestros podrían estar en busca de una guerra entre India y Pakistán.

6 de diciembre de 2008

Mumbai ya no arde en llamas, pero la huella de desolación y temor continúa en una ciudad que el miércoles salió a marchar por la muerte de 188 personas en cuatro días. Pero mientras trata de recuperarse, otro tema ha pasado al tope de la agenda. Las crecientes tensiones con Pakistán sobre los responsables de los atentados tienen al mundo con los ojos bien abiertos, y a la región, la más volátil del mundo, cerca de una crisis delicada.

El diario The New York Times lo explicó claramente en un artículo de la semana pasada: "Las tensiones entre India y Pakistán están en su peor momento desde 2001, cuando un ataque suicida en el Parlamento indio los empujó cerca de la guerra". Actualmente hay analistas que temen que los dos gobiernos vuelvan a movilizar tropas a sus fronteras, como ocurrió en 2001, y se acerquen a un nuevo enfrentamiento.

Para algunos expertos consultados por SEMANA es poco probable este escenario, aunque la situación entre los dos vecinos nucleares se vuelve cada vez más tensa y no se puede descartar del todo. India, que afronta una crisis política por las fallas de seguridad que permitieron los ataques, incluso ya afirmó que está dispuesta a actuar decisivamente para proteger su territorio. Pero en este momento las miradas están puestas en Pakistán y en sus grupos extremistas. "Este es el momento para que todos cooperen y que lo hagan transparentemente, y es especialmente un momento para que lo haga Pakistán", explicó la secretaria de Estado de Estados Unidos, Condoleezza Rice, en su viaje a Nueva Delhi el miércoles.

Los consejos de Rice no son en vano. Desde los primeros momentos del ataque a Mumbai, cuando las fuerzas de seguridad todavía combatían a los hombres armados en el majestuoso Hotel Taj Mahal Palace, se especuló sobre un vínculo con grupos armados paquistaníes. Incluso, las autoridades indias explicaron que el único terrorista sobreviviente, hoy detenido, proviene de la provincia paquistaní de Punjab, se entrenó junto con sus compañeros en ese país islámico y salió originalmente del puerto de Karachi hacia India.

Además, las estimaciones indias apuntan a la facción terrorista Lashkar-e-Toiba (LeT), ligada con Al-Qaeda y basada en Pakistán. Es un grupo creado con asistencia de la agencia de inteligencia paquistaní (ISI), que busca liberar a Cachemira del dominio indio. Todas estas relaciones complican aun más el ya difícil panorama. "Por eso, un proceso de paz genuino y real en la región, entre India y Pakistán, también debe incluir a Afganistán", explicó a SEMANA Vijay Prashad, experto en historia del sur de Asia del Trinity College, en Connecticut, Estados Unidos.

El gobierno en Islamabad negó de tajo cualquier participación oficial en el caos de Mumbai y rechazó la petición india de entregar a 20 sospechosos de terrorismo como gesto de buena voluntad. Sólo ofreció toda su colaboración y propuso una investigación conjunta, ofrecimiento que no le ha servido para frenar las acusaciones en su contra ni la firme presión internacional.

Es ampliamente conocido que los grupos extremistas que tienen en jaque a la región se mueven libremente en ese país. Pakistán, para muchos analistas, es hoy el país más peligroso del mundo y el verdadero centro de la guerra contra el terrorismo.

Los problemas actuales entre India y Pakistán se remontan a la independencia de India del Imperio Británico en 1947. El territorio colonial resultó poco después escindido por motivos religiosos en dos países, India propiamente dicha, que debía acoger a la población hinduista, y la nueva Pakistán, para la población musulmana. Pero ello resultó teórico en muchos sectores y en especial en la región de Cachemira, un área montañosa poblada por una mayoría musulmana que quedó bajo la soberanía de India. Esa incongruencia ha generado las disputas de los musulmanes para integrarse a Pakistán y dos guerras entre esos dos países. Hoy, Nueva Delhi controla gran parte de Cachemira, hay un tercio bajo dominio de Islamabad y también hay una pequeña porción china. En India, por si fuera poco, hay alrededor de 150 millones de musulmanes, la minoría islámica más grande del mundo, que en muchos aspectos se siente discriminada. Las fronteras difusas entre los dos países y la movilidad entre los grupos poblacionales han sido razones históricas de la disputa.

Sin embargo, ha hecho carrera una interpretación según la cual quienes se verían más favorecidos por una confrontación de India y Pakistán serían los terroristas de Al Qaeda, y sus protectores los talibanes de Afganistán. Según esa teoría, un enfrentamiento con su vecino del este obligaría al gobierno de Asif Ali Zardari a trasladar de inmediato los 100.000 soldados que tiene en su frontera con Afganistán, lo que les quitaría presión a los terroristas y, en especial, a su máximo líder, Osama Ben Laden. Eso explicaría que Rice hubiera viajado de urgencia a aplacar los ánimos.

El hecho de que en el momento del ataque avanzaba el acercamiento de India y Pakistán parece confirmar esa tesis. En efecto, en octubre se reabrió una línea férrea y una carretera en la frontera y desde la posesión de Zardari se había dado un paso adelante en las conversaciones. De hecho, aunque parezca irónico, justo el día de los ataques terroristas en Mumbai, los ministros de Relaciones E xteriores de India y Pakistán estaban reunidos para planear estrategias contra el terrorismo y discutir el espinoso tema de Cachemira.

Pero todos los avances están ahora en la cuerda floja tras los recientes atentados. Los diálogos han dado paso a un juego de incriminaciones, y la ofensiva terrorista, que puso la lupa sobre Pakistán, está generando tensión entre los dos vecinos. "Con toda seguridad los ataques significan un retroceso serio en el proceso de paz de cuatro años", comentó a SEMANA Wilson John, de la Observer Research Foundation, basada en Nueva Delhi. Y esa noticia, en una región conflictiva por naturaleza y con dos poderes nucleares, es un tema de mucha preocupación.