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Sebastián Piñera ha liderado las encuestas desde el comienzo de la campaña presidencial y ganó la primera vuelta con el 44 por ciento de los votos.

CHILE

El péndulo de Santiago

A pesar del éxito de la presidenta Bachelet, el millonario Sebastián Piñera está a punto de lograr que la derecha regrese al poder por primera vez desde la caída de Pinochet.

9 de enero de 2010

La tregua navideña entre los candidatos que disputan la presidencia de Chile duró poco. Hace una semana el candidato oficialista, el ex presidente Eduardo Frei, lanzó un aviso televisivo contra los puntos débiles del magnate Sebastián Piñera, el candidato de la derecha que lidera las encuestas. En una parodia de la famosa publicidad de MasterCard, las imágenes muestran los altos precios de lujosos productos como un saco italiano, unos exclusivos zapatos en cuero, unas mancornas de oro y una corbata de seda para rematar con "la banda presidencial...no tiene precio. Hay cosas que el dinero no puede comprar". Acto seguido, muestra una tarjeta de crédito con la silueta de un avión mientras se oye "para todo lo demás use TatanCard".

La alusión es muy directa, ya que Piñera, apodado 'Tatan', es famoso por haber introducido las tarjetas de crédito en Chile y entre sus múltiples negocios tiene una participación en la aerolínea Lan. A muchos les preocupa el conflicto de intereses que se podría generar en un eventual gobierno del empresario, uno de los hombres más ricos del país. Pero nada de eso parece suficiente para impedir que, de ganar el balotaje del 17 de enero, se convierta en el primer derechista elegido en medio siglo. Piñera, derrotado por Michelle Bachelet en las elecciones de 2006, está muy cerca además de terminar con los 20 años de exitosos gobiernos de la Concertación, la coalición de centro-izquierda que ha gobernado Chile desde el fin de la dictadura de Augusto Pinochet.

La Concertación siempre derrotó a una derecha castigada por su cercanía con el dictador, pero esa superioridad moral parece haberse desvanecido en estas elecciones. Para empezar, son las primeras desde que murió Pinochet y también las primeras en que todos candidatos, incluido el de la derecha, votaron 'No' en el histórico referendo que pretendía mantenerlo en el poder en 1988. Eso permitió a Piñera tener una oportunidad privilegiada para reinventar a su sector. Su campaña incluso prometió el miércoles que ningún pinochetista que haya tenido cargos importantes en la dictadura va a estar en su gobierno.

Piñera ha sido favorito desde el principio de la campaña, y fue capaz de resistir la sorpresiva irrupción del socialista Marco Enríquez-Ominami, el joven candidato que decidió lanzarse como independiente cuando no le permitieron participar en las cuestionadas primarias de la Concertación. En la primera vuelta de diciembre, Piñera tuvo 44 por ciento de los votos, Frei 29 y Enríquez-Ominami 20 por ciento.

Desde ese momento, los votos de Enríquez-Ominami son el preciado botín que decidirá la segunda vuelta, aunque el 'candidato díscolo' no apoyó decididamente a ninguno de los dos finalistas. Piñera necesita sólo un tercio de esos votantes, mientras a Frei le hacen falta uno de cada tres. De ahí que la mayoría de los observadores creen que Piñera tiene todo servido para derrotar a un oficialismo desgastado. Lo paradójico es que no se trata de un voto castigo, pues la presidenta Bachelet tiene niveles récord de popularidad.

"Piñera exitosamente le robó a la Concertación el mensaje de crecimiento con protección social, de una economía social de mercado, y ella ya no tiene mucho más que ofrecer", dijo a SEMANA el analista Patricio Navia. La rentable bandera del cambio estaba representada en primera vuelta por Enríquez-Ominami, y en segunda está regresando a Piñera. La Concertación lo hizo muy bien en estos 20 años, pero es víctima de su propio éxito, con una cúpula dirigente que envejeció en el poder. Y a estas alturas es muy posible que sólo consiga renovarse desde la oposición.