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EL POBRE MIKEL

El hallazgo del cadáver de un joven vasco detenido días antes desata escandalo en España

20 de enero de 1986

El cadáver flotaba, ahora sí, sobre las aguas del río. Mikel Zabaltza, un joven de 32 años de aire campechano que trabajaba como chofer en la compañía de buses urbanos de la ciudad de San Sebastián, había sido detenido el 26 de noviembre pasado, en horas de la madrugada, cuando su domicilio fue allanado por agentes de la Guardia Civil. Buscaban al joven, pues los uniformados decían tener "indicios" de que era un "colaborador" o un "militante" del grupo terrorista ETA.
Zabaltza no opuso resistencia. Fue conducido al cuartel de Intxaurrondo, a donde también habían ido a parar a esas horas cuatro muchachos más, detenidos en la misma redada mañanera. Todo transcurría dentro de una aparente normalidad hasta que, en la tarde del mismo 26, un vocero de la Guardia Civil hizo saber que el detenido Zabaltza había "escapado". ¿Escapado? La versión despertó dudas desde el primer momento entre los familiares del detenido por los ingredientes inverosímiles de ésta. Según los guardias, el joven huyó cuando varios uniformados lo conducían esposado hacia un paraje rural en las afueras de Endarlaza, donde el reo iba a enseñarles, en medio de la noche el sitio donde se ocultaba un "escondrijo de armas". Sin embargo, según la versión oficial, el hombre echó a correr y se lanzó con las manos atadas, por un hueco oculto entre el follaje que va dar al río Bidasoa, en caída casi vertical. Sorprendentemente, los policías no emprendieron la persecución del fugitivo, sino que regresaron tranquilamente a denunciar la fuga, no al puesto próximo de Endarlaza, sino al cuartel más distante de Behobia.
"Esto de la huida es lisa y llanamente una mentira, una película que se han montado porque algo tienen que decir, ya que ellos se lo llevaron", diría el padre de Mikel durante los días previos al hallazgo del cadáver. "Puede que lo hayan torturado y que haya muerto. Esta es la posibilidad que barajamos continuamente", agrega. La hermana del vasco tampoco creyó la versión y presentó una denuncia por presunta desaparición, ante un juez de instrucción de San Sebastián, quien de inmediato instó a la Guardia Civil a dar cuenta del paradero de Mikel Zabaltza. Se inicia entonces, por orden del juez, el dragado de un tramo del río, mientras guardias civiles se dispersan por la comarca buscando al prófugo. Tres días después, los 12 hombres rana que han estado explorando el lecho y las orillas del Bidasoa, suspenden las labores en vista de que no hallan nada.
El incidente, que había comenzado a alarmar a varios partidos vascos, se transforma en escándalo nacional. La perspectiva de que bajo el gobierno de Felipe González se pueden dar casos de desaparecidos tras detenciones oficiales, como en cualquier dictadura latinoamericana, empieza a rondar los círculos políticos de Madrid y a inquietar al propio jefe del gobierno. Es cuando la comisión de Justicia cita al ministro del Interior, Jose Barrionuevo, para que explique todos los pormenores del hecho. Entonces aparece el cadáver.
Los familiares de Zabaltza, paradójicamente, son los primeros sorprendidos, pues 76 horas antes la Cruz Roja del Mar de Guipúzcoa, veterana en "faenas similares", había "peinado" la zona de rastreo infructuosamente. Los investigadores de los Grupos Antiterroristas Rurales (GAR) de la Guardia Civil, en cambio, son los que descubren el cuerpo al mediodía del domingo 15 de diciembre, cuando las versiones de algunos diarios sugerían que el vasco había pasado a territorio francés.
¿Aparición preparada? Sí, dicen los familiares del muerto, quienes tomaban así la decisión de ir hasta el fin para impedir que el asesinato de Mikel no se quede embolatado. Idoia Ayerbe, la novia de Zabaltza, detenida casi simultáneamente con éste, relata que fue interrogada y torturada desnuda por la Guardia Civil. "Le pegaron hasta dejarla como un cromo", afirman los padres del vasco, en una rueda de prensa en la que exigen que su hijo aparezca con vida. Despues, los diarios recepcionan los testimonios de los detenidos en la región en esos días.
Mikel Otazo, por ejemplo, dice que fue llevado al monte Igueldo de San Sebastián, en la noche del 4 al 5 de diciembre, y que allí fue golpeado en la cabeza y en los testículos por ocho guardias vestidos de civil, quienes lo amenazaron además con tirarlo a las rocas "si no les decía donde tenía el zulo (depósito) con armas". Ignacio Ibargarai, epiléptico, corrió exacta suerte. Asunción Labora, activista de los derechos humanos del pueblo de Pasajes, también fue llevada a un monte. "Me pegaron en la cabeza y me retorcieron las muñecas, pero no me tocaron el cuerpo porque ellos sabían que estaba embarazada".
Fue Jon Aretxe, vecino de Rentería, detenido el mismo día que Zabaltza, quien detalló el tipo de torturas aplicado esta vez por los Guardias Civiles, que sin dejar huellas exteriores pudieron llevar a la muerte a Mikel. Le cubrieron el cuerpo de plásticos de arriba abajo y con papel engomado y lo sumergieron en un río hasta hacerle perder el conocimiento.
"A la quinta vez comencé a sentir alucinaciones. Me abandoné creyendo estar muerto noté que sonreía y sentí una placidez extraña. Al volver en mí, me colocaron una bolsa de plástico, ciñéndola al cuello hasta asfixiarme. Pensé de nuevo estar muerto. Cuando desperté, oí a un guardia que decía: "Qué se nos queda", mientras otro me examinaba las uñas para ver, decía, si estaban amoratadas".
Para ese entonces el escándalo había crecido más. Los diarios españoles trataban la noticia como la mayo de todas, eclipsando la expulsión de los diplomáticos cubanos pillados cuando zarandeaban a un ex colega que trataba de robarse, aparentemente, cuantiosa suma de dinero.
Asediado por la prensa y por los voceros parlamentarios del Partido Nacionalista Vasco (PNV), el ministro Barrionuevo aseguraba en su despacho que Mikel Zabaltza, según los datos confiados a él por la Guardia Civil, era un colaborador de la ETA que ayudaba a pasar clandestinamente etarras a Francia, que no había sido torturado durante su detención y que su confesión sobre el depósito de armas fue "espontánea".
Lejos de calmarse las cosas, Francisco Ríos, juez primero de instrucción de San Sebastián, anunció que llamará a declarar al comandante Rodríguez Galindo; un jefe de la Guardia Civil en Guipúzcoa, y a cuanto agente de dicho cuerpo haya tenido que ver con la detención de Zabaltza. Juan María Bandrés, diputado del Partido Euskadiko Ezkerra, presentó una interpelación en las Cortes para forzar a Barrionuevo a rendir en ese foro explicaciones formales, al mismo tiempo que atacaba la ley antiterrorista aprobada en diciembre de 1984, invocada durante la detención de Zabaltza y las otras cuatro personas.
¿Qué dijo la autopsia? Según las "conclusiones preliminares" de los médicos forenses que praticaron esa diligencia, Mikel Zabaltza murió a consecuencia de "asfixia por sumersión" y su fallecimiento tuvo lugar entre 15 y 20 días antes de que fuera encontrado en el río. Ningún tipo de signo interno o externo de violencia fue advertido por los facultativos.
Los padres de la víctima, no satisfechos del todo, lograron que el juez autorizara una nueva prueba pericial.
Para ella los padres del muerto invitaron a la medica danesa Kareen Helverg Larsen, profesora de la Universidad de Copenhague y miembro de Amnistía Internacional, para realizar esta segunda autopsia, junto con el médico designado por la Guardia Civil. Al cierre de esta nota no se conocían aún estos últimos resultados. Lo que sí aparecía como un hecho era la jornada de huelga general convocada en Guipúzcoa y Navarra por todas las fuerzas políticas y sindicales de la región, excepto el gobernante PSOE y la Coalición Popular de Manuel Fraga, para presionar por el esclarecimiento de las circunstancias que motivaron la muerte del joven y exigir las responsabilidades políticas del caso, "única salida democrática para este hecho", según editorial del acatado diario madrileño El País.--