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El poder de la burla

Tanto guerreristas como pacifistas recurren al humor para atacarse mutuamente mientras la guerra de Estados Unidos contra Irak es inminente.

23 de febrero de 2003

Cada vez es mas claro que la oposición internacional no ha afectado la decisión del presidente estadounidense, George W. Bush, de atacar a Irak. Bush logró que Francia, Alemania y Bélgica aceptaran una polémica resolución que acordaba, de antemano, la defensa de Turquía ante un hipotético ataque de Irak. El episodio hizo pensar a muchos que la misma clase de presión podría llevar a que los miembros más recalcitrantes del Consejo de Seguridad de la ONU den luz verde para el esperado 'ataque preventivo' contra Irak.

Pero ante la inminencia de una guerra que el propio Bush ha vendido como una cruzada contra el mal, las voces de ciudadanos que apelan al sentido común y ridiculizan su guerrerismo mesiánico, son cada vez más numerosas. Según sus críticos, el presidente tiene todos los rasgos de los fanáticos fundamentalistas contra los que pretende luchar. Para unos y otros viene como anillo al dedo la teoría contra el fanatismo religioso de Anthony Ashley Cooper, conde de Shaftesbury, quien escribió en el siglo XVII que "lo verdadero resiste la prueba de la burla". Shaftesbury proponía que para lidiar con los fanáticos lo mejor no era confrontarlos, sino ridiculizarlos.

En esta misma línea, Ray Hanania, cómico árabe-norteamericano autor del libro Me alegra parecerme a un terrorista dice que la risa es un buen antídoto para el fanatismo. "Uno de los problemas es que no hay suficiente humor en el Medio Oriente. El humor se opone al fanatismo. No puedo imaginarme a Osama Ben Laden contando un chiste. No es posible ser fanático y chistoso. Por eso si no encontramos algo de qué reírnos, lo próximo que sabremos es que nos volvimos fanáticos también", explicaba luego del 11 de septiembre.

En efecto, los millones de pacifistas que desfilaron el pasado fin de semana por las calles de todo el mundo, hicieron del humor su arma más poderosa contra el entusiasmo de la guerra.

Así, en París, Tokio, Nueva York, Madrid, Paquistán, Roma, Ciudad de México y otros cientos de ciudades se vieron muchas representaciones cómicas de Bush con cara de tonto cargando barriles de petróleo iraquí. Por una avenida de Los Angeles se paseaba un nudista con un disfraz bautizado 'el nuevo traje del emperador', que representaba a Bush con corona y con un misil en lugar de su pene.

El 15 de febrero una multitud disfrazada de inspectores de armas de destrucción masiva marchó a la plaza naval de Washington y exigió una inspección para destruir las armas que ahí se guardan. Algunos de los autodenominados 'inspectores' tenían carteles que los acreditaban como investigadores de la 'm?' de Bush. Con ello se burlaron de la doble moral con que Washington ha tratado el tema de la proliferación de armas de destrucción masiva.

En Gran Bretaña se vieron carteles con montajes fotográficos del primer ministro Tony Blair haciendo las veces de perrito faldero de Bush, quien lo sostenía con una correa durante el paseo hacia Irak. Otro cartel muy londinense rezaba "hagamos el té, no la guerra". Uno bastante polémico y que ya es un clásico, muestra a Bush y a Blair sosteniendo relaciones sexuales cubiertos con una bandera de Estados Unidos. El eslogan dice "¡Mal!". En Madrid y Barcelona, los ciudadanos se mostraron indignados con el apoyo que el presidente José María Aznar le ha dado a Washington. El descontento quedó plasmado en pancartas de parodia de la serie animada Las chicas superpoderosas, con las caras de Bush, Blair y Aznar.

En las manifestaciones de Estados Unidos se veían también numerosos carteles que simulaban la primera página de un diario con el título 'Encontradas cabezas nucleares vacías en Washington'. El titular hacía referencia al reciente hallazgo de estas mismas cabezas en Irak, pero las ilustraciones acompañantes mostraban las cabezas de Bush o el secretario de Defensa Donald Rumsfield.

Pero el humor contra la guerra no sólo se ha visto en las protestas multitudinarias. Así, la obra de teatro más taquillera en Londres es La locura de George Dubya, una sátira antibélica acerca de un ataque accidental a Irak desde una base británica.

Otros críticos del 'fanatismo' guerrerista de Bush hacen circular en la red toda clase de parodias, tiras cómicas y chistes en contra de la guerra en Irak. Un chiste de moda en los correos electrónicos muestra a Bush señalando un listado de problemas y soluciones. "Problema: no podemos encontrar a Osama. Solución: atacar Irak. Problema: hundimiento de la economía. Solución: atacar Irak. Problema: los escándalos corporativos. Solución: atacar Irak?".

La oleada de protestas y este estilo de críticas al guerrerismo de Bush fueron tan apabullantes que por primera vez el presidente ablandó su discurso y como respuesta a las marchas emitió un comunicado que aseguraba que la guerra era la última opción. Esto ni siquiera lo habían logrado los jefes de Estado con opción de veto en el Consejo de Seguridad ni ninguna crítica seria de analistas militares o antiguos inspectores de armas.

El humor político corroe lentamente pero es tan poderoso que ahora están echando mano de él los mismos guerreristas que después del 11 de septiembre pedían a los cómicos que evitaran satirizar al presidente. Así, la semana pasada en una convención del Partido Republicano el representante Roy Blunt hizo chistes contra la oposición a la guerra en Irak de Francia en: "¿Saben cuántos franceses se necesitan para defender París? No se sabe, porque nunca lo han intentado", decía entre risas. Y el New York Post comparó a los diplomáticos franceses y alemanes con asustadizas 'comadrejas'. En respuesta el programa francés de televisión humorística Les guignoles d´information muestra todas las noches un títere de Rambo que grita como loco: "¡Acribillemos a los iraquíes!".

Pero no todo el mundo tiene sentido del humor. Probablemente el represivo presidente iraquí, Saddam Hussein, y los terroristas dispuestos a estallarse en mil pedazos por Alá no responderían con los mismos chistes a burlas similares a las de los pacifistas o algunos halcones pesados. Lo que no queda claro es si su intolerancia religiosa es igual o peor que la de Bush y su cruzada antiterrorista.