CONTROVERSIA
El poder latino contra Trump
La reacción ante las declaraciones racistas del magnate contra los mexicanos pone en evidencia el crecimiento político de los latinos en EE. UU.
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No se detiene la cascada de rechazos a las declaraciones de Donald Trump contra los inmigrantes en Estados Unidos. El excéntrico multimillonario lanzó su precandidatura presidencial por el Partido Republicano el pasado 16 de junio con una violenta ofensiva verbal contra los mexicanos que cruzan la frontera. “Traen drogas y crimen… Son unos violadores”, fue una de sus perlas. La reacción de la comunidad hispana no se hizo esperar y ha sido sorprendente la indignación, que se ha transformado en un boicot real a Trump y a sus negocios.
Las protestas han venido de distintos frentes. Univisión, la cadena de habla hispana más importante del país, canceló su contrato con la organización Miss Universo, propiedad de Trump. La NBC, uno de los cuatro canales abiertos tradicionales de la televisión norteamericana, tomó una decisión similar en relación con los concursos de belleza y El aprendiz, show conducido e inspirado en el millonario. NBC es la dueña de Telemundo, la segunda cadena televisiva en español.
A la protesta del gobierno mexicano se sumó una carta con el apoyo de más de 200.000 personas pidiendo a la NBC romper relaciones con el personaje. “Dump Trump” (Bota a Trump, en inglés) exigían los firmantes. Aunque el aspirante presidencial ha contraatacado con demandas multimillonarias, la cadena de tiendas Macy’s de Nueva York retiró de su inventario la línea de ropa de Trump. Por último, el canal mexicano Televisa y Carlos Slim, el segundo hombre más rico del mundo, también cerraron las puertas a negocios que tenían con la organización Trump.
Que un precandidato de corte conservador en competencia hacia la Casa Blanca hable mal de los inmigrantes y, en particular, de los mexicanos no sorprende. Las políticas de inmigración han estado en el centro del debate político norteamericano en las últimas elecciones. Una tendencia mayoritaria de la oposición republicana, a la que pertenece Trump, ha favorecido tratamientos de ‘mano dura’ contra quienes cruzan ilegalmente la frontera. No obstante, que sus declaraciones xenófobas le hayan costado varios negocios e involucrado conglomerados como NBC y Macy’s sí es llamativo.
Y la explicación es una: el crecimiento del poder latino. Según el más reciente informe de la Oficina del Censo en Washington, en 2014 estos sumaron 55,4 millones, o sea el 17,4 por ciento de la población de Estados Unidos. Además, duplicaron el tamaño de la comunidad en 25 años y hoy son la minoría más numerosa. Ese boom demográfico ha venido acompañado de un crecimiento en el número de latinos en capacidad de votar. Según el centro de pensamiento Pew Research Center, en las elecciones presidenciales uno de cada diez votos es de origen latino.
La comunidad fue clave en las dos victorias del presidente, Barack Obama, quien obtuvo en 2008 67 por ciento de los votos de esta minoría y, en 2012, 71 por ciento. Mitt Romney, el candidato republicano derrotado en los últimos comicios, reconoció tardíamente la importancia de hablarles a los latinos. “El mayor error estratégico de mi campaña fue no haber invertido lo suficiente en televisión hispana para ayudar a los votantes latinos a entender”, confesó.
A la demografía se le suma la geografía. Los latinos en Estados Unidos no solo están creciendo, sino que también se concentran en áreas cruciales para ganar la Casa Blanca. La victoria en las elecciones presidenciales norteamericanas se obtiene al sumar más de 270 votos en el Colegio Electoral. El número de votos que cada uno de los 50 estados tiene depende del tamaño de su población, de modo que los 20 millones de Nueva York dan 29 votos electorales, mientras que los 5 millones de Colorado otorgan solo seis. De los cinco estados que más votos tienen, en cuatro hay una alta creciente presencia latina: California (15 millones), Texas (10,4 millones), Florida (4,8 millones) y Nueva York (3,5 millones). De hecho, uno de cada cuatro californianos y uno de cada cuatro tejanos en capacidad de votar es latino.
Analistas políticos han traducido estas tendencias demográficas y sociales en un mensaje electoral: sin seducir a los latinos, no se puede llegar a la Presidencia. Y esa advertencia resuena en los dos partidos principales, el Demócrata y el Republicano. Mientras el primero, con Obama, cuenta hoy con una mayor tajada del pastel latino, el segundo quiere recuperar el terreno perdido y cuenta con figuras latinas que despegan.
El abanico de los precandidatos de la oposición republicana incluye al polémico Trump, pero también a dos aspirantes con apellidos y orígenes hispanos: los senadores Marco Rubio y Ted Cruz. Rubio de Florida y Cruz de Texas tienen historias similares. Ambos son hijos de inmigrantes cubanos conservadores. Y vienen de estados claves y recién llegados al Senado norteamericano con mucho despliegue mediático. Aunque los demócratas controlan hoy los votos latinos para las elecciones presidenciales, los republicanos cuentan con más dirigentes visibles de esa minoría.
Quizá quien mejor refleja la importancia del factor latino para la campaña de 2016 es el heredero del clan republicano más famoso: Jeb Bush. El tercero de su familia en buscar la Presidencia de Estados Unidos tiene literalmente el mundo hispano en su corazón. Su esposa es mexicana y sus hijos hablan español. Como Bush es considerado favorito para ganar la nominación republicana, este hermano e hijo de presidentes es la opción más cercana para que en la Casa Blanca se hable el idioma de García Márquez.
El vagón de precandidatos republicanos está atestado con senadores como Rubio, Cruz y Rand Paul, gobernadores en ejercicio como Scott Walker y Bobby Jindal, y exgobernadores como Bush. En medio de esos experimentados políticos, con varias elecciones y mandatos encima, Trump es visto en el mejor de los casos como un peso ligero, y en el peor como un chiste. No obstante, la mayoría de los republicanos piensan más como Trump que como Bush y Rubio, que apoyan una reforma migratoria.
Cynthia Arnson, directora del programa latinoamericano del Wilson Center, le dijo a SEMANA que “lo que es de veras llamativo es que a pesar de la oleada de rechazo político y comercial, los otros candidatos no han condenado con firmeza los comentarios de Trump. Eso solo puede querer decir que temen perder la base republicana que se identifica con lo que dice”. En efecto, los últimos sondeos muestran que las declaraciones racistas contra los mexicanos le han servido a Trump para subir en las preferencias electorales, y hoy se encuentra en el segundo lugar después de Bush.
Aunque aún es pronto para saber si la xenofobia terminó por catapultar la campaña de Trump, hoy se puede afirmar que golpeó su bolsillo. El mensaje de las empresas que hoy le dan la espalda es el mismo: a los latinos no se les insulta.