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EL PODER PARA QUE

La liberación del general Lino Oviedo demuestra quién manda a quién en Paraguay.

21 de septiembre de 1998

Desde que en 1989 entró solo en el bunker de Alfredo Stroessner, armado con una pistola y una granada, y logró convencer al dictador paraguayo para que dejara atrás 35 años de poder absoluto, el general Lino Oviedo se convirtió en el árbitro de la política de su país. La semana pasada volvió a demostrarlo al emerger de la prisión militar donde debía haber cumplido una condena de 10 años. 'Su' presidente, Raúl Cubas, había cumplido la promesa de conmutarle la pena impuesta por su intento de golpe contra el presidente Juan Carlos Wasmosy en 1996. La decisión de Cubas cayó como un baldado de agua fría y dio origen a una crisis política de enormes dimensiones sólo unos días después de su posesión. Los primeros en poner el grito en el cielo fueron los propios parientes del presidente, quienes en un ejercicio de mal disimulado nepotismo ya ocupaban algunos de los cargos públicos más importantes: el más alto de ellos, el ministro de Industria y Comercio Carlos Cubas, hermano del ejecutivo, fue el primero en abandonar el barco. Mientras tanto los partidos políticos, incluido el oficialista Colorado (al que pertenecen Cubas y Oviedo), como la Corte Suprema de Justicia, el Congreso y demás fuerzas vivas de la nación repudiaban el decreto presidencial y anunciaban medidas para contrarrestarlo. El tono de la reacción resultó llamativo porque la medida fue anunciada durante toda la campaña electoral de Cubas y no tenía porqué sorprender a nadie. Como explicó a SEMANA el analista Bernardo Nery Ferreira, "lo que molestó fue la forma intempestiva con que se dictó el decreto de conmutación de pena, sin que se llenaran los requisitos legales y constitucionales". Otros sostienen que la medida causó rechazo porque no fue antecedida de alianzas que la sostuvieran. Sea como fuere, la salida de Oviedo a la calle puso en evidencia que la política paraguaya no ha dejado atrás los vicios heredados de la era de Stroessner.Y es Lino Oviedo, quien pasó de ser el poder en la sombra a hombre fuerte, quien personifica esos vicios. Para muchos él ha sido el verdadero gobernante de la era posestronista. Al fin y al cabo fue él quien en 1993, junto con el general Andrés Rodríguez (yerno de Stroessner) escogió a dedo a Juan Carlos Wasmosy para que se convirtiera en el primer presidente civil elegido de la historia paraguaya. Cuando Wasmosy se cansó en 1996 de compartir el poder con Oviedo, comandante del grupo más poderoso del Ejército, se salvó de milagro pues éste, enterado de las intenciones del mandatario de destituirlo, orquestó un golpe que no tuvo éxito. El presidente hizo todo lo que tuvo a su alcance para encerrar a su antiguo mentor y nuevo enemigo, pero no pudo evitar que Oviedo creara un grupo político, la Unión de Colorados Eticos, con el que arrebató a los testaferros políticos de Wasmosy, Carlos Facetti y Luis Argaña, la candidatura colorada. Oviedo tenía el camino expedito hacia la presidencia pero a última hora un tribunal militar leal a Wasmosy lo condenó a 10 años de prisión. Excluido de la campaña electoral, el ex militar cedió su candidatura a su compañero de fórmula, Raúl Cubas, previa promesa de exonerarlo. Cubas, quien ganó las elecciones apoyado en su prestigio como tecnócrata (fue ministro de Planificación de Wasmosy), "rompió con la liberación de Oviedo las esperanzas de los paraguayos, que veían en él un nuevo panorama", explicó Nery. Con apenas tres días, la suya podría ser la luna de miel política más corta de los últimos tiempos. Algunos, como Domingo Laíno, el derrotado candidato del partido Liberal Auténtico, exigen la destitución de Cubas por parte del Congreso. Otros señalan que en éste priman los partidarios de Oviedo y Cubas y que la destitución es imposible. Cualquiera de las dos salidas parece peligrosa para la precaria democracia paraguaya.