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EL PRESO No. 41586

Con la entrega de Noriega, la invasión a Panamá, que comenzó siendo un fracaso, terminó en éxito para Estados Unidos.

5 de febrero de 1990

Los norteamericanos y panameños los esperaban con ansia. La invasión a Panamá, la operación militar más grande del ejército norteamericano desde Vietnam, parecía camino de convertirse en un fiasco de grandes proporciones. La razón era que uno de los cuatro objetivos anunciados por el presidente George Bush al comenzar la intervención armada, esto es, la captura del general Noriega para que compareciera ante la justicia norteamericana por los delitos que allí se le imputan, parecía lejos de conseguirse.
Pero a las 9:40 p.m. del miercoles la espera llegó a su fin. Un jubiloso Bush apareció en los televisores de millones de norteamericanos para anunciar que el general se había entregado voluntariamente a las tropas que le esperaban en la puerta de la Nunciatura apostólica. "Todos los objetivos de la operación se han cumplido", dijo. "EL traslado a los Estados Unidos del general Noriega marca un hito importante en la operación Justa Causa. Los Estados Unidos usaron sus recursos de una manera consistente con los principios políticos, diplomáticos y morales".
A buscar refugio
El lider panameño había entrado en la clandestinidad desde cuando, el 20 de diciembre, más de 24 mil soldados de los Estados Unidos irrumpieron en el país arrollando la resistencia de las Fuerzas de Defensa de Panamá. Durante cuatro dias, mientras la situación militar se definía a favor de las poderosas fuerzas de Estados Unidos, el general se mantuvó escondido en Ciudad de Panamá, en donde cambiaba constantemente de lugar, en ocasiones con sus perseguidores pisándole los talones.De pronto, en la noche de Navidad, el escurridizo ex dictador emergió frente a la Nunciatura apostólica, donde pidió refugio junto con algunos colaboradores cercanos.
Mientras el Vaticano anunciaba que no lo entregaría a Estados Unidos, país que consideraba "potencia invasora", el gobierno norteamericano comenzó una ofensiva diplomática de grandes proporciones destinada a presionar a la Santa Sede para que aflojara su posición.
Lo que siguió fue una serie de negociaciones, propuestas y contrapropuestas que no parecían llevar a ningún lado. El gobierno panameño de Endara, mostrando una curiosa disparidad de criterios, expresaba por boca de su canciller Julio Linares que Noriega debía ser entregado a las autoridades locales para que fuera juzgado en Panamá, aduciendo inclusive que su entrega a los Estados Unidos era inconstitucional, mientras el presidente Endara rELteraba una y otra vez que "el monstruo" debería ser entregado a Estados Unidos porque Panamá "carecía de las facilidades judiciales y hasta carcelarias para encargarse de él".
Entre tanto, la vida de Noriega en el interior de la sede diplomática era lo más parecido al purgatorio. Encerrado en una austera habitación carente de todas las comodidades a que estaba acostumbrado, al general no le quedaba otra distracción que pensar en su destino. Los soldados norteamericanos, por instrucciones de sus superiores, hacían sonar música rock a altísimo volúmen, y los helicopteros aterrizaban y decolaban constantemente en el campo de fútbol de una escuela vecina. El otrora hombre fuerte se vELa cada vez más aislado a medida que pasaban las horas.
Batalla sicológica
Entre tanto, en el exterior de la representación diplomática las negociaciones habían pasado por momentos especialmente difíciles.
el Vaticano se encontraba en la difícil encrucijada de mantener su respeto por el derecho internacional y por su tradición de asilar a los perseguidos, por una parte, y por la otra de no quedar ante la opinión pública de los Estados Unidos y Panamá como el protector de un criminal.
Por eso, el peso de la resolución del impasse recayó en la figura de monseñor Laboa, quien en últimas se llevó los aplausos de tirios y troyanos. Las negociaciones diplomáticas estaban virtualmente estancadas, pues Washington tampoco quería presentar la imagen de estar chantajeando a la Santa Sede. La posibilidad de entregar a Noriega a un tercer país se descarto ante la ausencia de propuestas de países aceptables para las partes. Entregarlo a los panameños era una imposibilidad física y política.Arriar la bandera de la Nunciatura y suspender de hecho la inmunidad diplomática del edificio era una salida arriesgada que hubiera producido más muertes con el asalto consecuente. Nada parecía funcionar.
En esas condiciones, las virtudes negociadoras de Laboa salieron a relucir. Con la promesa oficial de que Estados Unidos le proporcionaría un juicio justo y no aplicaría la pena de muerte, monseñor comenzó una campaña para convencer a Noriega de que la mejor salida, la única que le quedaba, era entregarse voluntariamente a las tropas norteamericanas. Fue entonces, el sábado anterior a la entrega, cuando el Vaticano anunció que suavizaba su postura al declarar que Noriega no era considerado asilado diplomático o político, sino un refugiado contra quien pendían acusaciones criminales. Los testigos afirman que la labor de convencimiento de Laboa resultó demoledora para Noriega. "EL nuncio le fue cerrando todas las puertas, una a una, hasta que Noriega llegó por sí mismo a la conclusión de que su única alternativa era rendirse al los Estados Unidos".El martes le dió el golpe de gracia al anunciarle que a mediodía del miércoles el Vaticano no estaría en condiciones de mantener su asilo. El hombre fuerte finalmente se derrumbó influido, además, por la gigantesca manifestación de repudio que se reunió en las afueras de la Nunciatura. A las 8:48, el general, vestido con prendas militares, se encaminó por su propio pie hacia la puerta, acompañado por el nuncio. Allí le esperaban los soldados y el general Maxwell Thurman, comandante de las fuerzas invasoras. Un helicóptero lo llevó rapidamente a la base aérea Howard, donde le esperaba un Hércules C-130 con las turbinas prendidas. El hombre fuerte de Panamá se había convertido en un reo más de la justicia norteamericana. El No. 41586.
Batalla jurídica
Pero el verdadero drama podría estar apenas comenzando. Al
día siguiente fue conducido, otra vez con su uniforme de general, ante el Juez de Distrito, William M. Hoeveler, para recibir oficialmente los cargos de que se le acusa. (Ver recuadro). El
abogado de la defensa, Frank Rubino, alegó inmediatamente que su cliente no estaba cobijado por la jurisdicción norteamericana porque era un prisionero político y su presencia en la Corte era el resultado de la "coerción e intimidación". El fiscal objetó esa moción, y el juez desestimando el alegato de la defensa, ordenó que en actas quedara consignado que el acusado se había declarado "no culpable", algo que evidentemente no ocurrió.
Esa acción del juez aumentó las preocupaciones de quienes piensan, dentro y fuera de Estados Unidos, que el "juicio justo" para Noriega podría estar en entredicho. Pero aún sin esas consideraciones, los observadores coincidieron en que el proceso al general Noriega promete ser uno de los más espectaculares de los últimos años en los Estados Unidos.
La razón es que, aunque no lo admiten públicamente, muchos funcionarios federales piensan que las evidencias contra Noriega no son lo suficientemente fuertes, sobre todo porque la mayor parte se basa en el testimonio de traficantes de drogas convictos. Pero tal vez la mayor preocupación de los funcionarios oficiales es la afirmación de la defensa según la cual tendría derecho a hacer presentar en la Corte una gran cantidad de documentos altamente secretos, que detallan las actividades de Noriega a favor de las agencias de inteligencia norteamericanas. De negarse el gobierno a proporcionarlos, podía invalidarse el juicio. Pero además los expertos opinan que las audiencias sobre Noriega podrían tomar meses, y podrían internarse en campos tan difíciles como el derecho de los Estados Unidos para juzgar a un dirigente político extranjero. Los abogados de la defensa también han anunciado que cuestionarán la posibilidad real de que Noriega pueda recibir un proceso justo y equilibrado y si la información obtenida en Panamá en medio de la invasión es admisible como prueba en un juzgado.
Sin embargo, aun con todas las dificultades legales que se aproximan, el ambiente en la Casa Blanca era casi tan festivo como el de los miles de panameños que se lanzaron a la calle antes y después de la rendición de Noriega. El secretario de Defensa, Dick Cheney, dijo que la captura de Noriega era "la crema en el ponqué" de la operación de Panamá, mientras los esfuerzos del gobierno se concentraban en la asesoría al gobierno de Guillermo Endara para sacar al país de la difícil situación económica en que se encuentra y para reparar los daños que la invasión produjo en edificios y obras públicas incluído algún tipo de indemnización para los 1.200 muertos civiles que dejó el cumplida.

Misión cumplida
A medida que pasan los días, la invasión de Panamá, que pasó por momentos de real incertidumbre, se configura como un gran éxito político del gobierno de George Bush. El entusiasmo demostrado por las multitudes que se reunieron, desafiando el toque de queda, para celebrar la caída de su odiado "carepiña" le dió a la intervención norteamericana la apariencia de misión liberadora, al estilo de La de Europa en 1945. La publicidad que recibieron los actos de barbarie de los "doberman" de Noriega, convecieron a muchos de que quien regía a Panamá era un verdadero "monstruo" Y el reconocimiento gradual de los gobiernos del mundo al nuevo régimen de Guillermo Endara acabó por completar un panorama en el que, al menos formalmente, los cuatro objetivos de la invasión quedaron cumplidos.
La otra preocupación que asaltó a muchos analistas fue la reacción de gobierno soviético del que se esperaba una protesta mucho más fuerte. Pero la débil manifestación de los rusos aunada a la virtual invitación que le hiciera Washington a Moscú para que interviniera en Rumania, convencieron a muchos analistas de que e fin de la competencia ideológica entre las grandes potencias, antes que el final de los imperialismos en el mundo lo que significa es el regreso a formas clásicas del juego de poder, determinadas más por la geografía que por las ideas. Eso explica que la mayor intervención de los Estados Unidos desde Vietnam no se hubieran dirigido a enemigos "comunistas", sino a un dictador de estilo decimonónico como Noriega. Esa es también la explicación de que el Kremlin insista en mantener bajo su influencia regional a los países de Europa Oriental, a través del Pacto de Varsovia y el Comecon, mientras no tiene inconveniente en dejar que se liberen del comunismo. El objeto de este nuevo juego de poder no es ya necesariamente la búsqueda de un mundo libre o de un paraíso de los trabajadores, sino el tradicional objetivo de la preeminencia mundial a través de alianzas, uso de los recursos y manejo de las influencias.
El episodio de Panamá parece haber descorrido la cortina al tercer Mundo que, según muchos analístas, jugará un papel crucial en ese nuevo orden en el que la confrontación este-oeste tiende a desaparecer. Que el mundo está regresando a disputas económicas y territoriales y no ideológicas, es una realidad que ni el propio Noriega,imbuido en su defensa en un calabozo de,Miami, puede ignorar
Los cargos
Las acusaciones judiciales presentadas en Estados Unidos contra el general Manuel Antonio Noriega en febrero de 1988 tienen dos vertientes la de Miami y la de Tampa. En general, incluyen las figuras de "conspiración", importación de drogas, asociación para delinquir y viajar internacionalmente para adelantar esas - actividades.
En concreto, las acusaciones de Miami son las siguientes:
Haber aceptado un soborno de US$4.6 millones de parte del cartel de Medellín para proteger los envíos de cocaína, lavar dinero, abastecer los laboratorios de la droga y escudar a los narcotraficantes contra la acción de la justicia.
Permitir que el suelo panameño fuera usado por los contrabandistas como estación de paso en sus vuelos cargados de droga hacia los Estados Unidos.
Haber viajado a La Habana para gestionar la mediación del presidente Fidel Castro en su disputa con el cartel de Medellín, luego de que las tropas panameñas habían decomisado un laboratorio de procesamiento de cocaína, por cuya protección ya había recibido dinero
Haber usado sus posiciones oficiales, antes y después de que asumió el control del país en 1983, para proporcionar protección a traficantes internacionales de drogas.
Manejar el envío de insumos químicos necesarios para el procesamiento de cocaína, incluídos aquellos que ya habían sido decomisados por la policía panameña.
Lavado de dólares provenientes de operaciones de narcotráfico.
Permitir a los lideres del cartel trasladar sus operaciones a Panamá luego de la ofensiva antidrogas que siguió en Colombia al asesinato del ministro Rodrigo Lara Bonilla.
Las acusaciones de Tampa, que según los expertos son menos graves que las de Miami, se concretan en tres aspectos:
Conspirar para importar y distribuir marihuana en los Estados Unidos.
Intentar importar a los Estados Unidos 700 mil kílos de marihuana.
Aceptar un soborno de US$ 1 millón de traficantes de drogas para autorizarlos para contrabandear drogas en Panamá y lavar los dineros provenientes de esas actividades allí.