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EL PRIMER ESPAÑOL

La designación de Javier Solana como secretario general de la OTAN puede ser su salvación política.

8 de enero de 1996

EL MINISTRO ESPAÑOL DE Relaciones Exteriores, Javier Solana, tenía en su futuro una perspectiva poco halagadora: encabezar las listas del gobernante Partido Socialista Obrero Español -PSOE- en las difíciles elecciones de marzo próximo. Pero se le apareció la Virgen. Cuando casi nadie lo esperaba, se convirtió en el secretario general de la Organización del Atlántico Norte -OTAN-.
La trascendencia de su nombramiento va mucho mas allá, porque será el primer español en llegar a dirigir una organización de esa importancia. La idea de proponer a un ibérico para ese cargo, que en un principio parecía descabellada pues España no es integrante del comando militar de la alianza, fue vista como una alternativa conciliatoria. Luego del veto estadounidense al ex primer ministro holandés, Ruud Lubbers, y del rechazo francés al ex canciller danés, Uffe Ellemann-Jensen, encontrar un candidato que fuera visto con buenos ojos por los 16 países miembros de la OTAN no era tarea fácil. Ese fue precisamente el mayor mérito de Solana. En un principio ni Gran Bretaña ni Canadá acogieron con euforia la propuesta, pero luego del lobby del presidente norteamericano Bill Clinton y de su canciller, Warren Christopher, el camino quedó allanado para que Solana fuera escogido el primero de diciembre como el noveno secretario general de la OTAN.
Lo que muchos pueden calificar como el mejor golpe de suerte en la vida de Solana, para la prensa española es el fruto de una magistral jugada política. Según el diario El País, fue el mismo Solana quien se postuló: "Dejó caer vagamente la idea en Nueva York cuando, a finales de octubre acompañó a Felipe González a la conmemoración del 50 aniversario de la ONU". Con su éxito, Solana mató dos pájaros de un tiro, porque no solamente se hizo a una posición envidiable, sino evitó de la manera más elegante de todas tener que conducir al PSOE a su casi seguro fracaso de marzo.
En cambio, dentro de cuatro años, cuando concluya su período en la OTAN, podrá aspirar a la presidencia del gobierno español. Al fin y al cabo Solana ha sido el único ministro que ha permanecido al lado del presidente Felipe González durante sus 13 años de gobierno, y es el único de su "petit comité" que no ha sido alcanzado por los escándalos políticos. La posibilidad de que Solana fuera elegido como secretario de la OTAN sonaba tan bien como maniobra política, que el secretario general del opositor Partido Popular, Alvarez Cascos, llegó a sostener que se trataba de un rumor inventado por el Partido Socialista o por el mismo Solana.
Al grueso del PSOE, ajeno a las componendas del poder, la posibilidad de que su más relevante dirigente se fuera para la OTAN le cayó como un baldado de agua fría, porque el partido quedará, ante las dudas de González, sin posibilidad de acceder al poder. Aunque el nombre de José Borrel se ha barajado en algunos círculos, para nadie es un secreto que no tiene la misma imagen nacional, ni mucho menos internacional, que el saliente canciller.
La opinión española también parece estar dividida en torno al nombramiento. Mientras unos tienen el pecho hinchado de orgullo porque nunca un compatriota suyo había dirigido una entidad de la importancia de la OTAN, otros ven con reservas el hecho. Sin embargo, no faltan los analistas que sostienen que el nombramiento de Solana es algo así como la graduación de España en las grandes ligas de la política internacional, y un premio por su intervención positiva en la paz en el Medio Oriente.