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EL QUIRINAL CAMBIA DE DUEÑO

El nuevo presidente italiano, Francesco Cossiga, difícilmente podrá superar la popularidad de su antecesor.

29 de julio de 1985

Nunca fue fácil en Italia la elección del jefe de Estado, no sólo porque se trata de una de esas extrañas repúblicas parlamentarias donde se elige el presidente por medio de un común acuerdo entre los diputados (630), senadores (323) y representantes de los distintos departamentos (58), en una especie de "conclave" como lo definen los diarios, sino también porque El Quirinal, sede de la Presidencia, ha sido precedido estos últimos siete años por un personaje excepcional, el octagenario Sandro Pertini, que deja una herencia rica y dificilísima.
Mientras el popular mandato de Pertini llega a su término el próximo 8 de julio, el pasado lunes 24 de junio las cámaras reunidas en pleno con sus 1.011 "grandes electores" designaron como Presidente de la República al demócratacristiano Francesco Cossiga. 752 sufragios a su favor sobre 977, superaron el quórum de 674 votos al primer escrutinio, un récord en la joven historia republicana de Italia. Eran las cinco de la tarde cuando el aplauso en Montecitorio, sede del Parlamento, anunció el octavo jefe de Estado. Al igual que Pertini hace siete años, Cossiga fue elegido gracias al apoyo de un arco de fuerzas muy vasto que va desde los partidos que forman el gobierno (democracia cristiana, partido socialista, partido republicano, partido liberal, partido socialdemócrata) hasta el partido comunista y la izquierda independiente.
La clase política italiana, a excepción de la extrema derecha (el movimiento social italiano) y la extrema izquierda (democracia proletaria), se proclaman satisfechos con el resultado del pasado 24 de junio. Un precedente y hábil acuerdo concordado y dirigido por el secretario general de la democracia cristiana, Ciriaco De Mita, entre la mayoría de gobierno y el partido comunista ha permitido el actual nombramiento de un demócratacristiano al máximo cargo del Estado. De Mita, dando prueba de limpieza y claridad en los acuerdos, en consonancia con la nueva línea de renovación del partido, quiere ahorrarse los espectáculos de los años anteriores, como en el caso de Giovanni Leone, elegido en 1971 después de 23 votaciones, contra la opinión de comunistas y socialistas y gracias a los votos de los neofascistas. Leone tuvo que renunciar siete meses antes de acabar su mandato acosado por los escándalos económicos.
Por su parte, el octavo presidente de la República, Francesco Cossiga, 57 años, nacido en Cerdeña se presenta como el "Presidente por encima de las partes" y el "representante de la gente común". De esa imagen de hombre modesto, conciliador y tolerante ha gozado a través de su larga carrera (2 veces presidente del Consejo, ministro del Interior y actual presidente del Senado). De buena familia, culto, profesor de derecho constitucional, habla corrientemente alemán e inglés, curioso, al punto que cultiva hobbies como la informática -dicen que computarizó completamente el Ministerio del Interior durante su gestión-, la farmacología, las artes militares, colecciona relojes y objetos "cursis".
Abuelo, poeta y pariente cercano del difunto secretario del partido comunista Enrico Berlinguer, su padre político fue Aldo Moro, asesinado por los Brigadas Rojas. Sin embargo, en una sola ocasión se le tacha de haber actuado "de parte": cuando era ministro del Interior, durante el secuestro de Moro por las Brigadas Rojas en 1978, creó las leyes antiterrorismo que, en efecto, llevan su nombre y que han mermado el sistema democrático. Otra decisión a su cargo es la aceptación en 1980 de los euromisiles en territorio italiano siendo todavía ministro del Interior. Por esto goza del aprecio y respeto de una vasta gama de políticos norteamericanos desde simpatizantes de Carter hasta el conservador Kissinger, el cual lo citó en sus "memorias" como uno de los pocos políticos italianos interesados verdaderamente en problemas de política internacional y de estrategia militar.
Pero más que por la visión que se tiene de él en el exterior, la imagen del nuevo Presidente debe medirse frente a la del personaje más amado y seguido en Italia, el presidente saliente Sandro Pertini. Un jefe de Estado que fue atípico, comprometido en la lucha antifascista desde su juventud 15 años entre cárcel y exilio, un hombre sincero hasta cuando se ha equivocado, ganándose la opinión pública con slls salidas y sencillez.
Político incorrupto, enamorado de los niños de los cuales recibió centenares cada mañana para discutir con ellos, no ha tenido nunca pelos en la lengua. De su primer discurso como Presidente de la República en 1978 se recuerda -todavía- la sorpresa que levantó cuando citó al profeta Isaías pidiendo "que se vaciaran los arsenales y se llenaran los graneros". El nuevo presidente Cossiga, pues, tendrá que enfrentarse a ese fantasma y no será una tarea fácil, aunque cuente con ese "espíritu diplomático" que tanto sus enemigos como sus amigos le reconocen. Una cualidad que lo lleva a tener buenas relaciones con todos e indispensable para llevar a cabo su rol de "garante de la constitución".