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EL RENACER DEL ISLAM

Las repúblicas del Asia Central renuevan sus tradiciones y sus vínculos con el mundo musulmán.

15 de junio de 1992

EN VISPERAS DE UNA NUEva cumbre de dirigentes de la Comunidad de Estados Independientes se reunieron en Ashgabat, capital de Uzbekistán, los presidentes de las cinco repúblicas islámicas del Asia Central, con el líder de Irán y los primeros ministros de Paquistán y Turquía. La reunión se planteó para promover la integración y plantear proyectos concretos como una autopista que una las capitales y un ferrocarril transasiático. Pero detrás de todo está la posible disolución de la CEI y la integración plena de esas repúblicas a su entorno histórico, el islamismo.

El islamismo renace en esos territorios siguiendo los pasos de Mareo Polo, recorriendo las rutas de las caravanas, redescubriendo místicas ciudades como Samarkanda o Bujara. El final de la guerra fría marcó, para algunos, el fin de la historia. Pero lejos de morir, la historia parece recuperar nuevos bríos. Es el caso de Asia Central donde la desintegración de la Unión Soviética ha dado nacimiento a cinco repúblicas de tradición islámica: Tadjidkistán, Uzbekistán, Kazajstán, Turkmenistán y Kiguizia. Con cerca de 50 millones de habitantes, estas se erigen hoy como un claro polo cultural y político, diferenciado de las repúblicas eslavas.

Nudo de pueblos, culturas y religiones, el Asia Central ha sido testigo a través de los siglos, de invasiones como la de Gengis Khan, la de los árabes o la rusa de guerras y desplazamientos que dejaron la marca de distintas civilizaciones. Pero la que dio una unidad a la región fue la cultura musulmana, que llegó a estos territorios allá por el siglo VII.
El Islam asimiló las corrientes que le precedieron, dando lugar a una sola cultura que los pueblos sienten y respetan como suya. Ese sentimiento de pertenencia a una misma nación la " Umma " trasciende las diferencias idiomáticas o étnicas: ya sean tadjiks de origen persa y de lengua farsi, uzbekos de origen turco, sunnitas o chiítas, todos se sienten parte de esa especificidad que significa ser musulmán.

Los zares conquistaron estas tierras y las anexaron a lo que se conoció como "cárcel de pueblos" del imperio ruso. El stalinismo y sus sucesores, representantes del nacionalismo gran ruso, siguieron ese camino y llenaron estos territorios de rusohablantes. Durante décadas, la "nomenklatura" predicó el fin de los problemas nacionales en el territorio soviético, y proclamó que las religiones eran vestigios de un pasado antiguo. Pero era claro que el marxismo estaba equivocado.

Los pueblos del Asia Central de la ex Urss se están integrando a la oleada islámica que se inició en 1979, con la revolución de los ayatollas en Irán, y que desde entonces se viene extendiendo como una gran mancha, cubriendo las costas mediterráneas de Africa, ganando las elecciones en Argelia, penetrando en las fábricas francesas, creando milicias armadas contra los serbios en Bosniab Herzegovina, acompañando a los mujaidines en la toma de Kabul y adentrándose en China.

La religión musulmana, como las demás de la Urss, fueron durante la dictadura comunista, las únicas organizaciones existentes por fuera del marco oficial. Bajo su amparo comenzaron a cobijarse los opositores y la religión empezó a ser el medio de expresar los sentimientos nacionales insatisfechos.

Hoy nuevos fenómenos suceden todos los días: los idiomas nativos se imponen sobre el ruso, como el Kirguizia o Uzbekistán, donde el kirguiz y el uzbeko fueron declarados idiomas oficiales mientras crece el éxodo de la población rusa. En Kirguizia, por ejemplo, más de 150 mil rusos han emigrado en los últimos dos años, y los cargos públicos son ocupados por los kirguizes.

Al renacer de las lenguas nativas se agrega el surgimiento de partidos islámicos, como el Partido de Renacimiento Islámico (PRI), que tiene su base en Tadjikistán, pero que suma adherentes en las demás repúblicas. Se reabren las escuelas religiosas. La célebre Bujara, que fue hasta fines del siglo XVI un centro de vida religiosa y cultural incomparables, ve abrir las puertas de las "madrasahs" donde se predica el ideal de una república islámica.

Pero sin lugar a dudas el pico del enfrentamiento está hoy en Tadjikistán, donde el gobiemo de la vieja "nomenklatura" encabezado por el presidente Rakhmon Nabiyev ha tenido que ceder su lugar a un gobierno de consenso con la oposición que durante más de un mes hizo un sitio permanente en el centro de la capital, Dushanbe. Parte importante de esta oposición es el PRI, que, según se dice, ha decidido hablar con los mujaidines tadjiks de Afganistán para buscar su apoyo.

Ante el vacío dejado por la Urss, otros países se aprestan a pescar en rio revuelto. Son ellos Turquía e Irán. El primer ministro turco acaba de hacer un viaje por toda la región prometiendo los favores de su gobierno y soñando con un gran Turquestán asiático. Irán hace sentir su influencia en el renacer religioso de los que predican el establecimiento de repúblicas islámicas regidas por la "sharia". Y ambos asisten a la cumbre.

Podría pensarse que el retorno a los velos del Islam es un retroceso de la historia. Pero muchas veces la historia ha demostrado valerse de trajes religiosos que esconden los verdaderos problemas económicos, culturales y políticos de los pueblos, en este caso, las legitimas aspiraciones económicas, culturales y nacionales de estos pueblos olvidados por la historia, pero que ahora vuelven, con todo su empuje, con sus tradiciones y costumbres, a la palestra mundial.

La notable historiadora y sovietóloga francesa Helene Carriére d'Encause, que predijo hace más de 10 años el ascenso del islamismo en la Urss, definía ese fenómeno con el nombre de "homo islámicus". Para ella, "la emergencia de una conciencia colectiva musulmana anterior a los sentimientos nacionales y con un contenido cultural más que religioso es un fenómeno nuevo en la Urss, probablemente irreversible, porque no se trata de un retraso intelectual ni cultural..sino, al contrario, de la evolución explícita que acompaña al progreso intelectual".

Si esto es así el mundo estaría entonces ante un aceleramiento vertiginoso de la historia, y no ante su muerte prematura. -