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El ritmo frenético de Dilma Rousseff en la presidencia de Brasil

La flamante presidente de Brasil, Dilma Rousseff, ya había alertado a los reporteros que su gobierno no les daría tregua: tendrían que trabajar sábados y domingos.

4 de enero de 2011

Desde que tomó posesión del cargo en reemplazo de Luiz Inácio Lula da Silva, la primera mujer en gobernar el país ha mantenido una agenda frenética que comenzó el domingo, un día después de asumir el poder en una maratónica jornada de ceremonias.

Incluso la puntualidad con la que cumplió con la extensa lista de eventos de su agenda marcó una distancia con los célebres atrasos de Lula, cuyas actividades comenzaban al menos una hora después del horario previsto.

"Ella va a sorprender a mucha gente", comentó el analista político David Fleischer, de la Universidad de Brasilia.

A juicio de Fleischer, el tipo de decisiones que la nueva gobernante comenzó a tomar la distinguen de su antecesor y mentor político, del cual fue mano derecha en los últimos años de su mandato.

Acciones para contener gastos públicos, incluyendo congelamiento de salarios de servidores públicos, y la posibilidad de aumentar los intereses para contener la inflación indican que Rousseff está dispuesta a tomar medidas impopulares si es necesario para mantener la economía ordenada y con crecimiento y erradicar la miseria extrema.

"La visión de ella de cómo gobernar, las primeras decisiones tomadas de privatizar aeropuertos y contener gastos, van en el camino de lo que Brasil necesita", escribió Merval Pereira, columnista del diario O Globo y tradicional crítico de Lula y sus allegados.

La agenda de trabajo de la flamante mandataria comenzó el domingo con una serie de encuentros con visitantes internacionales, incluyendo al Príncipe Felipe de España, el presidente uruguayo José Mujica, el primer ministro de Corea del Sur Kim Hwang-Sik y el senador japonés Taro Aso.

En los dos días siguientes no bajó de ritmo, con intensas jornadas de encuentros con autoridades y negociaciones con los partidos de su base aliada para definir los cargos pendientes de completar en el sector público.

Para Fleischer, las diferencias entre Rousseff y Lula se hicieron notar desde sus discursos del sábado, en los que mantuvo un tono formal, sin las anécdotas personales y la informalidad que caracterizaban los mensajes de su antecesor.

"Sus discursos mostraron una diferencia de estilo, sin aforismos, sin chistes malos y sin los errores gramaticales que cometía Lula", señaló el analista político.

Consideró por ello que la nueva gobernante podrá salir de la sombra de Lula, que dominó gran parte del período de transición desde que Rousseff ganó las elecciones el 31 de octubre.

Lula se despidió del poder con un histórico índice de popularidad de 87%, que le ayudó a elegir a Rousseff como candidata pese a que carecía de experiencia electoral.

La pregunta que muchos se hacen es si la nueva presidenta, una economista de 63 años que militó en una guerrilla en su juventud, tendrá la energía para mantener ese ritmo de trabajo en sus cuatro años de mandato.

Rousseff tuvo que apartarse de su cargo de secretaria general del gobierno de Lula el año pasado cuando se le detectó un cáncer linfático, que los médicos han dado por superado. (AP)