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EL ULTIMO AVENTURERO

La captura de Robert Vesco en Cuba podría ser mucho más que un episodio novelesco de la historia reciente del Caribe.

10 de julio de 1995

DESDE ROBERT WALKER, EL AVENTURERO estadounidense que intentó en el siglo pasado conquistar por su cuenta a Nicaragua, la historia de Centroamérica y el Caribe ha estado tachonada de extraños personajes provenientes del norte. El último de ellos es Robert Vesco, de 59 años, el ex financista capturado la semana pasada en La Habana, Cuba, luego de 22 años fugitivo en los que acumuló un prontuario impresionante, siempre en el límite entre las altas esferas del poder y la marginalidad del bajo mundo.
Robert Vesco es un empresario de origen italiano que en 1970 era dueño de una fábrica de herramientas industriales cuya prosperidad le permitió asumir el control de la sociedad Investors Overseas Ltd., con sede en Ginebra (Suiza) y de propiedad hasta entonces del hombre de negocios británico Bernard Cornfield.
No pasaría un año antes de que la Comisión de Valores Bursátiles comenzara a investigar sus actividades, y en 1973 fue acusado formalmente por haber sustraído 224 millones de dólares de dineros de los inversionistas. Acorralado, Vesco añadió otro delito a su prontuario: entregó 200.000 dólares en auxilios ilegales a la campaña de la reelección del presidente Richard Nixon, con la esperanza de que eso enfriaría el interés oficial en proseguir su proceso.
Eso no evitó, sin embargo, que el personaje desapareciera misteriosamente con los policías pisándole los talones. Más tarde se sabría de su presencia en las Bahamas, de donde pasó a Costa Rica, país en el que el gobierno de Daniel Odúber le concedió asilo, aparentemente a cambio de grandes beneficios económicos. La temporada de Costa Rica, donde volvió a ejercer como financista, terminó en 1978 al mismo tiempo que la presidencia de Odúber, pues el nuevo gobierno de Rodrigo Carazo parecía dispuesto a ceder por fin a las peticiones de extradición hechas por Washington. Pasó primero a Antigua y terminó en Bahamas, bajo la protección del primer ministro Lynden O. Pindling. Allí entraría en tratos con el narcotraficante colombiano Carlos Lehder, quien había adquirido en 1975, de un antiguo socio de Vesco y por un millón de dólares, el cayo Norman, sede de la primera gran organización de tráfico de cocaína hacia Estados Unidos. En 1989 el gobierno estadounidense acusó formalmente a Vesco de haber colaborado con Lehder en el establecimiento de sus rutas de narcotráfico hacia ese país.
De los últimos tiempos de su permanencia en Bahamas proviene otra acusación en su contra, según la cual habría intentado sobornar a funcionarios estadounidenses para obtener la liberación de aviones civiles y militares del régimen libio del coronel Muammar Gaddafi.
Los favores del gobierno de Bahamas para Vesco languidecieron luego de que Lehder fuera expulsado de su cayo, y en los primeros años de la década del 80 el personaje apareció refugiado en Cuba. Eran otras épocas, y el gobierno cubano recibió sin problemas, y por 'razones humanitarias' a ese financista norteamericano que, para sostener allí a su mujer y sus dos hijas, estaba dispuesto a invertir grandes sumas de dinero en la isla. Vesco intentó en 1983 pagar con creces ese favor. cuando organizó el contrabando hacia Cuba de maquinaria azucarera estadounidense, la cual fue detenida en Brownsville, Texas.
Según apareció en una acusación formal, fue Vesco quien hacia 1984, a instancias de Lehder, convenció a algunos altos funcionarios cubanos para que aprovecharan las rutas establecidas contra el bloqueo comercial norteamericano, para enviar cocaína a Estados Unidos, en lo que se conoció como el caso Ochoa. Algunos años después, el único involucrado cubano que no fue ejecutado, el coronel Patricio de la Guardia, aseguraría que Vesco estafó un millón de dólares a Cuba en la famosa compra azucarera.
La semana pasada, el gobierno cubano asombró al mundo con la captura de Vesco, quien hasta entonces vivía amparado bajo la vista gorda del gobierno de La Habana. Las especulaciones sobre un acuerdo secreto con Washington no se hicieron esperar, y los miles de cubanos que acababan de escenificar una protesta ante la Casa Blanca por el cambio de política del gobierno de Bill Clinton hacia la emigración de su país, adquirieron un nuevo motivo para vociferar. Porque la aparente entrega del ex financista a los estadounidenses podría dar paso a nuevas concesiones de Clinton para el gobierno de Fidel Castro, algo que muchos cubanos de la Florida no quieren ni pensar.
Al cierre de esta edición la entrega no se había producido, pero la sensación generalizada era que si efectivamente el preso era entregado a los norteamericanos, el gobierno cubano habría dado un paso importante hacia su 'normalización' como interlocutor de Estados Unidos. Porque la única persona que podría acusar al gobierno cubano de complicidad en el caso Ochoa sería el propio Vesco, y a Fidel Castro nunca se le ha conocido por ser alguien que da puntada sin dedal.