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El yugo eslavo

La unidad nacional tambalea con los aires independentistas del Kosovo.

1 de mayo de 1989

Del centro de la capital del Kosovo, Pristina, han desaparecido hasta los emboladores, que hasta hace pocos días permanecían inmóviles, casi indiferentes, sobre las aceras cuando llegaron en febrero los "carros armados". Ahora, la tensión se ha acentuado y el imprevisto estallido de los enfrentamientos los ha obligado a abandonar sus puestos de observadores privilegiados. La capital de la región autónoma del Kosovo, en Yugoslavia, está ahora todavía más sola, al borde de la guerra civil en un silencio abrumador con la gente que evita salir a las calles y los negocios que se vacían casi como por encanto.

Los disturbios, que comenzaron como una protesta insignificante y aislada el jueves anterior, degeneraron en un movimiento de grandes proporciones en seis poblaciones del área, predominantemente poblada por descendientes de albaneses para quienes las nuevas medidas constitucionales, que restringen aún más la limitada autonomía de la región del Kosovo, son inaceptables.

Los comunicados oficiales dicen que durante los disturbios de finales de marzo, los muertos fueron 29, aunque un balance general de los enfrentamientos entre la población posiblemente aumente con el tiempo. "Es una conspiración de los enemigos externos e internos --dice el comunicado-- y haremos todos los esfuerzos para instaurar el orden y la paz". El número de heridos llega a más del centenar. Y son tal vez esas las razones por las cuales el viceministro de Defensa, Simeon Buncic hizo un llamado a las seis repúblicas para que "cesen inmediatamente la guerra psicológica y política que amenaza la unidad del país". Todavía más explícito fue el llamamiento del general Simic, responsable ideológico del Ejército, que expresó la "total" oposición de las Fuerzas Armadas a que en Yugoslavia se introduzca el pluripartidismo.

En los próximos días, cuando se cumpla el aniversario de la revuelta de 1981, la llamarada se puede encender de nuevo. Y lo peor de todo es que los dirigentes políticos del país, aparecen como inmovilizados de frente al abismo, incapaces de intervenir. En efecto, el cuadro político yugoslavo esta bloqueado. En Belgrado, la capital, el nacionalismo serbio, el más grande y fuerte, celebró la nueva legislación que dispone que la región autónoma del Kosovo quede bajo jurisdicción de Serbia. Desde Lubiana, y desde Zagreb, continúan alzándose voces contra la intransigencia serbia y en particular de su líder Slodoban Milosevic, voces que advierten que la intervención militar en el Kosovo es un precedente y que si se repite en otras regiones del país sería considerada como ocupación extranjera.

La sombra de la llamada "Gran Serbia" está oscureciendo a todo el país y opaca también todas las frágiles estructuras del federalismo yugoslavo. La situación resulta grave si hasta los altos mandos del ejército claman ante los cuadros políticos para que cese la actual confrontación entre las repúblicas de la federación. "Es una locura empujar los pueblos yugoslavos el uno contra el otro", declaró un alto oficial. Y la inquietud de las Fuerzas Armadas es un mal síntoma puesto que esa institución se ve a sí misma como la única fuerza capaz de unificar el país. La advertencia, por supuesto, no ha sido hecha solamente una vez por los militares, pero en esta ocasión suena a ultimátum. Un ultimátum a los grupos albaneses que plantean su cuestión en términos de insurrección armada --se afirma incluso que hay intereses oficiales de Albania tras el territorio del Kosovo-- y también a los nacionalistas serbios que sueñan imponer su hegemonía sobre las otras nacionalidades. Pero también la advertencia militar va dirigida a los eslovanos que insisten demasiado en su autonomía. Un cuadro tan dramático ha llevado a que los observadores europeos hayan comenzado a temer el establecimiento en Yugoslavia del militarcomunismo.--