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Mientras que le exige a Hillary que responda por la vida sexual de su marido, Donald Trump se presenta como un ‘playboy’ con decenas de amantes. | Foto: A.P. / A.F.P.

ESTADOS UNIDOS

Trump acusa a Hillary de ser cómplice de los ‘affaires’ de Clinton

Ya no hay temas tabú en la campaña electoral en Estados Unidos. Se acaba de abrir un nuevo capítulo: el del sexo.

28 de mayo de 2016

Donald Trump llegó a donde está por ser políticamente incorrecto. En otras palabras, por no tener pelos en la lengua, por ser irreverente, insolente y decir cosas que nadie se había atrevido a decir hasta el momento. Sin embargo, todo el mundo pensaba que esa forma de hacer política tenía límites. Pero la semana pasada quedó claro que eso no es así. Por primera vez el candidato republicano decidió incursionar de frente en el tema de la vida sexual de los Clinton.

 Como Bill había protagonizado los escándalos, y no su esposa Hillary, no se veía por qué lado podía hacerle daño a ella. Pero Trump sin titubear decidió llamarla “cómplice de su marido”. La palabra que utilizó en inglés es enabler, que en la práctica es una combinación entre ‘cómplice’ y ‘alcahueta’. De ahí pasó a decir que todas las mujeres cuyas vidas habían sido destruidas por las aventuras sexuales de Bill Clinton la tenían a ella como corresponsable.

 Y aventuras sexuales de Bill Clinton hubo muchas. Trump hizo la primera referencia a ellas en una entrevista con Sean Hannity, un periodista de la cadena Fox. En esta, el candidato republicano enumeró una serie de acercamientos sexuales documentados del expresidente que pasaban del manoseo al acoso, hasta llegar en uno de los casos a la violación. Esa palabra, rape, atribuida en la pantalla a un expresidente por un posible futuro presidente, conmocionó a la audiencia.

 Pero la cosa no paró ahí. La semana pasada, en una cuña publicada en Instagram, Trump les puso nombre a dos de las mujeres a las cuales se había referido en la entrevista con Fox. Y además citó en comillas las frases con que ellas describieron en su momento los ataques sexuales de Clinton. La primera se llamaba Juanita Broaddrick. Con lágrimas en los ojos, ella dice en la cuña: “Empezó contra mi voluntad a morderme el labio superior y yo trataba de alejarlo”. De ahí la imagen pasa a una de Clinton con cara de pervertido y un tabaco en la boca. La señora Broaddrick, una enfermera, acusó a Clinton de violarla en Arkansas en 1978, cuando él era candidato a gobernador del estado. De todas las mujeres que han puesto la cara como acosadas por el expresidente es la única que lo ha acusado de semejante crimen.

 También aparece en esa campaña negativa Kathleen Willey, quien dice que “ninguna mujer debe ser sometida a lo que me tocó a mí. Fue un asalto”. Willey era una practicante en la Casa Blanca y según ella los hechos tuvieron lugar en 1993, al comienzo de la primera presidencia de Clinton. Después de los dos testimonios, la cuña termina con una foto de los Clinton abrazados, riéndose y acompañados de la siguiente frase: “Here we go again” (Vuelve y juega).

Paradójicamente, Trump no ha sido solo tan mujeriego como Clinton, sino que se ha casado tres veces. Mientras que el expresidente miente sobre sus mujeres, el magnate se jacta de sus conquistas. En su libro Think Big (Pensar en grande) publicado en 2008 afirmó: “Hermosas, famosas, exitosas, casadas, las he tenido a todas”. Otra diferencia es que aunque Trump tiene algo de acosador, nunca se le ha acusado de violar a nadie. Aun así, The New York Times sacó un artículo en primera página titulado How Donald Trump Behaved with Women in Private (Cómo se comportó Trump con las mujeres en privado). Allí hacía referencia a testimonios de varias mujeres con las cuales el empresario habría tenido un acercamiento indebido.

A su vez, un grupo de partidarios de Hillary publicó en YouTube una cuña que muestra la voz de Trump sobre imágenes de mujeres que dicen frases como “¿Tenía un buen cuerpo? No. Un buen trasero. Por supuesto que sí”, “A uno le gustan las niñas que miden 1,50. Llegan a donde sabemos” o “Una mujer sin tetas nunca será un 10”. Sin embargo, como al magnate nada lo afecta, ni el artículo ni la cuña le hicieron mayor daño, a pesar de que en Estados Unidos no tiene antecedentes un candidato adúltero con tres esposas.

Se pensaría que era difícil ser más ofensivo que eso en una campaña presidencial. Pero Trump llegó aún más lejos. Se metió en un tema considerado tabú en Estados Unidos por sus implicaciones: el suicidio de Vince Foster, uno de los principales consejeros durante el primer mandato del presidente Clinton. Foster, uno de los hombres más poderosos de la Casa Blanca, un día se fue a un parque situado a algunos kilómetros de Washington, y se metió un tiro en la cabeza. Lo escandaloso de ese suicidio es que, cuando Clinton era gobernador de Arkansas, hubo múltiples sospechas de que ese personaje era el amante de Hillary.

 Los medios de comunicación tradicionales nunca han recogido ese rumor, por falta de pruebas, pero en la prensa amarillista y en internet el asunto ha sido ampliamente divulgado. Trump se atrevió a tocar el tema en forma indirecta sin hacer referencia concreta al supuesto affaire. Pero la sola mención del caso Foster tantos años después de su trágica muerte era una insinuación malévola que los entendidos de Washington registraron. En una entrevista en The Washington Post, el magnate habló de ese episodio en los siguientes términos: “Foster tenía un conocimiento íntimo de lo que estaba pasando y, entonces, de un momento a otro se suicidó”. Y agregó que “algo olía mal” en esa tragedia.

 A todas estas, salió una inesperada voz en defensa de Clinton. Se trata ni más ni menos que de Kenneth Stark, el fiscal que trató de destruirlo políticamente por el caso de Monica Lewinsky. En ese escándalo, Stark amenazó a la entonces practicante de la Casa Blanca con enviarla a la cárcel si no contaba de forma explícita todos los detalles de su relación sexual con Clinton. Lewinsky, algo ingenua a sus 24 años, accedió a ese chantaje y dio descripciones gráficas y explícitas de cada uno de sus encuentros con el presidente en la Oficina Oval. Como Clinton había negado tener una relación sexual con ella, Stark lo acusó de perjurio y de obstrucción a la Justicia y acabó enjuiciado en el Congreso. Como era absurdo que el hombre más poderoso del mundo se cayera por unas canitas al aire, Clinton sobrevivió y Stark, el fiscal acusador, fue derrotado.

Por lo anterior, sorprende que este saliera ahora a defender a Clinton para casi pedirle perdón por lo que había hecho. Por un lado, dijo que su investigación sobre el caso Lewinsky había tenido “una dimensión trágica que todos lamentamos”. Por el otro, lamentó la “profunda rabia” que está alimentando “un populismo casi radical” en Estados Unidos.

 La intervención del exfiscal, sin embargo, no es suficiente para tranquilizar a Hillary Clinton. Trump ha demostrado que mientras más desafía la lógica y más barbaridades dice, más respaldo gana en el electorado. Si todavía no ha sido proclamado oficialmente candidato republicano, ¿cómo serán las cosas cuando lo sea? ¿Hasta qué punto será capaz de meterse con la vida privada –o la sexual– de los Clinton cuando esté enfrentado a Hillary en los próximos debates televisivos frente a toda la audiencia norteamericana? Bill y Hillary tienen razón en estar muy nerviosos.