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HOLANDA

Elecciones en Holanda: ¿Freno al populismo?

A una semana de las parlamentarias, el caos de la presidencia de Donald Trump y las complicaciones del Brexit le han restado fuerza a la campaña de Geert Wilders.

10 de marzo de 2017

En 1992, Holanda firmó el Tratado que la creó en la ciudad de Maastricht.  25 años después, el país en el que se consolidó la integración europea se enfrenta a un panorama político muy distinto, por lo que las elecciones parlamentarias que tendrán lugar el 15 de marzo decidirán si ese país continúa siendo un baluarte de los valores liberales y del proyecto de la Unión Europea, o sucumbirá ante el nacionalismo del Partido por la Libertad (PVV) Geert Wilders. El “Trump holandés”, como se conoce a Wilders, construyó su plataforma política en torno a la islamofobia y ha prometido retirar a Holanda de la Unión Europea.

Además, ha tejido redes con otros movimientos xenófobos y nacionalistas de países que, según él, también atraviesan una “primavera patriótica” como la que se vive en Holanda. Del otro lado del atlántico tampoco le faltan amigos. Según el diario The New York Times, el PVV ha reicbido donaciones que suman 120.000 dólares del activista de extrema derecha estadounidense David Horowitz. No obstante, aunque las similitudes con el magnate le han ganado aliados, también han hecho que Wilders pierda los votos de electores más moderados que temen que se replique el caos “trumpiano” en su país.

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En efecto, el profesor Caspar van den Berg de la Universidad de Leiden le dijo a SEMANA que hay personas que están reconsiderando apoyar al PVV en las urnas, dado que más allá de un voto protesta, “si Wilders hace lo que ha prometido, como Trump lo ha hecho, ello puede tener consecuencias muy graves para la estabilidad del país, la posición de Holanda en el mundo, y para el comercio como principal pilar de la economía. Esta parte del electorado puede pensarlo dos veces antes de votar por Wilders, considerando lo que ya han visto en Estados Unidos”.

Asimismo, los partidos de centro y los progresistas están buscando caminos para contrarrestar la amenaza populista. De un lado, el Partido Verde cuadruplicó su número de votantes en pocos meses, y del otro, los liberales de Demócratas 66 han ganado terreno en los últimos sondeos. Por su parte, el primer ministro Mark Rutte, líder del Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD), ha endurecido sus posturas frente a la inmigración, diciéndole a los extranjeros en suelo holandés que deben “actuar normalmente o irse”. Rutte también adoptó un tono conciliatorio frente a quienes apoyan al Partido por la Libertad. “Las personas que votan por el PVV son gente decente. Quiero mostrarles que Wilders no es el líder para resolver sus problemas”, reiteró. Y al parecer sus intentos para seducir a los votantes de derecha están dando frutos. El VVD de Rutte volvió a liderar los sondeos por primera vez desde noviembre, cuando se realizaron las elecciones en Estados Unidos.

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Sumado al “efecto Trump” que ha golpeado su popularidad en las encuestas, las condiciones del sistema electoral de su país tampoco favorecen a Wilders. El Parlamento en Holanda tiene 150 escaños, por lo que se requieren 76 asientos para tener mayoría simple y, dado que se espera que al menos 14 partidos obtengan representación, es prácticamente imposible que un solo partido político pueda gobernar sin hacer coaliciones. Incluso si el PVV consigue un número significativo de escaños en el parlamento, los líderes de los demás partidos se rehúsan a incluir a Wilders en una coalición de gobierno. Así, el líder de la extrema derecha se se aleja del gobierno, relegado a la oposición.

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Todo señala que el populismo europeo atraviesa un mal momento. En Francia el candidato presidencial de centro, Emmanuel Macron, finalmente logró sacarle ventaja a la dirigente del Frente Nacional, Marine Le Pen. La representante de la extrema derecha comparte la plataforma anti inmigración y euroescéptica de Wilders, y las encuestas siempre le habían otorgado la victoria en la primera ronda de las elecciones galas. Con todo, aunque no conviene subestimar a los movimientos populistas, la presidencia errática de Donald Trump y las complicaciones del Brexit le han servido de escarmiento a los votantes europeos, que no quieren seguir los pasos ni de Estados Unidos ni del Reino Unido.