A tiros se bajaron a la narcopaloma mensajera

Entre las 15.000 palomas que sobrevolaron el autódromo de la provincia de La Pampa este miércoles, donde inició el campeonato regional Medio País 2017, había una infiltrada. Se trataba de una paloma que de un momento a otro se apartó del grupo de animales con dirección a la colonia penal de Santa Rosa. Llevaba una carga pesada e ilícita.

Las cámaras de los medios de comunicación captaron el momento en que la paloma, desconocedora del cargamento, cambió su rumbo cargando un retazo de tela que contenía 44 pastillas de ansiolíticos, 3,5 gramos de marihuana mezclada con pastillas, 4 gramos de marihuana compactada y un pendrive  (dispositivo electrónico de almacenamiento). El animal fue apodado la ‘narcopaloma‘ luego de dar positivo en el test de drogas. 

En contexto: Las palomas mensajeras de las cárceles

El Servicio Penitenciario Federal (SPF) descubrió que el animal había sido entrenado para hacer hasta 10 viajes por día y le habían seguido el rastro a sus constantes incursiones al centro penitenciario. En el que fue su último vuelo, la paloma recibió un disparo y fue dada de baja. La fotografía de su cadáver con la mochila atada al cuerpo inundó rápidamente las redes sociales.  

Aunque el uso de palomas mensajeras para transportar pequeñas cantidades de droga a los presos no es nuevo, los narcos venían reemplazándolas por drones. Esto les permite llevar mayores cargas, dirigidas a control remoto. En Argentina, el último caso de uso de palomas mensajeras por bandas de narcos fue en 2013, cuando en el techo de una casa fueron descubiertas 15 aves entrenadas para realizar hasta una docena de viajes diarios con drogas. En esta operación fueron detenidas tres personas.

Aunque parezca increíble, en Colombia las palomas se convirtieron en un dolor de cabeza para las autoridades penitenciarias. Hace un año, circuló en las redes sociales un video de una paloma que ingresaba a la cárcel de Cómbita (Boyacá) con un celular sobre su plumaje.

Su caso destapó el de decenas más que eran criadas en los centros carcelarios, alimentadas por los internos desde las ventanas y cuando la visita llegaba a la cárcel, se las llevaban. Afuera le amarran el cargamento de drogas, chips, USB y hasta celulares completos sin ser detectadas por las autoridades. Siempre regresaban donde su dueño.