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EN BUSCA DE LA MAYORIA PERDIDA

Después de ganar las presidenciales, Mitterrand convoca elecciones legislativas para gobernar con mayoría socialista.

20 de junio de 1988

Es algo así como el tiquete a la tranquilidad política. Tal vez fue esa la razón por la cual el Presidente francés, Francois Mitterrand, no dudó en comprarlo, cuando el pasado 14 de mayo ordenó -conforme a la constitución- disolver la Asamblea Nacional y convocar a elecciones legislativas.
El decreto del jefe del Estado no produjo sorpresas. Después de su reelección el pasado 8 de mayo, Mitterrand trató de buscar el apoyo de diputados de la centro-derecha, sin conseguirlo. Una coalición con el centro era indispensable para asegurar la tranquilidad del gobierno cuyo partido, el socialista, poseía 215 diputados (de un total de 577) elegidos en los comicios de marzo de 1986. En esa fecha la derecha capturó la mayoría, obligando a Mitterrand a ofrecerle el primer ministerio al líder de la oposición, Jacques Chirac, dentro de lo que se conoció como la "cohabitación"
Ese esquema cambió, sin embargo el 8 de mayo cuando Mitterrand derrotó ampliamente a Chirac y decidió nombrar a un hombre de su partido, Michel Rocard, como nuevo Primer Ministro. A pesar de tener buenos amigos entre los parlamentarios de centro-derecha, Rocard se encontró con la orden de "no colaboración" dada por los principales líderes políticos.
Fue esa la razón por la cual Mitterrand decidió disolver la asamblea. Aunque en un comienzo el jefe de Estado se había mostrado reacio a la idea, no le quedó más remedio. Ahora, los franceses deberán volver a las urnas el 5 y el 12 de junio para elegir -en dos vueltas- los diputados que los representaran durante los próximos 5 años.
Si todo sale como está previsto, los socialistas van a obtener más de los 289 diputados que necesitan para obtener la mayoría. Las diferentes encuestas revelan que el PS recibirá cerca de un 40% de los votos en la primera vuelta, frente a un 35% de la coalición de centro-derecha, que compite bajo la sigla UCR (Union de Rassemblement et du Centre) y que nació del matrimonio de los partidos neo-gaullistas RPR, de Chirac, y UDF, de corte Giscardiano.
Jean-Marie Le Pen -el líder indiscutido de la ultra derecha- constituye el mayor enigma. El ex paracaidista de 59 años anunció la semana pasada que pensaba presentarse en una de las circunscripciones más populares de Marsella, en donde obtuvo una gran votación con ocasión de la primera vuelta de las elecciones presidenciales el 24 de abril. En respuesta, el PS aceptó el reto y decidió enviar uno de sus mejores hombres a enfrentarlo. Ahora, todos los especialistas consideran que serán los candidatos del FN y del PS quienes se disputen, en la segunda vuelta, el puesto a que da derecho la circunscripción marsellesa.
Esa ofensiva contra la ultraderecha era previsible. En la primera vuelta de las presidenciales Le Pen capturó un 14.4% de los votos, dejando con la boca abierta a los observadores políticos. El hecho de que 4.4 millones de franceses hubieran votado por un hombre que sostiene que los problemas del país se solucionarían si se expulsaran los inmigrantes del Tercer Mundo, se constituyó en la noticia más destacada de la campaña.
Ahora, por lo tanto, el esfuerzo consiste en reducir el Frente Nacional a sus justas proporciones, sin escatimar ningún recurso. Esa fue la motivación de la sorpresiva candidatura de Bernard Tapie (el millonario empresario dueño de la vie Claire) quien la semana pasada decidió lanzarse por el Partido Socialista, en otra circunscripción electoral de Marsella.
La estrategia cuenta con el apoyo de la centro-derecha, quien ha dejado en claro que no desea hacer tratos con el Frente Nacional. El rechazo a Le Pen está bien justificado. Aparte de sus ideas, muchos diputados centristas opinan que fue el miedo a la ultraderecha el que explicó el amplio triunfo de Mitterrand frente a Chirac en la segunda vuelta de las presidenciales.
Es precisamente el jefe del Estado el que confia en tener la situación controlada, una vez se realicen las asambleas legislativas. Por el momento, el gobierno de Rocard esta atado de manos para emprender nuevos planes, debido a la falta de Parlamento.
Esa relativa impaciencia es compartida hoy en día por los miles de franceses que desean -tal como es costumbre después de cada elección presidencial- una amnistía a las multas de tráfico no canceladas. En esta oportunidad se estima que hay unas seis millones de infracciones acumuladas, esperando el perdón del gobierno. El nuevo ministro de Justicia, Pierre Arpaillange, confirmó que existe la intención de perdonar los delitos de tránsito menores (estacionamiento, exceso de velocidad y cruce de semáforos en rojo), pero que para que ésta se vuelva realidad, también hace falta tener funcionando a la Asamblea Nacional. Aunque es imposible saber si eso sea suficiente para asegurarle a los socialistas la mayoría absoluta en el nuevo Parlamento, todo indica que sí constituye un aliciente para que en las dos primeras semanas de junio, los franceses vuelvan a las urnas por cuarta vez en menos de dos meses.