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EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO

Tímida pero seguramente, Venezuela y Colombia inician el camino de la integración.

17 de abril de 1989

Cuando al final del presente mes de marzo se reúnan los presidentes de Colombia y Venezuela en algún lugar de la frontera, para conversar sobre las relaciones de los dos países, se habrá reanudado un diálogo suspendido desde cuando, con interlocutores y en circunstancias diferentes, se llevó a cabo la última reunión de esa naturaleza, en 1985 .Esa misma ocasión, que marcará el mayor acercamiento oficial de los dos países desde entonces, será también uno de los últimos eventos a los que asista Pedro Gomez Barrero como embajador colombiano en Caracas, tras dos años al frente de esa misión diplomática, que allanaron, en difíciles circunstancias,el camino hacia esta nueva cumbre .
Luego del fracaso en 1980 de la famosa "Hipótesis de Caraballeda", que parecía ser la solución al diferendo sobre la delimitación de las aguas marinas y submarinas del Golfo de Venezuela, las relaciones entre los dos Estados dominadas sobre todo en ese país por el tema, fueron deteriorándose paulatinamente .Pero fue en el anterior gobierno de Jaime Lusinchi que llegaron a niveles dramáticos .Primero fue el escándalo de grandes proporciones que se desató ante las declaraciones que el presidente Virgilio Barco dio a la revista South donde mencionaba la carrera armamentista en que Venezuela se había empeñado .Poco más tarde, se presentó la matanza de militares venezolanos a manos de guerrilleros colombianos en la serranía de Perijá, lo que enturbió aún más las relaciones entre los dos paises. Y en mayo de 1987, se filtró prematuramente a la prensa el oficio con que la cancillería colombiana notificaría a la venezolana el nombramiento de los comisionados de conciliación previstos en el tratado entre los dos países de 1939. El gobierno de Lusinchi rechazó esos nombramientos, aduciendo que esa comisión no estaba prevista para tratar asuntos como la delimitación de aguas marinas y submarinas, y se desató una violenta serie de ataques de la prensa anticolombianista, que acusaba al gobierno de Barco de "tender una celada" a Venezuela para sacar el problema del golfo del contexto de las conversaciones directas.
Si esas circunstancias llevaron a las relaciones binacionales a un deterioro que parecía irredimible, aún no había llegado, sin embargo, la prueba de fuego: el incidente que, en agosto de ese mismo año, se habria de presentar cuando la corbeta colombiana "Caldas" estuvo a punto de entrar en combate con unidades venezolanas en aguas en disputa. Esa ocasión, que revistió una gravedad extrema, marcó el punto más bajo de las relaciones de los dos países en muchos años.
La llegada de Carlos Andrés Pérez a la presidencia del país, y sobre todo la firma del acuerdo del 3 de febrero abrió un panorama que, en opinión de los observadores, podria ser la oportunidad de retomar la ruta de las relaciones entre los dos países. Para nadie es un secreto la afortunada circunstancia de que tanto Pérez como Barco son hombres de frontera, profundamente conocedores de las necesidades comunes de la región.
Según lo convenido, la comisión de "Vecindad" -que complementa la de "Altos comisionados", encargados de hacer el inventario de cuestiones pendientes de los dos países- cumplirá un papel que tiene la responsabilidad directa de desarrollar los programas de integración fronteriza. Dentro de ellos se destaca la propuesta de la "Ciudad-Bisagra", segun la cual el conjunto de ciudades que existen a lado y lado de la frontera se integraría en busca del desarrollo conjunto.
Esa propuesta, que es la niña consentida del embajador Gómez, no implicaría el establecimiento de una autoridad común, sino de un órgano de coordinación que hiciera que en ciertas obras de infraestructura, como por ejemplo aeropuertos o incluso estadios, se tratara de evitar la duplicación de esfuerzos, lo que podría extenderse a ciertos servicios públicos y a otras obras comunitarias como hospitales y colegios. Se aprovecharía para el efecto una agrupación que ya se ha dado en forma espontánea: Cúcuta y Villa del Rosario, por la parte colombiana, y San Antonio del Táchira y Ureña, por la venezolana. La "Ciudad-Bisagra", unida antes que separada por la frontera, podría incluir una gran área metropolitana industrial, donde se crearían grandes empresas binacionales y ubicarían fondos financieros de promoción del desarrollo.
Las proyecciones de la cooperación fronteriza no paran, sin embargo, en la ciudad bisagra. El horizonte de acuerdos que se abre incluye la Hidroélectrica del Orinoco, de enorme potencial energético, la utilización conjunta del puerto de Maracaibo, el aprovechamiento adecuado de los ríos binacionales y la cooperación en la búsqueda de nuevas fuentes de hidrocarburos y en la construcción de oleoductos. Para Gómez, la integración está dada de hecho por la vecindad y el parentesco que une a los habitantes de lado y lado de la frontera. Para él, un área donde hay hasta fincas que comienzan en Venezuela y terminan en Colombia, y donde la mayoría de los habitantes tienen cédula de los dos países, "sólo requiere de la voluntad política, que parece haber dado sus primeros pasos, para integrarse plenamente".
El momento histórico que atraviesa Venezuela, por otra parte, resulta propicio para la integración. Las medidas de Carlos Andrés Pérez, de saneamiento de la economía, produjeron violentos desórdenes hace dos semanas en Caracas y las principale ciudades del país, pero, según los entendidos, eran absolutamente necesarias para enfrentar las difíciles circunstancias por las que atraviesa la economía venezolana. Por otro lado Venezuela está viviendo una transformación política, económica y cultural acelerada. Con motivo de los 30 años de democracia ininterrumpida, en todo el país despertó el interés por perfeccionarla, haciéndola más representativa. La elección de alcaldes y gobernadores, la creación de una serie de entes administrativos nuevos como Venexport, y la transformación de la
economía, marcan el comienzo de una nueva era, que podría representar nuevas perspectivas para las relaciones colombo-venezolanas.
Y en un desarrollo que podría tener grandes implicaciones geopolíticas, el buen tono que domina las relaciones colombo-venezolanas ha permitido la conformación del triángulo del Caribe, Colombia-Venezuela-México, del que se dieron los primeros avances en la reciente reunión de cancilleres del Grupo de los Ocho, celebrada en Puerto Ordaz, Venezuela. Para nadie es un misterio que la integración de los países de mayor peso en la región, representará un nuevo polo de influencia a ser tenido en cuenta en los foros internacionales. Pero además, fortalecerá los vinculos de cooperación comercial y tecnológica, que a nivel bilateral ya habían tenido algún desarrollo.
Quedan, sin duda, muchos puntos por resolver en las relaciones entre Colombia y Venezuela, y al frente de ellas está la delimitación de áreas marinas y submarinas, cuya aclaración no puede aún considerarse cercana, pero cuya dimensión, en el marco general de las relaciones bilaterales, parece haber quedado limitada a su real importancia .
Por eso, muchos observadores piensan que hace largo tiempo las relaciones entre Colombia y Venezuela no tenían un panorama más despejado; en lo que influye, además por el lado colombiano el acuerdo entre gobierno y oposición para el manejo de las relaciones internacionales. Cuando los presidentes se reunan, en un lugar que aún está por determinarse, y nombren las comisiones dispuestas en el acuerdo del 3 de febrero, podría abrirse la puerta al desarrollo conjunto, quizá con la ayuda de una "Ciudad-Bisagra".