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En la encrucijada

México y Chile están entre la espada y la pared. O votan contra Irak en el Consejo de Seguridad o enfrentan las amenazas de Estados Unidos.

10 de marzo de 2003

En una dificil situacion están los presidentes Ricardo Lagos, de Chile, y Vicente Fox, de México, ante la decisión de si apoyan la resolución presentada por Estados Unidos, Gran Bretaña y España en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas o el memorando presentado por Francia, Alemania, Rusia, apoyado por China, para solucionar la crisis con Irak.

Vicente Fox, que tiene relaciones privilegiadas con su vecino y socio comercial más importante y no quiere perder las buenas relaciones con Europa, con la que firmó el acuerdo de libre comercio, se ha mantenido en una posición de equilibrio apoyando la resolución 1441 del Consejo de Seguridad y manteniendo conversaciones "casi cada minuto del día, casi cada día, con el secretario de Estado Colin Powell o con el presidente Bush" y no ha dado crédito a las acusaciones de espionaje norteamericano a la delegación de su país en Nueva York.

Para Ricardo Lagos la situación es más complicada. Si la posición que adopta Chile, después de conocido el informe de los inspectores de las Naciones Unidas, es contra la decisión de Estados Unidos, pondría en peligro el Tratado de Libre Comercio (TLC), firmado hace unos meses, y en graves problemas a la economía chilena para las próximas décadas. Si vota a favor de la propuesta no sólo transgrede los acuerdos con la Unión Europea que, a diferencia del TLC, tienen un carácter político, sino que deja al presidente en una incómoda relación con los partidos políticos de su coalición, que han mostrado molestia por la política que Estados Unidos quiere imponer.

Las presiones del gobierno norteamericano sobre estos países han sido de gran magnitud.

En un claro intento de ganar las simpatías del gobierno chileno el 22 de febrero el secretario de Estado, Colin Powell, reconoció que la participación de Estados Unidos en el golpe de Estado de 1973 en Chile era "una parte de la historia estadounidense de la cual no estamos orgullosos". Al lado de este gesto amable se incluyeron luego las presiones más directas con llamados telefónicos al presidente Lagos de parte Bush y de los primeros ministros de Gran Bretaña y España, Tony Blair y José María Aznar, y finalmente la visita del enviado especial de Bush, Otto Reich.

Este acoso llevó a que el embajador de Chile ante las Naciones Unidas, Juan Gabriel Valdés, a plantear su reclamo a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad por la no unanimidad de sus posiciones. Molesto, el embajador Valdés se preguntó: "¿Cómo puede ser que dejen a naciones con menos peso político la decisión de una guerra?". Similares declaraciones formuló el embajador mexicano, Adolfo Zinser.

La molestia de los embajadores bien puede expresar el conocimiento que las presiones norteamericanas no se reducían a las actividades públicas y a las visitas de cortesía; dos días después apareció en el diario londinense The Observer una investigación que denunciaba las maniobras de Estados Unidos para intervenir los teléfonos y correos electrónicos de las delegaciones de varios países miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, entre ellos Chile y México.

Lo que en un comienzo fue considerado como una especulación periodística fue luego confirmado por el servicio exterior chileno. El gobierno de Washington envió a los países que forman parte del plan Echelon (entre ellos Gran Bretaña, Australia y Canadá) una solicitud para que cooperaran en la obtención de esa información. Un agente o una autoridad de los servicios secretos de uno de esos países filtró el memorando a la prensa y el periódico le dio publicidad luego de dos semanas de comprobación de las fuentes.

Todo parece indicar que los dos mandatarios esperan que los países europeos veten la propuesta de guerra norteamericana y que sus votos de abstención pasen inadvertidos. n