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EN LA LISTA NEGRA

¿Por qué, a pesar del apoyo recibido, Jesse Jackson no puede ser el candidato demócrata a la presidencia de EE.UU.?

2 de mayo de 1988

Las cosas no habrían podido salir peor. Justo cuando se esperaba que ya a estas alturas hubiera surgido un líder fuerte, dentro del grupo de pre-candidatos demócratas que luchan por la nominación a la presidencia de los Estados Unidos, la situación sigue sin resolverse. Al cabo de otra semana de "carrera", niguno de los cuatro personajes que continúan en contienda se perfila como triunfador absoluto en una competición que ha probado ser más fuerte que lo previsto.
Tal como están las cosas, el gobernador de Massachusetts Michael Dukakis, el predicador Jesse Jackson y el senador Alber Gore, tienen aspiraciones serias para ser el nominado demócrata en la convención del próximo mes de julio en la ciudad de Atlanta (el senador Paul Simon ya ha sido "deshauciado"). Las mejores posibilidades le siguen correspondiendo a Dukakis, quien el martes pasado volvió a la senda triunfadora al obtener la mayoría de los votos en el estado de Connecticut. No obstante, el gobernador apenas ha acumulado cerca de un 30% de los 2.082 delegados que necesita para asegurar la nominación. Las matemáticas indican que ninguno de los candidatos en contienda va a poder amasar la fuerza necesaria, cuando ya se han repartido la mitad de los delegados. Los analistas políticos asumen que durante los días previos a la convención va a ser preciso establecer alianzas y compromisos para que el partido no se divida irremediablemente.
Esa posibilidad es el origen de las pesadillas de los dirigentes demócratas que aspiran volver a la Casa Blanca que han ocupado durante sólo 4 de los pasados 20 años. Los más experimentados recuerdan con terror la historia de una convención en 1924 donde los delegados votaron 103 veces antes de decidirse por un nominado.
Esa eventualidad seria catastrófica, ahora que los medios de comunicación magnifican el resultado. Cualquier asesor político sabe que una de las condiciones indispensables para un buen desempeño en las elecciones de noviembre consiste en mostrar el partido unido alrededor de un nombre.
El problema, sin embargo, radica en que nada de eso ha pasado. A pesar de tener la mejor organización, la bolsa más llena y el apoyo de las grandes personalidades, Michael Dukakis no ha podido convencer a los electores. El frío gobernador parece imposibilitado para inyectarle pasión a su campaña y a pesar de sus credenciales, se le ve como un personaje francamente aburrido.
Ese calificativo, en cambio, no se le puede aplicar a quien hoy por hoy le está pisando los talones a Dukakis: el reverendo Jesse Jackson. A los 46 años, este predicador evangelista de raza negra ha sacado la cara por una minoría que hace apenas 20 años largos, tenía prohibida la entrada a restaurantes y baños "sólo para blancos". Gracias a una campaña que compensa con entusiasmo el dinero que le falta, Jackson ha terminado primero o segundo en 25 de los 35 Estados donde ha habido votaciones.De hecho, a pesar de ir perdiendo en delegados, el líder de color ha obtenido más votos que cualquiera de sus adversarios.
Todos esos calificativos le deberían asegurar a Jackson un lugar de privilegio en la próxima carrera presidencial. No obstante, al tiempo que reconocen al dirigente de color como una verdadera revelación, la inmensa mayoría de los analistas políticos están de acuerdo en que es prácticamente imposible que Jesse Jackson sea elegido presidente de los Estados Unidos. Por más avances hechos en el campo de los derechos civiles, existe unanimidad de que el país no está lo suficientemente maduro para tener un jefe de Estado negro.
Tal opinión es confirmada por los votantes. El éxito de Jackson se basa en el apoyo que le dan los electores de su raza, quienes se han movilizado masivamente a las urnas. Las diferentes encuestas indican que el predicador se ha alzado con más de un 90% del voto negro. En cambio, Jackson ha podido avanzar entre los blancos, pero no lo suficiente. A pesar de que ahora tiene más apoyo multi-racial que hace 4 años cuando se presentó por primera vez, la proporción que le apoya no sube del 10%. Peor aun, el 90% de blancos que no vota por él tiene una impresión profundamente desfavorable del líder negro. Todas las investigaciones demuestran que si Jackson es nominado candidato a la presidencia (e incluso a la vicepresidencia), una inmensa mayoría de demócratas votaría por el escogido del Partido Republicano.
El rating negativo de Jackson ha tratado de ser presentado como una cuestión resultante de sus ideas y no de su color. Sus críticos señalan que el predicador tiene posturas bastante más a la izquierda que el resto de sus compatriotas. Entre otras cosas Jackson aboga por una labor más intervencionista del Estado en favor de la población más pobre y sugiere controlar duramente a los grandes capitales. En materia de política exterior, el líder negro está de acuerdo con muchas de las reinvindicaciones de los países pobres, se declara enemigo de los contras y se ha entrevistado con Fidel Castro.
Todas esas posiciones controvertidas palidecen ante los ataques que le hace la poderosa comunidad judía. Jackson, quien se ha encontrado varias veces con Yasser Arafat, es duramente cuestionado por sus nexos con el predicador de color Louis Farrakhan, quien es tildado de antisemita. A pesar de que ahora no se ven en público, lo cierto es que Jackson se ha negado a apartarse de alguien a quien considera su amigo.
Esos pecadillos unidos a su color de piel, colocan a Jackson, por irónico que parezca, en la lista negra. Lo curioso es que, al mismo tiempo, quien quiera que sea el candidato demócrata sabe que sin el líder de color a su favor, no hay posibilidad de ganar las presidenciales. Tal circunstancia explica el hecho de que prácticamente ninguno de sus adversarios critica abiertamente al predicador negro.
Esa certeza debería movilizar a Dukakis a hacer algún intento de aproximación. Hasta el momento las relaciones entre el gobernador y el predicador son notoriamente frías, hecho que es calificado de "preocupante".
Haya descongelamiento o no, lo cierto es que Jackson -privado de la posibilidad de ser incluido en el tiquete presidencial- quiere vender caro su apoyo. Las diferentes cábalas sostienen que el predicador va a meter la mano en la plataforma política del partido o bien va a exigir un número definido de puestos en el gabinete, en caso de un triunfo de su partido.
Semejantes cuentas y especulaciones no hacen sino ahondar más las impresiones sobre el desarreglo existente en el campo demócrata. En contraste los republicanos se han reunido en torno a George Bush cuya nominación ya es segura y quien la semana pasada recibió el apoyo de quien fuera hasta hace poco su más encarnizado enemigo: el senador Bod Dole.
Ante esa comparación, los demócratas contestan que su partido se ha caracterizado por ser mucho mas heterogéneo que el republicano. En lo que tiene que ver con las elecciones, los más optimistas aseguran que Dukakis establecerá un liderazgo considerable después de las primarias de Nueva York y Pennsilvania en la segunda mitad de abril.
Esas encuestas, sin embargo, no le preocupan a Jackson quien ha dicho que seguirá hasta el final. Tanto en su carrera como activista de los derechos civiles, como en su corta trayectoria política, el líder negro está acostumbrado a dar sorpresas. Al cumplirse este 4 de abril 20 años desde el asesinato de Martin Luther King, Jesse Jackson sabe que todavía falta un largo camino por recorrer en el terreno de la igualdad racial y que, para lograrla, su lucha es necesaria. Tal como él mismo sostiene "este mundo no se divide entre negros y blancos, sino entre peces pequeños y Barracudas".