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En seis pedazos

Tensiones raciales y culturales amenazan desmembrar el país.

3 de abril de 1989

Separados por raza, idioma, tradiciones y hasta por su religión, los pueblos que integran Yugoslavia parecen en el camino de desmembrar el país. Las agitaciones populares en la provincia autónoma del Kosovo se han extendido a la capital, Belgrado. Delante del parlamento, un millón de personas manifestó el pasado 28 de febrero contra los "contrarrevolucionarios", simbolizados por 300 mineros de Kosovo pertenecientes a la etnia minoritaria albanesa, y en favor del líder serbio Slodovan Milosevicz. En un país dividido en mil pedazos, la cuestión del Kosovo, una especie de enclave albanés al interior de la república Serbia, parece destinada a hacer explotar todas las contradicciones. Después de las protestas de los mineros del Kosovo, a finales de febrero, que se encerraron en una mina y obtuvieron con ello la dimisión de tres funcionarios locales elegidos con el beneplácito serbio, un millón de serbios salió a las calles para pedir el retiro de dichas dimisiones. No obstante el llamado a la unidad y al respeto de la Constitución por parte del jefe de gobierno Raif Dizdarevic, la muchedumbre -que lo abucheaba- y la Liga de los Comunistas acogieron el pedido de las masas enfurecidas y los tres funcionarios se quedaron en sus puestos. El controvertido líder serbio Milosevicz, en medio de las aclamaciones de la gente, aseguró que "no existe fuerza alguna que pueda cambiar las decisiones del pueblo serbio". El ejército, en estado de alarma, patrulla las principales calles del Kosovo y está listo a aplicar las "medidas especiales" -toque de queda, entre otras- tomadas en Belgrado, en protección del "orden constitucional". Se alinean con Serbia, la más grande y rica de las seis repúblicas yugoslavas, las regiones pobres de Macedonia y Montenegro.
Con los albaneses de la región del Kosovo, con poco más de un millón y medio de habitantes, se declaran en cambio eslovenos y croatas. En Luvania, la capital de Eslovenia, una asamblea del partido condenó la política serbia así como el empleo de tropas federales. Entre tanto, en Zagabria, capital de Croacia, se pide la dimisión de Milosevicz, símbolo del nacionalismo serbio.
Mientras las tropas patrullaban el Kosovo, llegaba la orden de detención contra una parte de los antiguos dirigentes de la Liga de los Comunistas de la región autónoma, recientemente alejados de los altos cargos del partido por expreso pedido de Serbia.
Entre los arrestados figuran el ex presidente de la liga del Kosovo, Azem Vlasij, y aunque sin confirmar todavía, el vicepresidente de la federación yugoslava Sadin Hoxha, héroe popular durante la guerra y acusado de favorecer una política "separatista".
Si bien estos son los hechos más recientes de la convulsionada crisis yugoslava, la verdad es que en los Balcanes emergen de nuevo los conflictos nacionalistas a nivel de masas. Recientemente Hungría denunció ante la ONU la violación de los derechos humanos de las minorías húngaras que viven en Rumania, en la región de la Transilvania. Era la primera vez que un país del Pacto de Varsovia denunciaba a otro país del Este ante un organismo internacional. Y es que la historia de los Balcanes es la historia de la mezcla de antiguas etnias y religiones que con frecuencia entran en conflicto.
Y en Yugoslavia el vacío de gobierno -el nuevo primer ministro Ante Markovic no ha formado todavía el nuevo gabinete-, la derrota del socialismo de la autogestión, la ulterior devaluación de la moneda, y el aumento de los precios como consecuencia de las huelgas en las distintas repúblicas, hacen siempre más dificil realizar las reformas y agudizan, por lo tanto, la crisis. Ese es un campo abonado que permite que los enfrentamientos nacionalistas amenacen desintegrar el país.
¿La federación de las seis repúblicas (Yugoslavia) está destinada a desintegrarse?, se preguntaban casi todos los politólogos y columnistas de la prensa europea, preocupados por el equilibrio territorial europeo, fruto de la Segunda Guerra Mundial. Y es que justamente Yugoslavia es considerada el eje central y el país mediador entre los del Este y Oeste de Europa. Y si ese país se desintegrara, se derrumbaría también el equilibrio de toda Europa, que ha durado más de 40 años. Para todos los observadores es claro que todo el continente sufriría sus consecuencias.