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EN TIERRA DERECHA

Sin favoritos a la vista, la carrera por la presidencia de los Estados Unidos entra en fase clave.

29 de febrero de 1988

Ahora sí, la hora de la verdad está a la vuelta de la esquina. Al cabo de meses de discursos, kilómetros de recorridos y millones de apretones de mano, una quincena de hombres se disponen a disputarse el título de finalistas en búsqueda del premio más gordo que tienen las democracias de occidente: la presidencia de los Estados Unidos.
Con tal objeto, la semana pasada comenzó un rosario de convenciones regionales y elecciones primarias que tendrán lugar a todo lo largo y ancho, de los Estados Unidos durante los próximos 4 meses. De esos comicios deben salir los delegados (4.160 demócratas y 2.277 republicanos) que deberán elegir a su respectivo candidato en la convención del partido. Sólo hasta ese momento, estará comenzando la verdadera carrera hacia la Casa Blanca.
Mientras ese día llega (finales de julio en Atlanta para los demócratas; comienzos de agosto en New Orleans para los republicanos), todo el esfuerzo se concentra en las eliminatorias. A través de un complejo sistema que no tiene mucho de lógica, cada estado elige a sus delegados a la convención nacional, ya sea a través de convenciones regionales, estatales o elecciones primarias.
El sistema es lo suficientemente enredado para confundir incluso al más experto. Sin embargo, a pesar de su falta de sentido se ha vuelto ya una tradición y nada indica que vaya a cambiar.
Por lo menos no esta vez. Las hostilidades comenzaron ya a finales del mes pasado cuando en Michigan y Hawai, se eligieron los primeros delegados republicanos y seguirán durante esta semana cuando le corresponde el turno a Kansas.
No obstante, la primera pelea de verdad va a tener lugar el próximo 8 de febrero en Iowa, un estado agrícola donde tanto los pre-candidatos demócratas como los republicanos van a dejar en claro quién es quién. A pesar de que el estado no es importante en términos de delegados, la verdad es que un buen o un mal desempeño determina quién está adentro y quién está afuera de la carrera dentro de cada partido. La prensa tiende a magnificar los resultados de ganadores y de perdedores de tal manera que alguien que creía ser favorito puede acabar enterrado y viceversa. Gracias a Iowa, Jimmy Carter acabó teniendo dimensión nacional en 1976, Edward Kennedy se vio enterrado en 1980 y Gary Hart saltó a la luz pública en 1984.
Pero si Iowa es el primer colador, el segundo y casi definitivo es el estado de New Hampshire, un pequeño territorio ubicado al nor-oriente de los Estados Unidos donde, en una, elección primaria que tendrá lugar el próximo 16, se despejará el panorama. Ganar allí es considerado definitivo. Desde 1952 nadie que no haya triunfado en New Hampshire ha sido elegido presidente.

EL CONCURSO CLARO
Todo esos antecedentes a escala mucho más amplificada, deben ser conocidos al derecho y al revés por los pre-candidatos de cada partido que desde hace más de 6 meses están recorriendo los campos y pueblos de Iowa y New Hampshire. Sin embargo, como en los reinados de belleza, sólo uno va a ser el ganador.
Por el lado republicano la eliminatoria parece sencilla. De los 6 aspirantes que hay hoy en día, los especialistas le apuestan a George Bush, el actual vicepresidente, o a Robert Dole, un enérgico senador muy reputado en Washington. Si nada absolutamente extraordinario sucede, es seguro que alguno de estos 2 será el nominado de su partido para suceder a Ronald Reagan.
Lo difícil, por lo tanto, radica en saber el nombre del finalista republicano. Hasta el momento, todas las apuestas se concentran en Bush, quien parece ser la elección lógica y cuenta con la bendición del actual jefe de la Casa Blanca. Este ex director de la CIA y millonario de origen tejano tiene, sin embargo, enemigos. Actualmente, Bush está defendiéndose de los ataques que se le hacen debido a su papel dentro del escándalo del Irangate, el trueque de armas por rehenes cuyas utilidades acabaron financiando a los contras nicaraguenses. Según sus enemigos políticos, con Dole a la cabeza, Bush ha mentido en diferentes oportunidades al señalar que no sabía nada del tema hasta diciembre de 1986. Aparentemente, hay memorandos internos que dejan en claro que el vicepresidente conocía la operación con varios meses de antelación.
Pero aparte de ese cargo, Bush ha tenido que defenderse de lo que los norteamericanos describen como the wimp factor, traducido en algunos medios como "el factor pelele". Según se dice, el actual vicepresidente no se distingue ni por su inteligencia ni por su capacidad de manejar los problemas.
Sea como sea, lo cierto es que Bush vio subir sus acciones la semana pasada. Por esas cosas del destino, una entrevista realizada en directo por Dan Rather, el archi-conocido presentador de las noticias de la CBS acabó dándole a Bush la oportunidad de ganar adeptos.
Todo ocurrió el martes pasado a lo largo de 9 minutos en frente de las cámaras. Hostilizado por Rather sobre su papel en el Irangate, el vicepresidente se negó a contestar a los cargos y en cambio pasó al contraataque frente al presentador de noticias más conocido del país. En respuesta, Rather se puso agresivo y Bush lo "remató" con una frase que fue repetida por decenas de estaciones de televisión de los Estados Unidos: "lo que usted está haciendo, pretendiendo juzgarme por si asisti o no a una reunión sobre el Irangate, es como si yo le juzgara por haber abandonado durante 7 minutos el estudio, dejando la pantalla en blanco", dijo Bush, haciendo referencia a un episodio de septiembre pasado cuando Rather dejó el estudio enojado por la transmisión de un partido de tenis por la CBS, con lo cual retrasó la aparición del noticiero.
El evento se tradujo inmediatamente en las encuestas y, al final de la semana, el vicepresidente aparecía otra vez bien distanciado de Dole.

EL CONCURSO OSCURO
Pero si en el lado republicano es posible limitar la pelea a 2 nombres en las filas demócratas la situación es mucho más confusa. El líder inicial fue Gary Hart, quien en mayo pasado abandonó la carrera debido a la revelación de sus amoríos con la modelo Donna Rice. Decidido a renacer de sus cenizas, Hart volvió a la prueba á mediados de diciembre y hace un par de semanas volvió a caer en desgracia, después de que se revelara que había hecho trampa al violar las regulaciones sobre financiación de su campaña. En respuesta, Hart "se perdió" en los sondeos y se considera prácticamente acabado.
Aunque siempre queda la posibilidad de una segunda resurrección, la verdad es que ahora la atención le corresponde a Michael Dukakis, actual gobernador de Massachusetts quien aparece liderando las encuestas. A renglón seguido están el senador Albert Gore, el gobernador Bruce Babbitt y el senador Paul Simon. En una categoría aparte se encuentra el líder negro Jesse Jackson.
A pesar de que de ese grupo debería salir el candidato demócrata, el problema consiste en que ninguno convence. Tal como dicen las señoras, a todos les falta "un hervor" y Hart (a quien por lo visto le sobra) y Jackson están fuera de la pelea. La situación está tan difícil que no falta quien pronostique que en la convención demócrata se va a elegir a algún político que esté por fuera, tal como el gobernador de Nueva York, Mario Cuomo, o el senador Sam Nunn.
No obstante, también es probable que después de New Hampshire aparezca un claro ganador que acabe teniendo pinta de líder. El caso de Jimmy Carter está todavía fresco y demuestra que del desconocimiento al éxito, sólo están Iowa y New Hampshire de por medio.
Pase lo que pase, lo que sí es seguro es que Jackson seguirá hasta el final según las cuentas, el líder negro debe obtener cerca de un 20% de los delegados debido a la fortaleza de su organización en los estados del sur del país. Aunque Jackson sabe que falta mucho para que los Estados Unidos elija a alguien de color como presidente, también sabe que en la convención los votos de sus delegados pueden decidir el nombre del candidato.

LA SUPERPRUEBA
Por el momento, no obstante, la primera preocupación de los pre candidatos es sobrevivir a los obstáculos de Iowa y New Hampshire. Los que queden volverán a enfrentarse a su destino el 8 de marzo, conocido como el super martes, debido a que ese día habrá elecciones en 20 estados que determinarán a un tercio de los delegados a las convenciones de cada partido. Si tanto en el caso demócrata o en el republicano hay un claro ganador, ya el resto del proceso será cuestión de rutina. Si no, los que aún queden (máximo 3 por bando) deberán jugársela en los comicios de los estados industrializados del norte, tales como New York y Pennsylvania.
Todo ese calendario agotador llegará prácticamente a su fin el 7 de junio cuando después del turno de California y otros 3 estados quedarán elegidos el 99% de los delegados.
A partir de ese momento la atención se torna hacia la convención de cada partido. Para el aspirante que salga aclamado, todo este proceso no será nada más que un entrenamiento. En agosto, todavia le quedarán 3 meses largos de campaña.
Todo ese show electoral en el cual se gastan millones de dólares (más de 100 millones por candidato, incluyendo las primarias) no alcanza, sin embargo, a motivar al electorado. Con un índice del 55% de votantes, los Estados Unidos se encuentran en el poco honroso grupo de democracias donde el abstencionismo impera. En comparación, la proporción de votantes es del 90% en Suecia y Alemania Federal, del 85% en Francia y del 75% en Gran Bretaña y Canadá.
Esa supuesta apatía no se compara con la importancia del puesto. A pesar de que el imperio norteamericano está en decadencia, no por ello el líder de la Casa Blanca ha cedido su nivel de privilegio dentro del planeta. Aparte de ser el representante a ultranza del capitalismo, el presidente de los Estados Unidos comanda la economía nacional más grande del mundo y la fuerza militar más aterradora.