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¿ENEMIGO INVISIBLE?

Los disturbios de la semana pasada hacen resurgir versiones de un complot para desestabilizar a Venezuela.

13 de junio de 1994

LOS DESORDENES QUE ATRAviesan en estos días a Caracas se deben, según la percepción más generalizada, a la pésima situación que enfrenta el gobierno del anciano presidente Rafael Caldera. Pero muchos en Venezuela ven detrás de ellos a una siniestra mano peluda. El miércoles pasado, Ramón Escovar Salom, ministro de Relaciones Interiores (gobierno), la culpó de estar tras los disturbios estudiantiles, pero los venezolanos comenzaron a dudar de la real capacidad de esa especie de fantasma con el que el ministro identificaba al pasado gobierno de Carlos Andrés Pérez.
Esta vez, el ex gobernador de Caracas Antonio Ledesma, de Acción Democrática (AD), partido de Pérez, le replicó a Escovar que "sus palabras son irresponsables y poco serias", que el recurso de apelar a la famosa mano "es señal de incapacidad para enfrentar las protestas e indicar quiénes son los culpables", y que "antes que mano peluda, es una lengua peluda la del ministro Escovar, que debe ser rasurada para evitarle problemas al presidente Caldera".
Lo curioso es que, ahora sí, Escovar parece tener razón. Mano o no, peluda o lampiña, algo se mueve, con maestría notoria, detrás de los estudiantes y sus disturbios. Desde abril, los estudiantes del Liceo Fermín Toro, de Caracas, comenzaron a protestar contra el estado de abandono de la edificación que ocupan, separada solo por una pared del Palacio de Miraflores, sede del gobierno. Las protestas crecieron con intensidad, hasta cuando, el 5 de junio, los muchachos salieron a la calle con consignas contra una supuesta eliminación del subsidio de transporte escolar, que los obliga a pagar únicamente media tarifa.
La Policía Metropolitana (PM), dependiente del gobernador del Distrito Federal, Asdrúbal Aguiar, salió a controlar la manifestación, que dirigía un grupo de personas con los rostros cubiertos con pasamontañas y capuchas. Comenzaron las pedreas, y los policías hicieron lo de siempre: responder el ataque y resguardarse en La Ballena y El Rinoceronte, dos camiones blindados famosos en Caracas desde hace años. La batalla fue a menos de 30 metros de la Presidencia. Los policías usaron escopetas con perdigones de plástico, escudos, bastones y granadas lacrimógenas, y algo más.
Testigos dijeron que vieron salir del interior de El Rinoceronte una mano que disparó contra el estudiante Hernán Sotillo, de 17 años, que cayó, con tres heridas, en la calle. Lo recogieron agonizante, y, antes de morir en un hospital cercano, ya era la bandera de las nuevas manifestaciones. El viernes la reunión de los presidentes de Colombia y Venezuela, programada en la simbólica Casa Amarilla, sede de la Cancillería, y considerada uno de los actos más importantes de este año en Venezuela, tuvo que cumplirse bajo la seguridad de Miraflores. Mientras César Gaviria y Caldera dialogaban, casi a la puerta del Palacio estudiantes encapuchados comenzaban a cobrar el muerto.
El martes, los estudiantes de 14 liceos salieron a la calle. Desarmados y superados en número por los estudiantes, los policías poco pudieron hacer para restablecer el orden. Sin embargo los manifestantes, como si tuvieran instrucciones, se limitaban a tener a la Policía a distancia de los colegios. Un observador comentó que "si se lo propusieran, los estudiantes podrían tomarse la ciudad en minutos; pero parece que solo buscaban desarmar a la Policìa y medirle la capacidad de reacción".
El martes hubo disturbios en siete ciudades. En Caracas, 22 focos de desorden obligaron al gobierno a utilizar la militarizada y temida Guardia Nacional para controlar el orden. Durante la semana, los disturbios se extendieron a casi todas las ciudades. Y en todas partes los encapuchados estuvieron actuando, pero siempre "sin intentar ir más allá, adonde siempre se ha ido, es decir, a los saqueos, a los incendios, a la destrucción de lo que esté al alcance". Como dijo un comentarista, "es como cuando el gato juega con el ratón antes de comérselo ".
Al terminar la semana, El Rinoceronte fue semidestruido durante un ataque de ocho minutos con armas automáticas de largo alcance y granadas, frente a la Universidad Central de Venezuela (UCV). Los policías se salvaron de milagro, pero el episodio motivó a algunos dirigentes nacionales para planear la suspensión de las garantías individuales, como solución. El viernes, los periódicos publicaron versiones sobre un supuesto golpe de estado en marcha. El mismo día, El Diario de Caracas dio su versión de la mano peluda. En su editorial, dijo: "Nuestro editorial del pasado domingo, titulado '¿Otra vez la mano peluda?', que advertía la posibilidad de que detrás de la aceleración del caos estuviera algún interesado, quedó confirmado por el ministro de Relaciones Exteriores, Ramón Escovar Salom. Según él, el gobierno está investigando a esa mano peluda que 'anda por ahí y está activa', en lo que las autoridades de seguridad consideran como 'un plan de agitación social'. La identificó como 'aquellos dolientes de la corrupción y los que no quieren que se sancionen ciertos delitos contra el Estado (...) No dio nombres. Pero sabemos que el término de la 'mano peluda' (...) se refería a Carlos Andrés Pérez y a su entorno, a quienes se les atribuía el juego del caos para gobernar y hacer negocios a la sombra del Estado".