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ENTRE MINA Y MINA

El conflicto del Golfo busca salidas diplomáticas

28 de septiembre de 1987

Cuando no son las armas, es la naturaleza. Después de que el tráfico de navíos en el Golfo Pérsico hubiera comenzado a normalizarse, la importante arteria volvió a quedar semiparalizada durante buena parte de la semana pasada. Sin embargo, en este caso, la parálisis no se debió a las minas ni al temor a la armada iraní, sino a una impresionante tormenta de arena que redujo la visibilidad en el mar de Omán a menos de 800 metros y le dio el grado de riesgo máximo al paso del estrecho de Ormuz.
Así, con la intervención de los elementos, transcurrieron siete días más de tensión en la zona del mundo que contiene al mayor número de ejércitos desde la Segunda Guerra Mundial. Como es ya usual, una vez más se volvieron a presentar escaramuzas que no pasaron a mayores. En esta oportunidad, el destructor Kidd se vio "obligado" a dispararle varias rondas de metralla a dos rusticas embarcaciones "no identificadas", que se acercaron demasiado a uno de los convoyes de petroleros kuwaitíes, que están bajo protección de la armada norteamericana. De la misma manera, una fragata iraní que se ubicó a unos 5 kilómetros de la caravana fue "invitada" a alejarse, cosa que hizo sin oponer resistencia.
Sin embargo, los enfrentamientos de la semana pasada fueron, ante todo, en el terreno diplomático. Una vez más, el centro de la discusión fue la resolución número 598 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la cual obliga a un cese al fuego en la guerra Irán-Irak, que por estos días está a punto de cumplir su séptimo año. Según las reglas del juego, toda resolución del Consejo de Seguridad tiene carácter de obligatoria y dado que en términos prácticos Irán se limitó simplemente a alzarse de hombros ante la medida, todo el mundo está preguntándose sobre qué hacer ahora.
Con ese objetivo se reunieron los 21 países que componen la que se conoce como Liga Arabe, la semana pasada en Túnez. Al cabo de largas discusiones a puerta cerrada, las naciones musulmanas acabaron aplazando cualquier decisión y prefirieron emitir una tímida resolución, según la cual sólo hasta el próximo 20 de septiembre habrá un pronunciamiento al respecto. A pesar de que el comunicado dejó en claro que "no se excluye una ruptura de los lazos diplomáticos entre los países árabes e Irán", el resultado acabó siendo un triunfo diplomático para el gobierno de Teherán. Aparte de que no hubo ninguna sanción, quedó en claro que hay países como Omán y los Emiratos Arabes que mantienen una línea blanda y temen ganarse la enemistad de los shiítas persas.
Pero la verdadera utilidad de los iraníes es el tiempo. Gracias a la resolución 598 que en uno de sus apartes ordena suspender los ataques a naves de otras naciones --punto que ha sido respetado por Irak- los iraníes están exportando petróleo a marchas forzadas. Diferentes fuentes occidentales revelaron que en las últimas semanas la producción de petróleo iraní ha llegado a ser de 2 millones de barriles al día, más de un 20% por encima del nivel de comienzos del año. Esa circunstancia le ha generado a Teherán unos 20 millones de dólares diarios adicionales, en ingresos destinados a mantener vivo el espíritu de la revolución islámica.
Semejante anuncio despeja cualquier duda sobre quién es el verdadero beneficiado de los eventos más recientes en el Golfo Pérsico. Mientras la Unión Soviética, los paises europeos y, por encima de todos, Estados Unidos, acumulan tropas y embarcaciones en la zona, Irán continúa indemne. Es por esa razón que a sus 87 años el ayatolla Khomeini no debe dejar de sonreírse cuando le cuentan que los norteamericanos tienen 47 navíos de guerra y 25 mil hombres en la zona del Golfo. Recluido en su casa en la villa de Qom, el rector espiritual de los shiítas persas está probándole a Occidente que sabe sacar partido de la situación y que ni aun la Casa Blanca sabe para quién trabaja.