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EPOCA DE VACAS FLACAS

Con alteraciones del orden público patrocinadas por sectores empresariales termina el año económico del gobierno militar.

17 de enero de 1983

Después del golpe militar que derrocó a Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, Chile inició el viaje hacia una nueva economía. Luego de tres años de gobierno de la Unidad Popular, de estatismo económico, se pasó a una política de libre mercado.
Entre 1976 y comienzos de 1981 hubo un fuerte desarrollo. Todo el mundo se sentía rico y se hablaba de millones de dólares para cualquier empresa. Gran competencia había por comprar activos productivos, pues ellos eran el medio para obtener rápidamente las utilidades que permitirían pagar las deudas en que se incurría para adquirir tales bienes. Se hizo imperiosa la propiedad de los bancos y corporaciones financieras para conseguir con mayor facilidad los recursos necesarios para entrar en esta competencia.
Así, los precios de los activos se elevaron a niveles irreales y las tasas de interés comenzaron a ser de las más altas del mundo. Y de repente, lo que había llegado a ser llamado "el milagro económico chileno", se vino al suelo.
Las explicaciones de esta caída varían. Para el gobierno, la culpable es la recesión mundial que interrumpió el rápido crecimiento económico que amparaba el sobreendeudamiento de algunas personas, empresas y grupos .
Pero para muchos dirigentes de organizaciones laborales, "el fracaso de la política económica sólo puede achacarse en un 30% a la recesión mundial y el resto a errores internos".
De un triunfalismo se ha pasado, pues, a una realidad muy diferente: unos luchan por mantener su empleo, otros por no ser encarcelados por delitos económicos, y un 25% trata de sobrevivir en el desempleo.
Se ha empezado a criticar, aun en círculos progubernamentales, la situación en términos muy duros.
Engeiberto Frías, ex secretario general del Partido Nacional, y absoluto partidario del régimen de Pinochet desde sus comienzos, dijo recientemente en una entrevista a la revista "Cosas": "El balance de estos nueve años no es satisfactorio. Nunca habíamos tenido una deuda externa de este tamaño, ni una cesantía tan feroz ni un porvenir tan oscuro. Las industrias desmanteladas, los agricultores desanimados, con la guardia abajo. No hay industrias nuevas, no hay puentes nuevos, no hay caminos nuevos. No se ven los logros del régimen. En la historia de Chile no ha habido un solo gobierno que haya tenido durante tanto tiempo la enorme cantidad de facultades que ha tenido éste y aún así no han podido solucionar los problemas".
LA REBELION DE LOS DEUDORES
De acuerdo a un estudio hecho por el Ministerio de Hacienda, en junio pasado, la mayoría de los diversos sectores económicos se veía imposibilitado para cancelar sus deudas, teniendo dificultades incluso para cubrir el pago de los intereses.
Esta situación, ha llevado ahora a toda clase de reacciones: desde la desesperación o el desenfado para escabullir responsabilidades, hasta la ira. Una propietaria por ejemplo, increpó a un ejecutivo bancario regional que la visitó en su finca diciéndole: "usted rubiecito, buenmocito, limpiecito, encorbatado, viene a quitarme el fundo igual que el otro tal por cual, cochino, barbudo, con las botas sucias, de la UP. Esta es la última vez que usted viene a mi tierra. La próxima vez lo recibo a balazos ".
En Santiago, la agresividad no se manifiesta tan airadamente. Es más burlona: "¿Sabías, viejito? No te pago ni un peso más. Tú verás que haces. Méteme en tu cartera vencida, el que se perjudica es tu banco ".
Deudores desafiantes, por otra parte, impidieron el remate de una fábrica en Lanco, al sur de Chile, poniéndole candado y no dejando entrar al martillero. Detuvieron también --a los gritos de "usura" y "usureros"-- un remate de fondos en Temuco, en el cual se llegó incluso hasta los puños en los corredores del tribunal de justicia.
En la provincia de Valdivia, que tiene un desempleo del 50% y una cartera vencida del 30% con los bancos de la región, todos los gremios emitieron una declaración en la que dicen no aceptar las condiciones impuestas por el Banco Central para renegociar sus deudas y presentaron su propio plan, que de no ser aceptado significaría según ellos, la total cesación de pagos en esa provincia. El plan propuesto en la "Declaración de Valdivia", es que se acepte, entre otras cosas, la congelación de todas las deudas con el sistema financiero privado y estatal a un plazo mínimo de 10 años, sin intereses y por lo menos con tres años de gracia. Actitudes desesperadas como éstas han aparecido también en núcleos empresariales de Osorno y Rancagua.
El gobierno ha observado con calma estos brotes de rebeldía, ya que según "El Mercurio", "la autoridad parece tener conciencia de que los momentos que se viven son difíciles, lo que explica su tolerancia ante desbordes que seguramente habría reprimido con severidad en épocas normales".
Para diversos sectores responsables en lo político y financiero, la única salida inteligente es una apertura política que abra diques antes de que la presión haga reventar la represa.
Para ellos Pinochet es garantía de que esta apertura no desembocará en rebelión. Esta salida sería una alianza con el sector "alessandrista", palabra que engloba en un todo a la vieja derecha política y económica, con experiencia de gobierno.
Un vocero de dicho sector es el economista Carlos Hurtado, quien en días pasados explicó hablando de la crisis económica, que "La condición esencial para encontrar un punto de partida es respetar a la oposición. El fondo del asunto apunta a que la gente no quiere que la encadenen. Este es un país al cual le gusta ser libre".
Hay, pues, consenso entre moros y cristianos, que el modelo económico fracasó. Ahora se trata de que el modelo político no corra igual suerte.