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ES MEJOR MALO CONOCIDO...

Al contrario de Europa oriental, los rumanos eligieron abrumadoramente a los antiguos comunistas

25 de junio de 1990

Las proyecciones iniciales daban una victoria abrumadora para el Frente de Salvación Nacional de Ion Iliescu. Pero nadie se imaginaba que su ventaja iba a tener esas caracteristicas. Cuando los cálculos se hicieron irreversibles, el primer presidente electo por voto popular en Rumania había alcanzado la insólita cifra del 87% del total de los votos emitidos.

Ese resultado singularizó a las elecciones rumanas, que se convirtieron en las únicas del antiguo bloque socialista en que los viejos comunistas lograron sobrevivir en las urnas. Ion Iliescu y sus compañeros habían formado parte del gobierno del fusilado dirigente Nicolae Ceausescu, y fueron quienes se encargaron del gobierno en los días caóticos que siguieron a la rebelión popular.

El proceso electoral en sí mismo era un campo abonado para las dificultades, la primera de ellas planteada por la cantidad de puestos por llenar y el número de partidos -86- en disputa. Al frente de ellos, tres contendores principales: el Frente de Salvación Nacional, del vencedor Iliescu, conformado casi íntegramente por antiguos comunistas convertidos a la ideología del libre mercado; el Partido Liberal Nacional, del candidato Radu Campeanu, quien regresó luego de 17 años de exilio en París; el Partido Nacional de los Campesinos, reencarnación de uno de la preguerra, fundado por los grandes terratenientes, cuyo candidato, Ion Ratiu, es un hombre de negocios que vivió los últimos 40 años en Londres.

Además de los anteriores, los rumanos debian decidirse para el parlamento entre 83 agrupaciones de las mas variadas índoles y estirpes políticas, desde quienes representaban respectivamente a las minorias hungara, alemana y gitana, hasta el Partido Ecológico, pasando por la Social Democracia y el Partido Agrario Democrático, entre muchos otros, sin contar con miles de candidatos independientes.

En esas condiciones, hasta en los lugares más recónditos del país, cada ciudadano debía manejar una especie de folleto que comprendía los votos de presidente, de una página de largo, 12 páginas de candidatos al senado y 24 de aspirantes a la asamblea. Una vez examinado y decidido todo el contenido del folleto, el votante debía introducirlo en un sobre voluminoso para ser colocado, finalmente, en la urna.

Todo ello hacía que el proceso de votación fuera extraordinariamente engorroso y complicado, sobre todo para una población predominantemente campesina y en muchos casos analfabeta, que no había tenido jamas la experiencia de expresarse libremente en las urnas.
Ese, sin embargo, no fue el principal inconveniente del proceso electoral rumano. La falta de experiencia democrática a nivel estatal y privado llevó a que en la práctica el Frente de Salvación Nacional estuviera en condiciones mucho más favorables que sus contendores, sobre todo en el acceso a los medios de comunicación y en el cubrimiento de todo el país en sus campañas proselitistas. No faltaron las voces que denunciaron un "gigantesco fraude", una de ellas la del candidato Ratiu, quien llegó a demandar la anulación inmediata de las elecciones.

A pesar de ello, los miles de observadores internacionales que concurrieron al país parecieron coincidir en que las elecciones, si bien resultaron defectuosas, fueron justas y libres en general. Por eso, los analistas tuvieron que buscar otras explicaciones para entender la enorme ventaja adquirida por Iliescu, que contradice el desastroso desempleo electoral de todos y cada uno de los partidos comunistas en los demás países del bloque oriental.

En primer lugar, todo el mundo está de acuerdo en que Iliescu logró que sus conciudadanos olvidaran su pasado comunista, o al menos lo consideraran un mal menor. Algunos analistas señalan que su porcentaje de votación estuvo apenas 10 puntos por debajo del que habitualmente se autoproclamaba el dictador cuando organizaba "elecciones" en las que competía sin opositores.

Ese parece ser un punto clave en el resultado electoral. Más que la autentica popularidad que Iliescu logró obtener en los meses que pasó como presidente interino, el dirigente proyectó una imagen de estabilidad, que resultó clave en un país poco acostumbrado a los sobresaltos. Su Frente de Salvación Nacional logró convencer a los rumanos de que el salto a la economía de libre empresa se haría de manera gradual, de tal manera que el fantasma del desempleo no atacara de inmediato.

Eso, para millones de agricultores acostumbrados a recibir un sueldo del Estado, obtenido sin consideración al resultado del cultivo, debió parecer como un seguro contra desastres. Por contraste, la privatización inmediata de campos e industrias y el giro inmediato al capitalismo aterrorizó a muchos potenciales votantes.

Pero ademas, Iliescu se comprometió a integrar a Rumania en el Mercado Común Europeo, lo que colma los sueños de prácticamente todos los rumanos, quienes quisieran por encima de todo que su país fuera reconocido como un miembro de la comunidad occidental, cuya herencia incluye su lengua romance.

"Convertiremos a Rumania en un país socialdemócrata", dijo Iliescu tras conocerse su victoria. Un compromiso bastante difícil, si se tiene en cuenta que los cuadros comunistas continúan incólumes en casi todos los distritos del país, y siguen siendo el eje de la vida económica y política del país, si bien ahora aparecen incorporados al Frente de Salvación Nacional. Todo indica que los rumanos, al menos por ahora, prefirieron la seguridad al cambio. Rumania fue el único país de Europa que sacó a los comunistas con miles de muertos de por medio. Pero mientras en el resto de la región cualquiera que haya sido comunista esta condenado a muerte política, los rumanos eligieron casi por unanimidad a quien hasta hace unos meses formaba parte de la cúpula colectivista. A pesar de la contundencia de su victoria, Iliescu aun debera convencer a muchos de sus conciudadanos y a los observadores del mundo entero de que no es un lobo con piel de oveja.-