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U N I O N    <NOBR>E U R O P E A</NOBR>

A la espera del euro

El 15 de diciembre comienza el reparto de la nueva moneda europea para su circulación. Se trata de un paso histórico sin precedentes en el mundo.

10 de septiembre de 2001

A partir del primero de enero del próximo año francos, pesetas, liras o marcos serán palabras poco usadas. La razón es que ese día empiezan a circular las monedas y los billetes del euro, que será común en 12 miembros de la Unión Europea, dando así lugar a la mayor operación de cambio de moneda de la historia.

Sin duda el euro constituye el paso más grande en el proceso de integración europea iniciado en los 50 y sus repercusiones son inmensas. No es sino pensar que los países adoptantes renuncian a la prerrogativa de definir su política monetaria ya que la posibilidad de fijar las tasas de interés o devaluar la moneda recaerá en el Banco Central de Europa.

A su vez, en la economía internacional la nueva moneda va a desempeñar un papel de primer orden. Como dijo a SEMANA Alan M. Marin, profesor del London School of Economics, es predecible que el euro se constituya en un contrapeso al dólar, aunque se tratará de un proceso largo y lento que puede tomar varios años.

Pero el euro no es sólo un fenómeno económico. Según diversos analistas la existencia de una política monetaria común va a poner sobre el tapete la necesidad de hacer ajustes institucionales en el seno de la Unión Europea. Tal como explicó a SEMANA Robert Hancke, investigador del European Institute, “el euro pondrá de presente la necesidad de una mayor integración política y de nuevas formas de coordinación y colaboración entre los gobiernos en temas tales como las políticas fiscales o la fijación de salarios”.

Romano Prodi, presidente de la Comisión Europea, ha manifestado que “la llegada del euro a los ciudadanos tendrá repercusiones políticas enormes en el proceso de decisión”. Más aún, Prodi espera que a la vuelta de unos pocos años la Unión sea “la entidad económica más grande del mundo, con un experimento de democracia federal en marcha y, seguramente, con una Constitución propia”.

De ahí que no sea extraño que el euro acelere el debate sobre la necesidad de un “gobierno económico” para Europa. De hecho, su salida al público coincide con la discusión que en el seno de la Unión Europea se viene adelantando sobre el papel que ésta debe cumplir en un futuro y el cambio de su marco institucional.

Sin embargo un acontecimiento de la magnitud de la introducción del euro no estará exento de obstáculos. El primero y más obvio es el logístico. En efecto, a partir del 15 de diciembre se pondrán a disposición del público los billetes y las monedas. Eso implica que 130 millones de euros en billetes y 40 millones en monedas tendrán que haber sido distribuidos. No obstante hasta el momento dicho proceso va más lento de lo inicialmente previsto y apenas un 10 por ciento de lo requerido ha llegado efectivamente a los operadores económicos.

Este caso no hace otra cosa que acrecentar las dudas sobre la real preparación de gobiernos, empresarios y consumidores para recibir el euro. A este respecto la Comisión Europea dio a conocer recientemente un informe, en el que se evalúa el estado general de la transición hacia el nuevo sistema. Si bien se destaca que se han llevado a cabo importantes avances el organismo reconoce que aún queda mucho por hacer.

Uno de los aspectos que causan más incertidumbre es el hecho de que las pequeñas y medianas empresas no han tomado medidas para adaptarse a la realidad de la nueva moneda. Es así como el estudio de la Comisión Europea estima que apenas una de cada cinco de éstas estará en enero próximo en capacidad de llevar a cabo sus operaciones utilizando el euro. Por eso una transición exitosa exigirá superar la incapacidad de productores y comerciantes para afrontar los problemas que a partir del próximo año se pueden presentar en aspectos tales como el cambio para los clientes, el etiquetado de precios o la adaptación de los sistemas de contabilidad.

La información al ciudadano también causa algo de preocupación. No obstante los enormes costos de las campañas de divulgación (casi 80 millones de dólares) todavía el público no tiene la suficiente claridad sobre aspectos básicos del proceso. La Comisión detectó, por ejemplo, que el 20 por ciento de los ciudadanos aún no tienen clara la fecha exacta de introducción del euro y un 43 por ciento no conoce hasta cuándo durará el llamado período de ‘doble circulación’ (cuando coexisten el euro y la respectiva moneda local).

El otro gran tema por trabajar tiene que ver con la posibilidad de que se produzcan ataques especulativos y alzas injustificadas en los precios. De hecho, ya se han presentado algunas denuncias en ese sentido. El propio Prodi ha reconocido el problema al asegurar que “a corto plazo hay problemas de adaptación y dificultades objetivas. La posibilidad de que haya aumentos de precios dependerá más de todos nosotros, los consumidores, y de las autoridades nacionales, que además de vigilar deben dar ejemplo al convertir las tasas y los precios de los servicios públicos”.

A pesar de estas situaciones, tanto las autoridades europeas como los distintos gobiernos han mostrado tranquilidad y han asegurado que se tomarán todas las medidas necesarias para que no haya mayores inconvenientes ni traumatismos.

Pero más allá de sus connotaciones políticas y económicas la puesta en marcha de la moneda común hará que 300 millones de ciudadanos sientan de cerca las repercusiones de la integración europea. En ese sentido Marin destacó que el impacto de la moneda será primordialmente entre los consumidores, pues la llegada al público del euro llevará a que éste se beneficie al “poder comparar con mayor facilidad el precio de los productos, dándosele así una mayor transparencia al mercado“.

Esa es una ventaja que no es nada despreciable. Según un reciente estudio de la revista The Economist el promedio de las diferencias de precios entre los 12 países de la zona euro es de 24 por ciento. Pero a partir de enero éstas posiblemente tenderán a disminuir. “De Atenas a Dublín —señala la revista— los consumidores van a poder comprar alrededor buscando las mejores ofertas bastante más fácil. Las presiones del mercado —ayudadas donde sea necesario por la regulación del gobierno— harán converger los precios”.

Además los ciudadanos que viajen o comercien no tendrán en adelante las dificultades propias del cambio de moneda y podrán sacar una mayor ventaja del libre comercio. Por estas razones es que se afirma que con la llegada del euro los grandes ganadores serán las personas del común, que hasta ahora percibían el proceso de integración como algo lejano y sin mayores repercusiones concretas.

De tal forma se espera que con la nueva moneda florezca un nuevo sentido de pertenencia a Europa. Como lo puso de presente Prodi, “no nos despertaremos europeos al día siguiente de llegar el euro, pero obviamente algo cambiará en la forma de pensar de los estudiantes, los turistas, los comerciantes o los empresarios. Habrá una mayor identidad europea”.



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A partir del primero de enero del próximo año francos, pesetas, liras o marcos serán palabras poco usadas. La razón es que ese día empiezan a circular las monedas y los billetes del euro, que será común en 12 miembros de la Unión Europea, dando así lugar a la mayor operación de cambio de moneda de la historia.

Sin duda el euro constituye el paso más grande en el proceso de integración europea iniciado en los 50 y sus repercusiones son inmensas. No es sino pensar que los países adoptantes renuncian a la prerrogativa de definir su política monetaria ya que la posibilidad de fijar las tasas de interés o devaluar la moneda recaerá en el Banco Central de Europa.

A su vez, en la economía internacional la nueva moneda va a desempeñar un papel de primer orden. Como dijo a SEMANA Alan M. Marin, profesor del London School of Economics, es predecible que el euro se constituya en un contrapeso al dólar, aunque se tratará de un proceso largo y lento que puede tomar varios años.

Pero el euro no es sólo un fenómeno económico. Según diversos analistas la existencia de una política monetaria común va a poner sobre el tapete la necesidad de hacer ajustes institucionales en el seno de la Unión Europea. Tal como explicó a SEMANA Robert Hancke, investigador del European Institute, “el euro pondrá de presente la necesidad de una mayor integración política y de nuevas formas de coordinación y colaboración entre los gobiernos en temas tales como las políticas fiscales o la fijación de salarios”.

Romano Prodi, presidente de la Comisión Europea, ha manifestado que “la llegada del euro a los ciudadanos tendrá repercusiones políticas enormes en el proceso de decisión”. Más aún, Prodi espera que a la vuelta de unos pocos años la Unión sea “la entidad económica más grande del mundo, con un experimento de democracia federal en marcha y, seguramente, con una Constitución propia”.

De ahí que no sea extraño que el euro acelere el debate sobre la necesidad de un “gobierno económico” para Europa. De hecho, su salida al público coincide con la discusión que en el seno de la Unión Europea se viene adelantando sobre el papel que ésta debe cumplir en un futuro y el cambio de su marco institucional.

Sin embargo un acontecimiento de la magnitud de la introducción del euro no estará exento de obstáculos. El primero y más obvio es el logístico. En efecto, a partir del 15 de diciembre se pondrán a disposición del público los billetes y las monedas. Eso implica que 130 millones de euros en billetes y 40 millones en monedas tendrán que haber sido distribuidos. No obstante hasta el momento dicho proceso va más lento de lo inicialmente previsto y apenas un 10 por ciento de lo requerido ha llegado efectivamente a los operadores económicos.

Este caso no hace otra cosa que acrecentar las dudas sobre la real preparación de gobiernos, empresarios y consumidores para recibir el euro. A este respecto la Comisión Europea dio a conocer recientemente un informe, en el que se evalúa el estado general de la transición hacia el nuevo sistema. Si bien se destaca que se han llevado a cabo importantes avances el organismo reconoce que aún queda mucho por hacer.

Uno de los aspectos que causan más incertidumbre es el hecho de que las pequeñas y medianas empresas no han tomado medidas para adaptarse a la realidad de la nueva moneda. Es así como el estudio de la Comisión Europea estima que apenas una de cada cinco de éstas estará en enero próximo en capacidad de llevar a cabo sus operaciones utilizando el euro. Por eso una transición exitosa exigirá superar la incapacidad de productores y comerciantes para afrontar los problemas que a partir del próximo año se pueden presentar en aspectos tales como el cambio para los clientes, el etiquetado de precios o la adaptación de los sistemas de contabilidad.

La información al ciudadano también causa algo de preocupación. No obstante los enormes costos de las campañas de divulgación (casi 80 millones de dólares) todavía el público no tiene la suficiente claridad sobre aspectos básicos del proceso. La Comisión detectó, por ejemplo, que el 20 por ciento de los ciudadanos aún no tienen clara la fecha exacta de introducción del euro y un 43 por ciento no conoce hasta cuándo durará el llamado período de ‘doble circulación’ (cuando coexisten el euro y la respectiva moneda local).

El otro gran tema por trabajar tiene que ver con la posibilidad de que se produzcan ataques especulativos y alzas injustificadas en los precios. De hecho, ya se han presentado algunas denuncias en ese sentido. El propio Prodi ha reconocido el problema al asegurar que “a corto plazo hay problemas de adaptación y dificultades objetivas. La posibilidad de que haya aumentos de precios dependerá más de todos nosotros, los consumidores, y de las autoridades nacionales, que además de vigilar deben dar ejemplo al convertir las tasas y los precios de los servicios públicos”.

A pesar de estas situaciones, tanto las autoridades europeas como los distintos gobiernos han mostrado tranquilidad y han asegurado que se tomarán todas las medidas necesarias para que no haya mayores inconvenientes ni traumatismos.

Pero más allá de sus connotaciones políticas y económicas la puesta en marcha de la moneda común hará que 300 millones de ciudadanos sientan de cerca las repercusiones de la integración europea. En ese sentido Marin destacó que el impacto de la moneda será primordialmente entre los consumidores, pues la llegada al público del euro llevará a que éste se beneficie al “poder comparar con mayor facilidad el precio de los productos, dándosele así una mayor transparencia al mercado“.

Esa es una ventaja que no es nada despreciable. Según un reciente estudio de la revista The Economist el promedio de las diferencias de precios entre los 12 países de la zona euro es de 24 por ciento. Pero a partir de enero éstas posiblemente tenderán a disminuir. “De Atenas a Dublín —señala la revista— los consumidores van a poder comprar alrededor buscando las mejores ofertas bastante más fácil. Las presiones del mercado —ayudadas donde sea necesario por la regulación del gobierno— harán converger los precios”.

Además los ciudadanos que viajen o comercien no tendrán en adelante las dificultades propias del cambio de moneda y podrán sacar una mayor ventaja del libre comercio. Por estas razones es que se afirma que con la llegada del euro los grandes ganadores serán las personas del común, que hasta ahora percibían el proceso de integración como algo lejano y sin mayores repercusiones concretas.

De tal forma se espera que con la nueva moneda florezca un nuevo sentido de pertenencia a Europa. Como lo puso de presente Prodi, “no nos despertaremos europeos al día siguiente de llegar el euro, pero obviamente algo cambiará en la forma de pensar de los estudiantes, los turistas, los comerciantes o los empresarios. Habrá una mayor identidad europea”.



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