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EE. UU. no tiene pruebas de la muerte del jefe del Estado Islámico

Aunque una ONG siria lo dio por muerto en días pasados, la cotizada cabeza del "califa" Al Bagdadi sigue estando en el limbo. El ministro de Defensa estadounidense aseguró que no lo pueden ni negar ni confirmar.

14 de julio de 2017

Ambicioso y cruel sin límites, cetrino de rostro y de barba cuidada, Abu Bakr al Bagdadi parece tener más vidas que un gato. Al autoproclamado califa del Estado Islámico en Siria e Irák lo han dado por muerto en varias ocasiones, y nunca se ha llegado a comprobar que haya sido dado de baja.

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La última vez que se anunció que el jefe del EI estaba muerto fue hace cuatro días, en voz de una ONG siria, sin embargo, este viernes el secretario estadounidense de Defensa, Jim Mattis, aseguró que no tienen pruebas de que Al-Baghdadi este muerto.

"Si lo supiéramos, se lo diríamos. En este momento no puedo confirmar ni desmentir" la muerte de al-Baghdadi, señaló el jefe del Pentágono.

"Consideramos que él aún está vivo y por ahora no puedo probar lo contrario", añadió.

Las fuerzas armadas de Rusia anunciaron en junio que estaban buscando verificar informaciones que indicaban la muerte del líder del EI luego de un bombardeo ruso realizado a fines de mayo en territorio sirio.

La organización Observatorio Sirio de Derechos Humanos, basada en el Reino Unido, había admitido esta semana que detectó comentarios de líderes del EI en la provincia siria de Deir Ezzor que al-Baghdadi había muerto.

En los últimos meses se tornaron persistentes los rumores sobre la muerte del dirigente radical. Por el momento, los canales conocidos con los que el EI formula anuncios no han mencionado la muerte del líder.

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"Vamos a seguir buscándolo", dijo Mattis este viernes.

Estados Unidos había puesto una recompensa de 25 millones de dólares a quien ofrezca datos verificables sobre el paradero de al-Baghdadi, y desde entonces el dirigente pasó a moverse constantemente por territorios en Sira e Irak.

La última aparición pública de este iraquí de 46 años ocurrió en 2014, cuando se presentó como "califa" en la Gran Mezquita de Al Nuri, en Mosul, la segunda mayor ciudad de Irak.

Nacido en la ciudad iraquí de Samarra, en 1971, Ibrahim Awad Ibrahim Ali al Badri al Samarrai -su verdadero nombre- tiene estudios universitarios y ejerció como imán durante años, antes de unirse a la resistencia armada contra la ocupación estadounidense de Irak en 2003.

Lo hizo bajo el paraguas del grupo terrorista liderado por Abu Musab al Zarqaui, "Tauhid ua Yihad" (Monoteísmo y Guerra Santa), que en octubre de 2004 se convertiría en la filial de Al Qaeda en Irak bajo el nombre de "Seguidores de Al Qaeda y la Guerra Santa en Mesopotamia".

En ese periodo, fue, según algunas versiones, detenido y encerrado cuatro años en el campo de prisioneros de Bucca, administrado por las fuerzas de Estados Unidos, antes de reengancharse de nuevo a la lucha yihadista.

Ibrahim, el antiguo orador, también conocido como Abu Duaa, optaría finalmente por el megalómano alias de Abu Bakr al Bagdadi al Huseini al Quraishi, con el que pretende identificarse con Abu Bakr, primer califa tras la muerte de Mahoma y con la tribu de este último, los Al Quraishi.

Ya con este pseudónimo, el 16 de mayo de 2010, cuatro años después de la muerte de Al Zarqaui y un mes tras el asesinato del entonces dirigente de la filial de Al Qaeda en Irak, Abu Omar al Bagdadi, Abu Bakr dio su penúltimo paso de gigante convirtiéndose en el líder del grupo, que en octubre de 2006 se había rebautizado como el "Estado Islámico de Irak" (EII).

Con información de AFP