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Los disturbios en Villiers-le-Bel, al norte de París, recordaron los desmanes de 2005 y demandaron el despliegue de más de 1.000 policías antidisturbios. El gobierno del presidente Nicolas Sarkozy prometió combatir con todas sus fuerzas los grupos armados que incendiaron carros y dispararon a los oficiales

FRANCIA

Estallido social

Los disturbios de los suburbios parisienses son apenas el último síntoma. Los conflictos sociales desbordan el gobierno de Nicolas Sarkozy.

1 de diciembre de 2007

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, está al borde de un ataque de nervios. Cuando no son los sindicatos los que paralizan el país, son los jóvenes de los suburbios pobres que incendian carros y se baten a golpes, e incluso disparos, con la Policía. Los conflictos sociales estallan ahora más a menudo, lo que evidencia que un fuerte malestar se cuece en lo profundo de la sociedad francesa.

Los últimos disturbios de tres días en la periferia de París, con más de 120 policías heridos y 30 jóvenes retenidos, fueron una copia de la rebelión de 2005. En ambos casos el detonante fue la muerte accidental de dos jóvenes en un 'encuentro' con la Policía, que al parecer es la institución más odiada en los barrios pobres, habitados principalmente por inmigrantes y sus descendientes. Pero esta vez los jóvenes salieron con armas.

Sarkozy ha volcado los instrumentos legales para reprimir a los revoltosos. "Pero la solución represiva, sin medidas sociales que mejoren la calidad de vida de esta población, sólo empeorará el problema en estas zonas deprimidas donde la gente lo único que ve del gran Estado francés es la Policía", dijo a SEMANA Marcel Delcasse, de la Escuela de Estudios Sociales de París.

Tras los disturbios de 2005, el entonces primer ministro Sarkozy prometió un "Plan Marschall" para los suburbios con inversiones en servicios, comercios y transporte. Pero no cumplió ninguna de las promesas.

El desempleo, la pobreza y el acoso policial son el pan de cada día en estos distritos, donde se viven tensiones religiosas y étnicas. "Los jóvenes se sienten frustrados porque, a pesar de haber nacido en Francia, los tratan como extranjeros indeseables, y es en estos barrios donde han aumentado las mezquitas y grupos fundamentalistas musulmanes y se reclutan los combatientes para Irak o Afganistán; estos guetos son una bomba de tiempo", dijo a SEMANA el agente de Europol Philippe Quenet.

El Presidente insiste en que los disturbios son fruto de la "gamberrocracia" y no de una crisis social. "Rechazo toda forma angelical que lleva a considerar a cada delincuente como una víctima de la sociedad".dijo Sarkozy, que ha prometido mano dura. Afirmó que anunciará en enero su programa de ayuda, mientras la oposición critica las medidas represivas.

Pero estos no son los únicos frentes. Las universidades son escenario de protestas contra la Ley de Autonomía Universitaria. Los sindicatos de maestros y los estudiantes piden derogar esta ley, aprobada hace pocos meses, porque la consideran una herramienta de privatización del sistema educativo.

"Esta situación viene de más de 12 años de gobierno conservador que ha descuidado las inversiones sociales y ha favorecido las clases más pudientes; el papel social del Estado ha decaído y se ha privilegiado uno nuevo de rentabilidad comercial y de imagen mediática", aseguró a SEMANA Christophe Lourec, vocero del Partido Socialista de París.

La percepción generalizada es que las diferencias entre ricos y pobres se han acentuado. Algunos analistas ven aquí el caldo de cultivo de los radicalismos. Los franceses sienten que sus salarios se han deteriorado y, según las encuestas, su mayor preocupación es el desempleo. Esto ha aumentado el racismo y la xenofobia.

Todos estos problemas se mezclan y crecen en las barriadas pobres de las grandes ciudades, donde los más radicales le han declarado la guerra a la Policía. Sarkozy, por ahora, prefiere ver todo como problemas individuales, pero para los analistas consultados por SEMANA, estos son puntas de un solo iceberg que puede desestabilizar por completo el país.