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ETA: cuanto peor, mejor

La reciente oleada de atentados mortales de ETA en España pone de manifiesto la última táctica de la organización terrorista vasca: cuanto peor, mejor.

M.A. BASTENIER
11 de septiembre de 2000

La reciente oleada de atentados mortales de ETA en España pone de manifiesto la última táctica de la organización terrorista vasca: cuanto peor, mejor.



Desde la ruptura de la tregua en diciembre pasado ETA ha asesinado con la puntualidad de un macabro reloj a un ciudadano por mes; preferentemente blancos ‘blandos’, como los representantes no tan de primera línea de los dos partidos españoles en el País Vasco, PP y PSOE. A ETA con tal de que sea el ‘enemigo’, no le importa matar a derecha o izquierda.

Con el establecimiento de la tregua en 1999 los terroristas aspiraban a atraer a los partidos nacionalistas vascos, pero contrarios a la violencia, PNV y EA, a una estrategia de separación virtual del Estado español, creando instancias propias de gobierno que actuaran independientemente de las actuales autoridades por todo el pueblo vasco. Esa estrategia se desencadenó con el llamado Pacto de Estella o de Lizarra. La realidad demostró, sin embargo, que ni en su asamblea de alcaldes ni en otras representaciones de la región los nacionalistas se hallaban muy lejos de alcanzar una mayoría de elegidos o electores. Algunos alcaldes del propio PNV, el mayor partido del País Vasco, se negaron a acudir a una asamblea evidentemente sediciosa que el Estado español, por su parte, jamás trató de perturbar en sus estériles trabajos.

El PNV se hallaba en un callejón sin salida. No quería renegar del Pacto que lo vinculaba a Euskalherritarrok , el nuevo partido que representa los intereses de ETA, pero tampoco se sentía con fuerzas para llevar a sus militantes a una sedición abierta, aunque pacífica, contra los organismos del Estado. En este punto muerto, ETA adujo que el gobierno español se negaba a negociar como excusa para reanudar el terror a fin de 1999.

La tregua se demostró entonces que había sido puramente táctica, porque el gobierno central jamás había insinuado que estuviera dispuesto a negociar en los términos de ETA: el reconocimiento de la autodeterminación del País Vasco. Ningún gobierno español, del color que sea, puede ni quiere negociar un camino de separación de la región vasca de España, y el PP, en el poder, sólo había admitido la posibilidad de discutir el cese definitivo del fuego y la reintegración, de acuerdo con la ley, de los terroristas a la sociedad. Llegó a haber una o quizá dos reuniones secretas, que no llegaron a ningún compromiso porque las posiciones de Madrid y de ETA —como las de las Farc y el gobierno colombiano— eran fenomenalmente distantes.

En esta tesitura ETA reanuda el terror, en contra de los deseos de PNV, cuyos militantes no han sufrido en esta época ningún atentado de ETA porque, en el fondo, se consideran todos partidarios de un mismo ideal, aunque diverjan gravemente en los medios para lograrlo.



¿Por qué obran así los terroristas?

El objetivo etarra parece ser la polarización total del País Vasco: su división irreparable en dos campos: los independentistas, pacíficos o no, y los ‘españolistas’. Esa estrategia es probable que favorezca electoralmente al PP y al PSOE, sobre todo al primero, percibido como más nacionalista español que los socialistas. ETA no ignora que por ese camino puede llegar en las próximas elecciones autonómicas un gobierno de coalición, con mayoría de curules, de los dos partidos españoles de la región. ¡Mejor aún!, parecen decirse los terroristas. Eso provocará, creen, una reacción nacional vasca, antiespañola que arrojará a PNV y EA en brazos del extremismo violento dejando las cosas supremamente claras: nosotros contra ellos.

ETA sabe o teme que, democráticamente, jamás alcanzará una mayoría popular para pedir la escisión del País Vasco, y lo fía todo a una insurrección civil, a una insumisión masiva de todos los que quieren la independencia.

La táctica de cuanto peor, mejor, por tanto, le parece la única eficaz para sus objetivos; aun cuando siembre el sufrimiento, la destrucción y la injusticia en todo el País Vasco. No parece que estén, por ello, hoy más cerca que ayer de hacer realidad sus devastadores propósitos.