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Alexander Litvinenko, nacionalizado británico, agonizó dolorosamente durante tres semanas en Londres. | Foto: A.F.P.

ESPIONAJE

El misterioso asesinato que habría ordenado Putin

La investigación oficial por el asesinato del exespía ruso Alexander Litvinenko acusa directamente a Vladimir Putin de ser el autor intelectual. ¿Qué sigue?

23 de enero de 2016

Un té envenenado con polonio, una sustancia altamente radioactiva, llevó al exespía ruso Alexander Litvinenko a sufrir una lenta y dolorosa agonía en un hospital de Londres. Durante una década, las autoridades del Reino Unido investigaron el crimen, pero esta semana presentaron inquietantes hallazgos cuyas consecuencias podrían ser muy graves.

La investigación, dirigida por el juez Robert Owen, llegó a una conclusión explosiva. El informe publicado el jueves confirmó que a Litvinenko lo asesinaron Andrei Lugovoi y Dimitri Kovtum, dos agentes del Servicio de Seguridad ruso (FSB, por su sigla en inglés). Y que lo hicieron porque la víctima trabajaba para los servicios de inteligencia británica, a los que les brindó información sobre las mafias rusas. Lo novedoso, y potencialmente grave, es que la pesquisa apunta a que los asesinos “probablemente” siguieron órdenes de Putin, con quien Litvinenko tenía una gran enemistad.

No es posible exagerar la magnitud de la acusación. Como dijo a SEMANA Peter Rutland, especialista en política rusa de las universidades de Harvard y Manchester, “que el sistema judicial de Reino Unido acuse a un jefe de Estado extranjero por el homicidio de un ciudadano británico en su propio suelo es un desarrollo dramático, que puede tener graves consecuencias para las relaciones bilaterales”.

En efecto, el acontecimiento abre un nuevo frente de batalla que parecía congelado en la Guerra Fría: los servicios de inteligencia. La Cancillería británica reforzó los controles de visa del cuerpo diplomático ruso, expulsó además a cuatro de sus miembros, y limitó la cooperación con el FSB, la antigua KGB. Pero no se descarta que la situación empeore. Precisamente, la viuda del espía, Marina Litvinenko, la principal abanderada de la causa, exigió sanciones para Rusia y para su jefe de gobierno frente a la Corte Real de Justicia.

Sin embargo, Downing Street ha tratado el caso con prudencia. Tras el anuncio, el primer ministro británico, David Cameron, afirmó que se debe “sopesar cuidadosamente la necesidad de tomar medidas con la necesidad mayor de trabajar con Rusia”.

No es difícil imaginar por qué. La escalada de la confrontación diplomática entre Occidente y Rusia implicaría costos políticos incalculables, y podría cerrar de una vez por todas la posibilidad de una salida política a la guerra de Siria, una alternativa que ya es lejana a causa del apoyo de Moscú al régimen de Bashar al Asad.

El caso Litvinenko ocurre cuando las relaciones entre Europa y el Kremlin están en su punto más bajo desde la caída del muro de Berlín. La Unión Europea ya aplicó sanciones a Moscú por la anexión de Crimea y “estas revelaciones, que implican a altos mandos rusos, solo pueden empeorar la situación”, le dijo a SEMANA Aurel Braun, experto en relaciones internacionales de la Universidad de Toronto.

Se trataría de una nueva Guerra Fría, pero de información. Como dijo a SEMANA, Henry Cancelado, experto en seguridad internacional de la Universidad Javeriana, la ‘guerra comunicacional’ “es más eficiente porque genera rápida presión política sin el riesgo de una destrucción casi asegurada”.

Por eso, Putin calificó los hallazgos de “chiste” y el embajador ruso, Alexander Yakovenko, afirmó que “esta provocación no puede dejar de herir nuestra relación bilateral”. Pero lo cierto es que los oligarcas rusos tienen grandes intereses personales en Reino Unido, pues, como explicó Rutland, “llevan muchos años enviando a sus hijos y su dinero a Londres –solo el mes pasado se reveló que el hijo de Vladimir Yakunin, aliado de Putin, se convirtió en ciudadano británico–. Así que es difícil para el Kremlin pretender que el sistema legal británico es irrelevante”.

De cualquier modo, la cosa no se va a quedar así. Putin es un viejo zorro de la política internacional, y la pregunta no es si Rusia va a responder, sino cuándo y cómo lo va a hacer. No hay que olvidar que el exagente de la CIA Edward Snowden, quien reveló en 2013 secretos clasificados de la seguridad estadounidense, está asilado en Moscú.