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FAMILIA QUE ESPIA UNIDA...

Con la detención de otro miembro de la familia, el caso Walker crece en dimensiones.

15 de julio de 1985


El sonado caso de espionaje de la familia Walker en favor de la URSS, que fue calificado por Gaspar Weinberger, Secretario de Defensa norteamericano, como una "seria pérdida" para Estados Unidos, no podía parar con la detención de John y Michael, padre e hijo respectivamente (ver SEMANA N°161). Un tercer hombre, Arthur Walker, de 50 años, y hermano de John, también fue aprehendido por el FBI.

El trabajo del último capturado resultó ser más preocupante para el Pentágono que el de los dos primeros. Arthur Walker, quien había sido Comandante de submarinos y trabajaba en una compañía que suele tener contratos con el complejo militar norteamericano, desde 1968 a 1973 había desempeñado el cargo de profesor de guerra submarina en la Escuela de Táctica de la Flota del Atlántico, en Norfolk (Virginia). Según los investigadores, desde esa localidad él informaba a los soviéticos acerca de los detalles de las tácticas más modernas de la armada gringa, para complementar de esa manera la información que su hermano John entregaba sobre sus rutas, maniobras y localización de los submarinos estadounidenses.

Weinberger reaccionó con vehemencia al ordenar que sean reforzadas las medidas de seguridad en relación con el personal que tiene acceso a documentación clasificada, para "cerrar cualquier agujero y evitar que pueda volver a ocurrir algo semejante". Pero una cosa es decir esto y otra hacerlo. En Estados Unidos, 4.3 millones de personas, entre civiles y militares, manejan material secreto, según estadísticas del Departamento de Defensa.

Lo que los Walker hacían atentaba contra uno de los medios de guerra norteamericanos más importantes. "Los submarinos son el arma más secreta que tenemos y su capacidad básica es esconderse", decía en estos días Gene Larocque un vicealmirante retirado.

Los Walker entraron y saquearon durante años esos secretos a cambio de gruesas sumas de dinero moscovita. Se asegura que John Walker recibió, por una bolsa de documentos, 35 mil dólares hace 15 años. El FBI explicaba que los espías probablemente suministraron a los rusos hasta el mapa de la intrincada red de micrófonos que Estados Unidos ha colocado en su plataforma continental y en las de los otros continentes para ubicar los submarinos de las potencias enemigas. Según reveló el vicealmirante Larocque, a cierta velocidad los submarinos pueden deslizarse sin ser escuchados por tales aparatos. "La clave está en saber cuál es esa velocidad". Los Walker posiblemente la hallaron y la pasaron a la URSS.

Las cosas en esta saga familiar, digna de John Le Garré o Ian Fleming, estaban mejor dispuestas de lo que se cree. Los Walker mencionados hasta el momento "cubrían" todos estos menesteres de la armada norteamericana en el océano Atlántico. ¿Y qué hacían para inmiscuirse en ese otro mundo, el del océano Pacifico? Es ahí donde entra en escena Mister D., el cuarto hombre de esta novela de suspenso.

A Mister D. lo buscaban desde cuando John Walker fue detenido en un motel el 20 de mayo pasado, en cercanías de Washington. Los policías averiguaron que el hombre viajaba a San Francisco, California, con alguna frecuencia para visitar al socio en el negocio de detectives que tenía en Norfolk. Parece que en una carta secreta que John Walker envió a un diplomático ruso mencionó a su contacto de California bajo el seudónimo de "D".

Cuando algunos pensaban que el "cuarto hombre" era sólo una invención de la contrainteligencia norteamericana, otro técnico en radio de 45 años, gafas-costosas y cuidada barba, fue capturado. Su nombre es Jerry A. Whitworth. A él no lo cogieron con papeles secretos en las manos como a los Walker. El mismo fue a una oficina del FBI en San Francisco y se entregó. Desempleado y vecino de Davis, California, éste último personaje había salido de la marina en octubre de 1983, tras una carrera de 23 años. Los documentos secretos que le encontraron en su casa iban de 1975 a 1982. Los analistas de defensa dicen que Whitworth era quien estaba enviando información sobre movimientos de submarinos en el océano Pacífico .

"Considérenlo como un jugador muy crítico", dijo de él, Joe Russoniello, Procurador General de Estados Unidos.

¿Hay un quinto espía? Parece que sí. Ya se habló de un Mister F. que sería de la misma cuerda de los Walker. También las pesquisas se extienden a un Mister Rus, quien vendría a ser un "traidor" del equipo Walker ya que, según los agentes del FBI en San Francisco, "Rus" les habría escrito tres cartas en julio del año pasado, identificándose con esas tres letras para comunicarles que estaba dispuesto a contarles todo lo relacionado con un "importante sistema de espionaje" que lo involucraba a él y a otras personas. Todo ello a cambio, eso sí, de "completa inmunidad" para él. Pero Mister Rus poco después de la última carta se arrepintió y abandonó la idea de cantar. ¿Este Rus es el mismo Jerry Whitworth?

Paralelo a las dos nuevas capturas se han conocido otros detalles del padre de este complot. Una declaración juramentada afirma que John Walker intentó reclutar a su hija Laura Walker Snyder para su grupo de espías, cuando ella se desempeñaba como especialista en comunicaciones del Ejército.

Políticamente ultraconservador de esos que dicen odiar a la Unión Soviética y dueño de una avioneta, dos yates y una casa grande con vista al mar en Norfolk, John Walker salvaba sus apariencias haciendo el papel de detective de poca monta. Especializado en la persecución de maridos adúlteros y de esposas infieles, el detective Walker solía disfrazarse de vagabundo, cura o boy-scout para "cazar" a sus "víctimas", para lo cual también empleaba otras artes: un complejo de aparatos de vigilancia electrónica, de esos que permiten ver a través de las paredes y oír conversaciones a distancia, y de cámaras fotográficas con pesados teleobjetivos. "Se creía un James Bond y era sólo un inspector Clouseau", afirmó refiriéndose a él un empleado de su oficina de detectives en Virginia Beach. ¿Inspector Clouseau? Bien se ve que el empleado subvaloraba a su jefe. John Walker era el líder de un ring de espías que pasará a la historia como el mayor escándalo de la década en los Estados Unidos.

Las acciones descubiertas tendrían un alcance que aún no ha sido precisado del todo. Esto ha hecho pensar a los comandantes de la Marina norteamericana que lo mejor es evitar un juicio convencional a los Walker pues las revelaciones que de allí salgan podrían hacer tanto daño como el ya hecho al Pentágono con el espionaje. Por eso, en las cúspides de la agraviada Navy están estudiando la posibilidad de que se reúna para ellos una corte marcial que estaría cerrada a la prensa.--