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FANTASMAS Y MANDATARIOS

En un viejo castillo italiano, los gobernantes europeos aprueban el proyecto Eureka

5 de agosto de 1985

Muy tiesos y muy majos los jefes de Estado y de Gobierno -de la Comunidad Europea, que ahora son 12 con el reciente ingreso de España y Portugal, llegaron a finales del mes pasado a Milán dispuestos a adoptar una serie de decisiones sobre la Comunidad misma.
La tarea prioritaria era dar luz verde a un cambio institucional que le permita a la CEE funcionar mejor, es decir, lograr una reforma del Tratado de Roma, que es uno de los que regulan la actividad de la CEE. Al final, esta reforma no pudo hacerse y el problema quedó transferido a un futuro encuentro de funcionarios de nivel menor. Desde ese lado, la reunión en el espectacular castillo Sforzesco, construído hace seis siglos, fue un fracaso.
Sin embargo, la "cumbre" europea dio un tremendo paso hacia una Europa tecnológica, al acoger por unanimidad--para gran regocijo personal de Mitterrand-el proyecto Eureka, que será la alternativa del Viejo Continente a la iniciativa reaganiana de la "Guerra de las estrellas", o "Iniciativa de defensa estrategica", llamada así en los textos oficiales.
Aunque el Eureka no es un proyecto estrictamente de la Comunidad Económica, pues tiene como "padrinos" principales a Francia y Alemania Federal, la CEE estará de ahora en adelante representada en él. Eureka, en líneas generales, persigue un despegue europeo en campos como el de los grandes computadores u ordenadores, microprocesadores, inteligencia artificial y robótica, para poder hacer frente, con un margen de independencia, a la avalancha que en ese mismo sentido generarán tanto Estados Unidos como la URSS, si el plan Reagan de "star wars" se consolida.
Aunque días antes Londres se mostraba opuesto a que la CEE destinara fondos para provocar ese despegue, ante la carencia--según Margaret Thatcher--de un mercado interior europeo para los nuevos productos electrónicos, la reunión en Milán adoptó el Eureka y decidió entrar a estudiar proyectos concretos para financiar el ambicioso programa.
Muy cerca de la sala de las deliberaciones estaba la Pietá Rondanini, una obra inacabada de Miguel Angel, mientras que la sala de banquetes era dominada por una bóveda inmensa pintada por Leonardo Da Vinci en 1498. Esos espiritus tutelares nada pudieron hacer a la hora en que los mandatarios europeos abordaron el espinoso tema de la reforma institucional para sacar a la CEE del anquilosamiento en que se encuentra. El primer ministro italiano Bettino Craxi, quien presidió la reunión, junto con los tres paises del Benelux (Bélgica, Luxemburgo y Países Bajos), apoyó el intento de acabar con el uso de la unanimidad en la toma de decisiones, que es lo que según los expertos, ha venido bloqueando el funcionamiento del Mercado Común.
Inglaterra, Grecia y Dinamarca no son de la misma opinión, mientras Francia y Alemania Federal buscan una fórmula que termine arrasando con el andamiaje juridico de la CEE, pero que si despeje el camino hacia una Europa más unida y comunitaria.
Un editorial del diario madrileño El Pais fue al corazón del asunto al decir que lo que crea mayores resquemores dentro de la CEE es "el mantenimiento solapado de prácticas proteccionistas" por parte de algunos paises miembros, lo que estaria llevando a un desmonte del "espíritu fundador de un mercado verdaderamente común". La invocación del Compromiso de Luxemburgo --creador de la regla de la unanimidad en enero de 1966--, hecha por Alemania el 12 de junio pasado y por Inglaterra en mayo de 1982, para evitar una reducción de los precios de los cereales y en general de los productos agricolas, ha creado la certidumbre de que las reglas del juego comunitario ya no son lo suficientemente idóneas, razón por la cual ha surgido el espíritu reformador.
"Esperábamos un salto cualitativo hacia adelante, pero éste no se materializó" resumió Hans Van Den Broek, ministro de Relaciones Exteriores holandés. "Esta no ha sido una conferencia fácil", agregó Thatcher antes de emprender camino a Inglaterra. Lo que sigue es una nueva ronda de conferencias de nivel ministerial y, si acaso, una nueva cumbre de mandatarios en diciembre. Mientras tanto, en los pasillos del castillo Sforzesco, corría el rumor de que la maldición del número 13 se impuso en la "cumbre", y que por eso no se había llegado a nada con respecto al tema central. En efecto, los anfitriones vieron cómo, por primera vez en la historia de ese tipo de reuniones, trece eran los miembros deliberantes los 12 mandatarios, más el Presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors. Quizás los fantasmas del viejo palacio medieval prevalecieron sobre los intrusos mandatarios. - E.M.T.-