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FELIPE OTRA VEZ

No se sabe qué sorprende más en España: si la frecuencia de los escándalos o la resistencia del gobierno de Felipe González ante los mismos.

17 de julio de 1995

NADIE SABE POR QUE A FElipe González no lo llaman el gato de la vida pública española, pues sus siete vidas políticas ya son legendarias. La última demostración de ello se presentó la semana pasada, cuando el periódico madrileño El Mundo produjo un escándalo monumental al revelar que virtualmente toda la clase dirigente española, rey Juan Carlos incluido, había sido objeto de un espionaje telefónico que dejaría a Watergate en pañales. Pero, por lo visto al final de la semana pasada, Felipe no es ningún Richard Nixon como para dejarse tumbar por unas simples cintas magnetofónicas.
En el centro de la tormenta está el Centro SuDerior de Información para la defensa -Cesid-, que es una Unidad de inteligencia adscrita al Ministerio de Defensa, y dependiente del vicepresidente del gobierno, Narcís Serra. En su edición del martes de la semana pasada, el diario reprodujo la fotocopia de un listado manuscrito por algún funcionario del Cesid, en el que se reseñan 95 escuchas, entre ellas las realizadas sobre Juan Carlos, su amigo personal Manuel Prado y Colón de Carvajal, el soberano de Marruecos Hassan II en su reciente visita oficial a España, entre otros. En los informes correspondientes a las operaciones de espionaje, aparecen referencias a aspectos tan personales como la vida privad a y sexual de varias de las personalidades afectadas, e incluso en uno de los casos se hace referencia a un amante masculino de un importante empresario italiano.
Las revelaciones tuvieron un efecto demoledor sobre la credibilidad del gobierno, ya suficientemente baja por la serie de escándalos financieros que ha afectado al gobierno socialista en los últimos 18 meses. Pero tuvieron también un efecto que ha resultado sorprendente para los españoles: en los 12 años que lleva de vida el actual gobierno, nunca antes la corona había manifestado públicamente su preocupación por una actuación gubernamental. De hecho, el jefe de la Casa Real, Fernando de Almansa, hizo una prudente declaración a los periodistas, en la que, luego de expresar "asombro y preocupación", dijo que "sabemos que el gobierno va a comparecer en el Congreso para dar las explicaciones correspondientes".
Esa comparecencia se hizo a regañadientes, ante el clamor de los partidos de oposición y en especial del centroderechista Partido Popular de José María Aznar, máximo rival político de González. Y aunque todos esperaban la renuncia de Serra (a quien el escándalo sorprendio de visita oficial en Colombia), quien cayó, al menos por lo pronto fue el general Emilio Manglano, director del Cesid.
El gobierno sostiene que las escuchas no fueron ilegales, pues fueron hechas en forma aleatoria y sin dejar testimonio de las mismas. De hecho, hay expertos que sostienen que ese tipo de operaciones resulta casi rutinario en muchos países, y que son una herramienta fundamental del mantenimiento de la seguridad. Eso puede ser o no cierto, pero una de las condiciones fundamentales es su absoluto secreto, porque todos los gobiernos son conscientes de los riesgos que se corren. En este caso, Felipe González ha sido tomado de nuevo con los pantalones abajo, y si es capaz de salir de ésta, habrá gastado otra de sus aparentemente inagotables vidas políticas.